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Mons. Antúnez: “Tenemos necesidad de dejarnos transfigurar el corazón, que cada uno de nosotros podamos reflejar hacia afuera la belleza del Resucitado”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Puerto de Encuentro” (Radio María 103.3 FM) y “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) de este Domingo 6 de agosto de 2023 (Fiesta de la Transfiguración del Señor).

Un saludo muy grande para toda la audiencia. El evangelio de este domingo nos coloca delante de una de las escenas más bellas, la de la transfiguración. El Señor toma consigo a Pedro, a Santiago y Juan, para hacerlos vivir una experiencia única. La experiencia de poder contemplar al Resucitado, quedarse con sus sentidos extasiados delante de la presencia gloriosa del Señor, que aparece luminoso en la cima del monte. Es la belleza del amor compasivo, el amor compasivo que que salva al mundo. El Señor desea blindar el corazón de sus amigos para la experiencia que vivirán próximamente, la experiencia de la Pasión. Para que en el fondo del corazón guarden la memoria de que el final del camino es el Señor resucitado. Es la gloria, es el gozo, es la belleza, es la verdad, es la unidad. También te invito a que te dejes llevar por el Señor a lugares de transfiguración. Subas junto a Él al monte. Subir al monte es estar en la presencia de Dios. Es en la cercanía de Dios. Es mirar la vida desde un aire de altura, es tener la capacidad de tomar distancia, es objetivar la propia existencia. Pedro, delante de esta experiencia dice Señor, ¡qué bien estamos aquí! Es la experiencia de la consolación, es el sentirse habitados por el Espíritu Santo, es el sentirse unificados por dentro.

Aparecen también Moisés y Elías, dos de los profetas del Antiguo Testamento y el Cristo resucitado como centro de la creación. El Señor invita a sus amigos a vivir esta experiencia, pero después descender del monte, llevar la contemplación del Resucitado a tantos lugares de nuestro mundo que están atravesados por la fealdad, por la violencia, por la falta de sentido de la vida, por la experiencia de falta de fraternidad. Tantos lugares donde se necesita esta experiencia del Resucitado. Tenemos necesidad de dejarnos transfigurar el corazón, que cada uno de nosotros podamos reflejar hacia afuera la belleza del Resucitado, que nuestros sentidos, extasiados por el contemplar al Señor, lo podamos transparentar. Y uno de los signos que nos permitirá transparentar al Señor es es el de la sonrisa. Siempre me impresiona aquellas personas que son capaces de mantener mansedumbre en el alma, equilibrio emocional y capacidad de seguir sonriendo aún en medio de las dificultades. Y tomo aquí de Martín Descalzo sus razones para la alegría, un texto donde él habla de la sonrisa que nos puede venir muy bien. Una sonrisa, dice él es más un arte que una herencia. Es algo que hay que construir pacientemente, laboriosamente. Con qué se pregunta, con equilibrio interior. Con paz en el alma. Con un amor sin fronteras. La gente que ama mucho sonríe fácilmente. Porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad interior a sí mismos. Un amargado jamás sabría sonreír, menos un orgulloso. Un arte que hay que practicar de manera profunda, laboriosa.

Aprender en la vida, dejando que la alegría interior vaya iluminando todo cuanto a diario nos ocurre e imponiendo a cada una de nuestras palabras la obligación de no llegar a la boca sin haberse chapuceado antes en la sonrisa. A la luz de la transfiguración del Señor, te invito a preguntarte ¿Cómo está tu sonrisa? ¿Qué preocupación, qué inquietud, qué temor, qué ansiedad te está robando la alegría? Nuestro corazón se ha ido acostumbrando a la queja, a la desesperanza. Te invito a que lo conviertas delante del Señor transfigurado y desde ese corazón poder, como veíamos, descender a los lugares necesitados de la experiencia de la belleza y también generar vínculos transfigurados, relaciones hondas, humanas, vínculos íntimos que reflejen justamente esta alegría y el gozo del Señor resucitado. Cuando vivimos relaciones sanas, fundadas en el amor, el respeto, cuando somos capaces de arrodillarnos frente al misterio de toda persona humana, cuando generamos en la iglesia grupos que sean reflejo de la cultura del encuentro. Somos capaces entonces de mostrar hacia afuera la imagen de una Iglesia transfigurada.

¿Qué debemos ordenar en los vínculos para que reflejen la alegría y la paz, signos del Resucitado? Vamos a pedir entonces esta gracia que nos extasiemos en el corazón desde la contemplación del Señor. Que podamos descender a lugares de dolor, llevando de esta paz interior. Que podamos reflejar en nuestro rostro ya la alegría del Señor Resucitado. Este será el mejor de los testimonios, unidos sí a la Palabra, pero sobre todo al gesto sereno de quienes saben que su vida está en buenas manos. De quienes tienen una tierra. De quienes tienen un techo. De quienes tienen una casa y de quienes tienen una promesa de eternidad. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.