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Mons. Antúnez: “Vamos a pedir al Señor la gracia de poder soltar y de poder dejarnos mirar por su misericordia”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” en Radio 41 AM 1360 (Domingo 12 de marzo de 2023, III Domingo de Cuaresma)

Un saludo muy grande para toda la audiencia. Continuamos el itinerario hacia la Pascua y en este domingo se nos presenta la imagen de Jesús, aquel Maestro itinerante que busca los corazones humanos para entablar amistad con ellos y para convertirlos en discípulos. Jesús, quizás decepcionado por la dureza del corazón de los fariseos, decide volver a Galilea, donde las almas sencillas se abren más fácilmente a la fe. Regresa por el camino más corto en zona de samaritanos, pisando lugares y zonas que un judío religioso normalmente no visitaba. Cabe recordar que Samaría constituía un territorio enemigo para los judíos. Su sociedad estaba configurada por una amalgama religiosa y de razas que un judío rechazaba.

Habían construido en sus tierras un templo, marcando una ruptura religiosa con el resto de las provincias judías. Esta imagen de Jesús nos remite al profeta itinerante, al peregrino que sale más allá de las fronteras, sintiéndose portador de una buena nueva que necesita ser anunciada. Su imagen nos presenta el modelo de la Iglesia en salida, la Iglesia misionera que derribando prejuicios y límites, sale a buscar a las ovejas perdidas de nuestro tiempo. Sus pies recorren caminos nuevos, su corazón se abre a la experiencia del encuentro. Su mirada fatigada decide tomar agua en un pozo y descansar justo allí.

Ahí se encuentra con una mujer que se aproxima en horarios poco habituales al pozo. Podemos intuir su deseo de no ser conocida, de no ser vista, su vergüenza interior por su vida desordenada. Prefiere ir en las horas de mayor calor para evitar las miradas siempre inquisidoras de la sociedad de su tiempo. Dame de beber, le dice Jesús. Transgrediendo la ley que prohibía dirigir las palabras a una mujer y conversar con una mujer de temas religiosos. Podemos observar la absoluta libertad de Jesús, su capacidad de trascender los límites, de abrir caminos. Jesús, el hombre libre, aquel que viene a dar una plenitud distinta a las cosas, refundándolas en el amor.

En este tiempo que vivimos de sinodalidad, en donde acabamos de vivir la Asamblea Sinodal en Brasilia, esta imagen de Jesús nos invita a tender puentes, a ir al encuentro, a ofrecer nuestra identidad de Iglesia desde el diálogo, desde la cercanía afectiva. Si conocieras el don de Dios, le dice Jesús, tú le pedirías de beber. Se produce allí un cambio en el discurso. Jesús comienza a hablar de la sed profunda que late en el corazón de toda persona humana, sentido de la vida, del amor, de la trascendencia. La mujer habla de realidades físicas del agua y Jesús coloca la realidad de la conversación, de la comunicación en un plano superior.

Muchas veces nos sucede en la relación con Dios que hablamos lenguajes distintos, que estamos desconectados de lo que Dios desea transmitirnos. Quizás lo primero que podamos preguntarnos es ¿de qué tiene sed mi corazón que busca en este tiempo de Cuaresma? Para algunos será la paz interior, para otros será el recuperar la fe perdida. Quizás necesitemos reconciliación en ámbitos de nuestra vida que están heridos. Otros quizás, necesitaran volver a la esperanza perdida.

Vamos a pedir la gracia del Señor de abrirnos a esas necesidades y presentárselas. En un momento del diálogo, el Señor va a lo profundo del corazón y le dice ¿dónde está tu marido? Podemos intuir la sorpresa de la mujer. Se pasa de la comunicación a algo más íntimo, más personal, y el Señor toca con delicadeza sus vergüenzas y heridas profundas. Esta es la invitación, a acercarnos a las heridas del otro con delicadeza, descalzandándonos. Esa mujer se siente interpelada y responde no desde la negación o desde la mentira. Confiesa su verdad más honda y se abre desde la conversión al misterio del amor. Jesús desea propiciar en ella y en todas las personas un camino interior de conversión, de cambio de actitudes. Desea ayudarnos a recuperar la dignidad profunda de ser hijos de Dios. Podemos intuir la delicadeza de Jesús en la manera de referirse a las heridas. Quizás para nosotros también la invitación es, que aquello que debo soltar a lo que estoy mal aficionado. Desórdenes, vicios, compulsiones que nos roban libertad y que nos roban alegría interior.

Vamos a pedir al Señor la gracia de poder soltar y de poder dejarnos mirar por su misericordia. En aquel proceso de transformación se comienza a gestar en la samaritana un camino profundo. Pasa de ser una mujer que se esconde y de vergüenza a ser la anunciadora del Reino de Dios, una evangelizadora para todo su pueblo, para toda su cultura, para toda su gente. Que podamos sentir todos en este tiempo que vivimos como Iglesia, el llamado a ser evangelizadores, a ser anunciadores de la misericordia del Padre. Vengo de una experiencia muy profunda de Iglesia compartida junto a casi 200 personas de América Latina en Brasilia. El corazón, desde la conversación espiritual, ha podido crecer en dinámicas de acercamiento al otro, de tender puentes para ir soñando juntos la Iglesia del futuro. Te invito a que también tú te acerques, te hagas parte, te comprometas. Te doy la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.