Home»NOTICIAS»Mons. Antúnez: “Pidamos la gracia de poder descubrir cuál es el paso concreto de conversión que el Señor nos invita a transitar”

Mons. Antúnez: “Pidamos la gracia de poder descubrir cuál es el paso concreto de conversión que el Señor nos invita a transitar”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en “Palabra de Vida” a través de RADIO MARIA URUGUAY FM 103.3 y FM 92.7 de este Domingo 15 de octubre de 2023 (XXVIII Domingo del tiempo durante el año).

La parábola de este Domingo va dirigida a los fariseos y sumos sacerdotes, es decir, a los hombres religiosos de su tiempo, que, cerrados en sus visiones del ser humano, de la ley de Dios, de lo religioso, no se muestran sensibles a la visita del Padre en la persona de Jesús. Intenta el Señor una y otra vez conmoverlos, cuestionarlos, desafiarlos a salir de sus esquemas e ir más allá de lo conocido, de la ley como fin, y vivir la lógica interna del amor, de la caridad que permite ver las cosas con ojos renovados.

Podemos, no obstante, cada uno de nosotros hacerla propia y sentir que el Señor nos la dirige al fondo de nuestros corazones. La imagen del Reino de los cielos es la de un rey que celebra las bodas de su Hijo. Fiesta, gozo, derroche, abundancia. Podemos ver en la primera lectura el menú manjares abundantes, suculentos vinos añejado decantados. Los mejores animales se ofrecen como menú.

¿Cómo resuena en nuestro interior esta imagen del Reino? ¿Cuál es la fiesta que el Señor está preparando para cada uno de nosotros? La respuesta no puede ser menos que curiosa. Algunos se van a sus campos, los propios proyectos, otros a sus negocios, los intereses personales. Pero incluso se nos relata que a los servidores que se acercan a invitar a la fiesta a los invitados, los maltratan y le quitan la vida. Individualismo, egoísmo. Intereses personales. Silenciar las voces de aquellos que traen la buena noticia del Reino. Imposible no pensar en tantos testigos, tantos profetas, tantos anunciadores del Reino de Dios, del banquete preparado por el Padre con amor, que muchas veces riegan el suelo de la tierra con su sangre, la sangre de los mártires. Qué misteriosa necedad lleva a los fariseos y saduceos a no abrirse a la Buena Noticia! Cuánta dureza del corazón humano, cuánta falta de humildad que por soberbia ridiculizamos Dejamos a un lado, no escuchamos a aquellos que vienen a traernos una buena noticia que confronta nuestras pobrezas y mediocridades. La invitación de Dios, no obstante, no se echa atrás. El rechazo y la cerrazón de los sectores religiosos del pueblo elegido obtienen como respuesta la apertura universal de la salvación. Salgan a los cruces de los caminos. Inviten a todos los que encuentren. Ya no existen tarjetas especiales, invitaciones vip, ni privilegios. Dios en su misericordia se ofrece a todos y nos invita también a nosotros como servidores, a ir a buscar a tantos que, deseosos de una palabra de sentido para sus vidas, navegan en el vacío del amor, en la falta de proyectos, en la ausencia de la alegría del Reino.

La sala se llena de otros rostros y otras historias. Vidas simples, vidas quebradas. Historias sencillas que no se sienten dignos de la invitación pero acuden en humildad. Pareciera que al banquete del Reino de los cielos llegan los publicanos, los samaritanos, las mujeres. Tantos hombres y mujeres que no han perdido la capacidad de sorpresa ante el amor y se dejan tocar, conmover e invitar a la mesa del Reino.

Traemos a la Eucaristía los rostros, las historias de tantos hermanos nuestros quebrados por la vida, por la desilusión, por la falta de lo necesario para vivir. Pero que, misteriosamente Dios se hace presente en sus vidas, en sus historias. Y podemos cada uno de nosotros ser mensajeros que los inviten al banquete. Uno de los invitados que dio respuesta es aquel que en la segunda lectura de este domingo es capaz de afirmar ‘Sé vivir tanto en la abundancia como en la escasez’. Pablo de Tarso, que realiza el proceso de fariseo cerrado al Evangelio a Apóstol enamorado de Cristo resucitado. Su vida nos muestra el camino, el de la justificación, no por las obras de la ley y la observancia, sino por la interna ley del amor que transformó su sensibilidad y le dio nuevas coordenadas a su existencia. Para el final, sorprende la reacción del rey que frente al hombre que encuentra en la fiesta con un traje no apropiado. ¿De qué traje hablamos? Se refiere a la apariencia externa. Podemos pensar en la necesidad de renovarnos, no en el atuendo exterior, sino la necesaria purificación del hombre viejo para participar de la fiesta del reino. A Nicodemo se lo invita a nacer de nuevo para participar de la fiesta de Dios, de la lógica del Reino, nacer de lo alto, desarrollar en cada uno de nosotros el hombre y la mujer espiritual. Caminar. Por tanto, el desafío es en sendas de conversión, dejándonos transformar el corazón y la sensibilidad por Aquel que hace nuevas todas las cosas.

Pidamos la gracia de poder descubrir cuál es el paso concreto de conversión que el Señor nos invita a transitar. ¿Qué nuevo vestido debemos estrenar? Dejar a un lado las antiguas esclavitudes, adicciones y vicios para que emerja con toda la fuerza el hombre y mujer espiritual. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.