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Mons. Antúnez: “Poco a poco podremos ir realizando elecciones verdaderamente espirituales, interpretando cada vez más claramente los signos de Dios”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 16 de octubre de 2022 (XXIX Domingo del tiempo durante el año), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

Un saludo muy grande a toda la audiencia. El Evangelio de este Domingo vuelve a insistir sobre la necesidad de la perseverancia en la oración. Sobre la importancia de la insistencia en la petición. Sobre el valor de ensanchar los deseos para que Dios los pueda colmar.

Se nos invita a entrar en comunión con el Señor e imitarlo en su oración al Padre. Cuando no vemos los frutos en la oración, cuando no percibimos muchas veces la experiencia de ser escuchados por Dios, en general tendemos a desanimarnos. ¿Por qué nos sucede que sentimos que Dios no nos escucha? Qué pasa en nuestra vida espiritual? Que en las peticiones muchas veces giramos sobre los deseos del yo anárquico, egoísta, narcisista. Un teólogo, Karl Rahner nos dice “debemos ser hombres de Dios y más sencillamente hombres de oración, con el valor de arrojarnos en el misterio del silencio que se llama Dios, y de recibir aparentemente una respuesta que brota del silencio con la fuerza de seguir creyendo, esperando, amando y por lo tanto, orando. En el fondo, cuando más se avanza en la vida espiritual, más se penetra en el misterio del silencio de Dios. Uno mismo se va haciendo silencio. Amar como orar, es alojar a Dios en las propias entrañas y dejar que el proyecto, los deseos, la vida de Dios, inunde nuestros proyectos, nuestros deseos, nuestra vida. Y esto es, paradójicamente, aquello que nos integra.

Aprender a orar es gracia, pero es también un proceso que requiere de nuestra parte esfuerzo, disciplina, trabajo por unificar las energías dispersas. Aceptación que las actitudes que vamos teniendo con los demás van cultivando o favoreciendo o por el contrario, alejando la relación con Dios. Si vamos cultivando una atención más descentrada al yo, si vamos creciendo en nuestra capacidad de apertura, de escucha, de respeto ante el misterio de los demás, seremos cada vez más capaces de acoger a Dios, de dejarlo entrar en nuestras vidas. Aprender a orar, por tanto, es permanecer en ese combate. Es aguantar como un centinela en la noche a que llegue la aurora. Es adentrarse sin miedo en la nube que se oculta y que a la vez revela una presencia que nunca puede ser dominada. Es mantenerse en medio del lago, aunque el viento sea contrario, hasta que de madrugada alguien deje ver su rostro y oír su palabra.

La oración es, antes que nada, un encuentro interpersonal. Es un diálogo de amistad, con quien sabemos que nos ama. Israel vivió la experiencia de un Dios que quería hacer alianza con Él. El que ora tiene que estar abierto a una cierta enajenación, porque el amor de Dios desplaza nuestro centro de gravedad y nos introduce en una tierra desconocida en la que nuestros mapas, planos y previsiones muchas veces resultan inservibles. Se tratará, por tanto, la oración de un cierto éxodo del yo, de un salir de nuestro propio amor, querer e interés para penetrar en el misterio de una presencia que lo invade todo, que lo permea todo, que lo impregna todo. El gran desafío, por tanto, será la docilidad al actuar de su Espíritu en nuestra realidad. No tenemos del otro lado un juez que no escucha nuestros clamores. Tenemos a un Dios compasivo y misericordioso, que escucha los clamores de su pueblo, que empatiza con sus sufrimientos, que mira la realidad con ansias de compasión. ¿Cómo nos habla Dios? ¿Cómo descubrir su presencia? ¿Cómo decodificar lo que espera de nosotros? Hay una manera que consiste en interrogar a tu afectividad. Si gozas de paz duradera, de una alegría espiritual, puedes decir que los proyectos que los acompañan a tus sentimientos son queridos por Dios, pues el Espíritu Santo obra siempre en la alegría, en la paz, en la dulzura. Si, por el contrario, estás triste, desanimado e inquieto, puede suponer que el proyecto está inspirado por el mal espíritu. Esto nos conduce necesariamente a la conexión existente entre oración y discernimiento de espíritus y toma de decisiones.

Poco a poco podremos ir realizando elecciones verdaderamente espirituales, interpretando cada vez más claramente los signos de Dios. Ya se trate de grandes decisiones o de pequeñas opciones en la vida, ¿te animas a salir de tu zona confortable y caminar en senderos espirituales nuevos? ¿Estás dispuesto a colaborar con el Señor en su obra de redención? Pidamos la gracia y ofrezcamos nuestra libertad y que Dios nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.