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Mons. Antúnez: “Bendigo y alabo al Padre porque sigue soplando su Espíritu Santo en medio nuestro”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Puerto de Encuentro” (Radio María 103.3 FM) y “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) (Domingo 9 de julio de 2023, XIV Domingo del Tiempo durante el año).

Un saludo muy grande para toda la audiencia. En el marco de mi visita pastoral a la Catedral que comencé el domingo próximo pasado y que concluiré en una primera etapa este próximo domingo, quiero, como en el Evangelio como Jesús, alabar al Padre, alabar al Padre, porque oculta su sabiduría a los sabios y a los prudentes, y las revela a los sencillos. ¿Qué Sabiduría? La sabiduría de entregar la vida. La sabiduría de donar la vida. La sabiduría de perder la vida.

En estos días he experimentado encuentros muy profundos. Muy hondos, con miembros de la comunidad, Ministros de la Eucaristía, Ministros de la Esperanza. Personas que comparten su tiempo, su energía, su saber en la animación litúrgica, en el canto y la música. He podido también encontrarme con aquellos que llevan la buena noticia del Evangelio a lugares más periféricos de la ciudad sectores de pobreza, de exclusión, donde llevan su persona, su presencia, su alegría, el pan de la palabra y el pan concreto de compartir con los que menos tienen. Alabo al Señor porque sigue develando a mi corazón la belleza de la misión, porque me muestra esto de ser personas invitadas a esta vocación en común, de anunciar el Evangelio. Alabo a Dios porque nos regala la riqueza de encontrarnos en un tiempo tan individualista, tan atomizado, tan fraccionado, poder construir comunidad, poder sentir que caminamos juntos, poder reflexionar en comunicaciones hondas y profundas. Poder adorar a Dios en la Eucaristía y también reconocerlo presente en los hermanos más pobres. Esa es la sabiduría que Cristo nos quiso revelar y por la que, una vez más, como Él, alabo al Padre.

El Señor también en el Evangelio, nos invita a acudir a Él si estamos afligidos y si estamos agobiados, poder vaciar en Cristo nuestras preocupaciones, nuestras inquietudes, nuestros miedos, nuestras angustias. En estos días también hemos podido crecer en fraternidad, conversar de corazón a corazón, abrirnos a la tierra sagrada del encuentro, presentar al Señor aquello que nos aqueja por dentro. Y desafiar también a la Iglesia a ir más allá en su tarea evangelizadora, tratando de llevar a otros el consuelo del Señor, su esperanza, su misericordia, su bondad, su amor. El Corazón de Cristo. Este corazón abierto nos espera. Sigue esperando a tantos, a tantos adolescentes y jóvenes, algunos de los cuales he podido reunirme con ellos y he tenido la oportunidad de conocer más profundamente sus historias. Sigue esperando a tantas personas afectadas por dinámicas de adicción. También he podido reunirme con personas que comparten ese programa de ‘amor exigente’ que busca brindar encuadre, cercanía y acompañamiento a las personas que están afectadas por las adicciones. Espera a tantos que han experimentado el duelo. Aquí también he tenido la oportunidad de encontrarme con el grupo de viudez.

Quiero alabar a Dios por tanta experiencia de carisma, de dones, por su Espíritu Santo que sigue soplando en medio nuestro como Iglesia. El Señor nos invita a cargar su yugo. Su yugo, que es cargar la cruz. Es llevar junto a Cristo el límite, la vulnerabilidad, la herida, aquello que en definitiva muchas veces nos cuesta reconciliar en nosotros, aceptarlo, integrarlo y caminar con ellos. Bendigo y alabo al Padre por su misericordia. Bendigo y alabo al Padre porque sigue soplando su Espíritu Santo en medio nuestro. En esta Iglesia de San José. Invitada a ser una Iglesia en salida, una Iglesia evangelizadora, una Iglesia de la misericordia y de la compasión.

Que a la luz del Evangelio también todos podamos sentir la invitación a acercarnos al Corazón de Cristo, a abrirnos a Él, a dejar entrar a su Espíritu Santo en nuestra libertad, en nuestras decisiones, en cómo procesamos los sentimientos que vivimos, en cómo buscamos que Él sea cada vez más centro de nuestra existencia y que el Señor nos bendiga, el que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.