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Mons. Antúnez: “Que hoy la gracia a pedir sea la apertura al Espíritu Santo, dejarnos moldear por Él y referenciarlo a los demás con nuestras palabras y nuestros gestos”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 5 de junio de 2022 (Solemnidad de Pentecostés), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

Celebramos en este Domingo la fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo que se derrama sobre cada uno de nosotros. La persona amor de la Trinidad, a la que somos invitados a conocer, a ahondar en ella, a profundizar, es quizás la menos conocida de las personas de la Trinidad. Las experiencias religiosas muchas veces las nombramos como venidas de Dios o descubrimos al Jesús de la historia, pero al Espíritu cuesta reconocerlo. La persona del Espíritu no tiene rostro ni figura humana y tampoco palabra propia. Su palabra es la de Jesús y el Padre. Es la persona amor en la Trinidad, que refleja la comunicación amorosa de las otras dos y nos regala sus dones.

¿Dónde lo podemos ver al Espíritu?, lo vemos encarnado en Jesús, en sus gestos, en su actuar, en el misterio de la Encarnación. Lo vemos en la Iglesia donde trabaja la Iglesia, que es santa por ser habitada justamente por el Espíritu y que es pecadora por ser formada por hombres. Lo vemos en el corazón de cada uno de nosotros. Ese buen espíritu que trabaja en nuestro interior es el que suscita aquellas mociones, los movimientos interiores que inspiran, los gestos más entregados de nuestra libertad, se nos derrama en la imagen del fuego y del viento. En el libro del Génesis se nos recuerda cómo Dios sopla y da a las personas su Espíritu. Es el primer soplo, el creacional, aquel que nos hace imagen y semejanza de Dios. Dios sopla sobre la naturaleza del hombre y lo hace espiritual, capaz de encuentro con Él, capaz de apertura a lo trascendente. El fuego nos habla de una nueva creación. Viene a derramar en nosotros la pasión.

En el libro de Joel se nos relata que dicho Espíritu se derrama sobre todos los hombres, tanto sobre los hombres libres como sobre los paganos. El mismo no hace distinción de personas y nos habla de universalidad, de apertura al otro, de búsqueda de estar cerca de aquellos que viven en los márgenes a quien tenemos que llevar justamente la alegría contagiante y el fuego del Espíritu.

El Señor resucitado nos regala su Espíritu, sopla sobre nosotros y nos envía en misión. Esta imagen de Iglesia en salida que nos recuerda la exhortación “Evangelii Gaudium”. Una Iglesia que no debe ser autorreferencial, sino que está comprometida por el mensaje que porta. El mensaje que nos invita a salir, a buscar, acompañar, a provocar. Cada uno lleva en su corazón un sueño de Dios, y nuestro trabajo principal en la vida debería ser el de profundizar y discernir la misión.

¿Para qué Dios me ha dado esta vida? ¿Qué respuesta quiere de mis capacidades? En esto el Espíritu Santo nos da luz y nos da claridad para el discernimiento. ¿Por qué se nos hace difícil encontrar muchas veces la misión? Muchas veces, como el profeta Elías, buscamos al Espíritu en las grandes cosas. Aquel lo buscaba en el terremoto, en los grandes signos físicos y Dios lo visitaba en la suave brisa. Hoy podemos hacer la analogía de esperar las visitas de Dios en los grandes sucesos y Dios nos visita en las pequeñas alegrías de la vida cotidiana, en la amistad sincera, en el reencuentro, en el perdón, en la comunicación, en el servicio sencillo.

Debemos agudizar la mirada y los sentidos para reconocer la presencia del Espíritu que nos invita a amar al estilo de Jesús. ¿Dónde buscar al Espíritu? El trabajo hondo lo realiza en el fondo del corazón. Necesitamos, por tanto, tener momentos de silencio para escuchar su suave voz. Momentos de reflexión en medio del frenesí, para descubrir cuando actuamos movido por él o cuando, por el contrario, nos vamos desfigurando como personas por el mal ejercicio de nuestra libertad. En esta sociedad de consumo y conectada siempre a lo tecnológico, la invitación es a conectarse al corazón. Dejar de huir de nosotros mismos y sentir la suave brisa del espíritu.

Bienvenido, Espíritu Santo. ¿Eres tú? Pasa. No te quedes a la puerta. No sabía si vendrías. Lo esperaba. Lo deseaba. Lo anhelaba. Pensaba si sería sólo para los importantes, los sabios, los santos, los perfectos. Te enseñare un poco mi casa. ¿Quieres? Está un poco abandonada. Ya lo ves. Hay algo de desorden. Hay también algo de barro en los rincones y en el pasillo. Quizás tú, que eres aire fino, lo limpies todo. No tengas miedo de soplar. Me agrada que estés aquí. Tengo tantas cosas que contarte. Que hoy la gracia a pedir sea ésta la apertura al Espíritu Santo, dejarnos moldear por Él y referenciarlo a los demás con nuestras palabras y nuestros gestos. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.