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Mons. Antúnez: “Te invito y me invito en este tiempo pascual a realizar este proceso, este camino… Necesitamos anunciar al Señor Resucitado que vive y está presente en medio nuestro”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Puerto de Encuentro” (Radio María 103.3 FM) y “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) (Domingo 23 de abril de 2023, III Domingo de Pascua).

Un saludo grande para toda la audiencia. Continuamos en este tiempo de Pascua acompañando al Señor Resucitado que nos trae dos grandes signos: la alegría y la paz interior.

En el evangelio de este domingo se nos narra como Jesús camina al lado de los discípulos de Emaús, aquellos que, desesperanzados, desilusionados por la experiencia de la pérdida, aquellos que no creyendo el relato de las mujeres que han ido al lugar de la sepultura y han encontrado la piedra corrida, deciden marcharse. Muchas veces también nosotros vivimos esta experiencia similar a la de los caminantes de Emaús, que desilusionados, desengañados, nos alejamos de la comunidad y caminamos hacia lugares donde muchas veces nos saliéramos. ¿Qué formas toman para cada uno de nosotros los Emaús? ¿Hacia donde huimos en la vida? Frente a las pérdidas, tenemos que elaborar los resentimientos que se pueden instalar en el propio corazón. Estos pueden endurecerlo al corazón y volverlo frío y distante, en la medida en que lo dejamos., puede volverse un modo de ser, de juzgar la realidad, de tratar a las personas. Y este resentimiento comienza a impregnar nuestras palabras, nuestros comentarios, nuestros juicios, nuestros modos de obrar. Y nos volvemos personas escépticas, desesperanzadas, desilusionadas. La segunda posibilidad que te invita a vivir es que integres en Dios las experiencias de pérdida que vas viviendo.

El Señor camina a nuestro lado como junto a los discípulos de Emaús, y nos va preguntando por el sentido del dolor en nuestras vidas. Cuando entramos de verdad en lo hondo del corazón, constatamos que por debajo de los escepticismos hay un ansia de amor, de unión, que no desaparece a pesar de todo. Jesús va encendiendo nuestros corazones. Y pregunta, como a los discípulos de Emaús ¿de qué habla tu corazón? Casi como si nos dijese ‘háblame de tus ausencias, de aquellas cosas que te entristece, de aquellas cosas que te ilusionan’. Podemos ir narrando ante el Señor las pérdidas y cuando uno las narra ante el Señor, se produce aquella oración de lamentación que abre nuestro dolor a Dios y permite reconfigurar lo desde otro lugar. El Señor nos invita a mirar la misma realidad desde otra prisma, desde el prisma del Resucitado. El Señor nos dice que es necesario muchas veces en la vida atravesar momentos de desolación, de cruces, de pérdidas, los fracasos, pero que no son el final del camino, que son antesala del triunfo hacia la vida, hacia la resurrección, hacia el amor. Te invito a que también releas tus experiencias de pérdida en clave de resurrección y sobre todo, que vivas la hospitalidad. Aquellos peregrinos que se dirigen a Emaús invitan a este forastero a quedarse a su casa. Quédate con nosotros, le dicen. Todavía no lo reconocieron, pero les brota ese sentimiento de hospitalidad. Quieren recibir al peregrino que ha caminado a su lado. Y este hecho de recibir al peregrino le cambia la perspectiva.

¿Lo invitamos al Señor a nuestra casa? ¿Queremos que se quede con nosotros cuando anochece? Los discípulos de Emaús no sólo lo hacen pasar, sino que lo invitan a compartir la mesa. La mesa es el símbolo de la intimidad. La mesa es aquel lugar donde en familia nos preguntamos cómo hemos vivido nuestro día, dónde nos damos ánimo entre nosotros. Es el lugar donde se cuentan y se narran las historias. Es el espacio de sonrisas y de lágrimas. La mesa compartida. Sentado a la mesa del Señor, vuelve a partir el pan, y al partir el pan abre los ojos y el corazón. El entendimiento de estos discípulos de Emaús y ellos recuperan la alegría perdida, recuperan el brillo en los ojos, el calor en el corazón y reconocen que aquel peregrino fue convirtiendo nuevamente su corazón en una brasa viva que está encendida y que quieren anunciar nuevamente a la comunidad que el Señor está presente en medio de nosotros. Levantándose al momento, vuelven a Jerusalén, vuelven contentos, vuelven gozosos, se calzan las sandalias, se ponen en camino.

Llama la atención este proceso de la desesperanza a la ilusión de la huida de la comunidad, a volver al centro de la misma anunciando al Resucitado. Del quedar afincado en la herida. A ser sanadores heridos que cuenten a otros las experiencias del Resucitado. Te invito y me invito en este tiempo pascual a realizar este proceso, este camino, este tránsito, esta Pascua. Necesitamos una vez más, anunciar al Señor Resucitado que vive y está presente en medio nuestro y que el Señor te bendiga a ti, a tu comunidad. Ya en las cercanías, cada vez más de la próxima beatificación de Jacinto Vera, que será para todos un motivo de consuelo, de ilusión y de esperanza. Te invito a llevar este consuelo del Resucitado a cada una de las radios de tu vida, a tu familia y a tu comunidad. Y que el Señor te bendiga, el que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.