Home»NOTICIAS»Mons. Antúnez: “Vamos a pedir la gracia de entrar a la fiesta, de tener el corazón del Padre, de dejarnos perdonar por el Señor y ser personas de misericordia”

Mons. Antúnez: “Vamos a pedir la gracia de entrar a la fiesta, de tener el corazón del Padre, de dejarnos perdonar por el Señor y ser personas de misericordia”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 11 de setiembre de 2022 (XXIV Domingo del tiempo durante el año), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

Un saludo muy grande para toda la audiencia. El evangelio de este Domingo nos brinda las parábolas de la misericordia. Nos permite contemplar lo fundamental del corazón del Padre. Un corazón que respeta la libertad. Que intuye los riesgos de la autosuficiencia, pero que no puede desdecirse, no puede ir contra sí mismo. ¿Cuántas veces, como el hijo menor, abandonamos la casa en busca de experiencias? ¿Cuántas veces, como el hijo mayor, vivimos sin agradecimiento en el corazón? ¿Podemos acompañar a ese hijo menor? Se marcha con dinero, con sueños, parte orgulloso, presuntuoso. Palpita una felicidad anticipada en el goce de los sentidos. Lo podemos también contemplar con amigos de ocasión, invitando cenas o simplemente disfrutando el sentirse poderoso. Qué engañoso es el camino del dinero, que falaz es aquello que se construye desde la apariencia, desde la vanidad de la imagen.

Podemos también mirar nuestros caminos, nuestros caminos de autosuficiencia, nuestra búsqueda de experiencias que formas toma. ¿Hacia dónde canalizamos nuestras búsquedas de libertad? ¿Cómo vivimos, por el contrario, las rutinas, la cotidianeidad? En un momento. Si no hay capacidad de proyectar a largo aliento, florece la crisis de sentido. La falta del dinero. El vacío del corazón es la experiencia dura de salir de los autoengaños. Caer en la cuenta de los espejismos de felicidad que corren tras las seducciones de los sentidos, en la sociedad del consumo. La imagen es la de escasez, escasez de amigos, de bienes materiales, de ilusiones, pérdida de la estima personal y un gran una gran sensación de pesadez de la vida. Se da la triste experiencia de pasar de ser hijo a ser cuidador de cerdos. Podemos traer aquí tantos mundos: los mundos flagelados por la droga, el alcohol, la pornografía, la pérdida de libertad. Tantas formas de adicciones, la cultura de la apariencia, la doble vida, la corrupción del dinero. Tantas dimensiones de este mundo que se nos presentan como sensuales, pero que muchas veces nos quitan la libertad y nos roban la alegría y la paz interior. Allí, el hijo menor tiene un acto de lucidez, piensa para sí ‘en la casa de mi padre hay pan en abundancia. Volveré’. Este volveré es el símbolo de conversión, de caminar en sentido inverso, de recuperar la identidad. Los motivos quizás no sean del todo puros. Puede ser el hambre, la escasez. Pero lo importante es volver, volver a la casa, volver a la misericordia de Dios.

¿Me animo a esta experiencia de volver, de caminar de nuevo a la casa del Padre? Cuando todavía estaba lejos, el padre lo vio y se conmovió. Así es Dios, nos espera, no se olvida de nosotros, sale a nuestro encuentro.

El Papa Francisco invita, en la bula, ‘Misericorde Balthus’ a los sacerdotes. ‘Nunca me cansaré de insistir que los confesores sean un signo de la misericordia del Padre. Ninguno de nosotros es dueño del sacramento, sino un fiel servidor del perdón de Dios. Los confesores están llamados a abrazar a ese hijo arrepentido que vuelve a casa y a manifestar la alegría por haberlo encontrado. No harán preguntas impertinentes, sino como el padre de la parábola. Interrumpirán el discurso porque serán capaces de percibir en el corazón de cada persona la invocación de ayuda y la súplica de perdón’.

Qué bella esta imagen de no realizar preguntas impertinentes. Respetar la conciencia del otro que vuelve arrepentido. Allí se puede experimentar aquello tan misericordioso que Dios escribe derecho en renglones torcidos, o la experiencia de que las heridas del pecado curadas son las que nos hacen compasivos y humildes. Tenemos el desafío de salir a buscar.

En el Evangelio se nos invita a tener la mirada y el corazón del Buen Pastor que sale a buscar a la oveja perdida, a la oveja extraviada, a la oveja herida. Es esta la imagen del Papa Francisco de una iglesia en salida, una Iglesia hospital de campaña, una Iglesia que, consciente de la misericordia recibida, sale a buscar al hombre y a la mujer de hoy para transmitirle la buena noticia del perdón recibido. Se tratará, por tanto, de vivir la fiesta del perdón y salir del amargor interior, de la autosuficiencia y de las dinámicas de perfección. Que le sucede a nuestro corazón, que muchas veces se vuelve como el hijo mayor, frío, rígido, cumplidor de normas.

Vamos a pedir la gracia de entrar a la fiesta, de tener el corazón del Padre, de dejarnos perdonar por el Señor y ser personas de misericordia. De tener también la capacidad de mirar lejos y buscar a los que están perdidos. Y si somos esa oveja herida, volver al pastor. Él nos vendará las heridas y nos permitirá recuperar nuestra dignidad. Pidamos la gracia de entrar a la fiesta, de vivir junto a Dios la alegría de la misericordia. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.