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Mons. Antúnez: “Que podamos todos también vivir este tiempo de conversión que la Iglesia nos invita a celebrar juntos, tiempo de sinodalidad que nos mueve a acercarnos a quienes están más distantes”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 30 de octubre de 2022 (XXXI Domingo del tiempo durante el año), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

Un saludo muy grande para toda la audiencia. Contemplamos a Jesús, el profeta itinerante, aquel que recorre Galilea y recorre los pueblos vecinos, buscando la experiencia del encuentro encontrarse con toda persona humana.

En este caso se nos relata en el Evangelio la experiencia del encuentro con Zaqueo, jefe de los publicanos. Que en algún ámbito de su vida y de su corazón desea conocer a Jesús. Podemos suponer que le han hablado de Él, le han hablado del magnetismo de su persona, del poder de su Palabra, la seducción de que enseña con autoridad. La libertad respecto al sábado. Su capacidad de presentarnos a Dios como Abba, como Padre. Y esa sí que pone los medios. Sube al árbol porque era de pequeña estatura para poder simplemente ver a Jesús. Qué sorpresa cuando Jesús posa su mirada en Él en medio de la multitud, lo reconoce y se da ese encuentro de miradas, ese encuentro de corazones que cambia la vida de Zaqueo y que ha cambiado también tu vida y la mía. Cuando Jesús, mirándonos, se invitó a nuestra casa, hoy vengo a alojarme a tu casa. Es la experiencia de la intimidad con el Señor. Es la experiencia de compartir con Él la mesa, la fraternidad, el diálogo, el encuentro.

Zaqueo se alegra. Experimenta una alegría jamás percibida en su corazón, la alegría que lo da solamente el gozo del encuentro con el Señor Jesús que no lo da, el dinero que no dan las cosas. Es la alegría genuina, la alegría verdadera de sentirse amado por Dios, reconocido por Jesús, visitado en la intimidad de su casa. Me animo a dejar a entrar a Jesús en esta intimidad. Comparto con Él de corazón a corazón, lo más íntimo de mi vida, de mis sueños, de mis miedos, de mis deseos. Quizás también hoy podamos cada uno recibir con nombre propio la invitación de Jesús de venir a alojarse a nuestra casa, es decir, al núcleo profundo de nuestro corazón. Allí donde se toman las decisiones, se construye la sensibilidad, se va marcando las opciones. La mirada de afuera, la mirada farisea, la mirada que prejuiciada de etiqueta que clasifica a las personas, murmura, siempre la murmuración es lo propio del enemigo, lo que genera la división en las comunidades, lo que genera la incapacidad de mirar en cada ser humano a un hijo de Dios. Invitado también a la experiencia del encuentro con el Señor Jesús, se ha alojado en la casa de un pecador. Esta es la mirada de fuera, la mirada que no reconoce en sí el propio pecado, que no se reconocen a sí mismo como pecadores.

¿Cómo vamos viviendo como Iglesia la dimensión de la inclusión al pecador, al que está distante, al que se ha ido alejando, al que se ha alejado de Dios y que tenemos que buscarlo? ¿Experimentamos alegría porque el Señor lo atraiga al rebaño, a la grey, al pueblo de Dios? ¿O experimentamos también como estos fariseos, la murmuración y la queja, porque el Señor los llama también a quienes no son perfectos? Zaqueo se alegra y no solamente se alegra, sino que se convierte en el corazón, da la mitad de sus bienes. Es la experiencia genuina del cambio de vida, de la transformación, de soltar el dinero mal avenido, de soltar las afecciones desordenadas. También hoy, a ti y a mí se nos invita a soltar aquello que nos pesa, que nos esclaviza, que nos aleja del Señor, que en realidad nos va quitando libertad y amplitud de espíritu. Y ojalá que todos podamos experimentar esto. La fiesta del perdón y la Reconciliación, la fiesta de la Misericordia. Hoy ha llegado la salvación a esta casa es la genuina alegría de Jesús por un corazón que se convierte, por un corazón que se deja visitar por Dios y que se deja transformar por el Señor. Que podamos todos también vivir este tiempo de conversión que la Iglesia nos invita a celebrar juntos, este tiempo de sinodalidad que nos mueve a acercarnos a quienes están más distantes, a brindar la alegría compartida de la mesa, a tratar de incluir a quien está más alejado y que el Señor nos bendiga, el que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.