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Mons. Antúnez: “que el Señor nos ayude a ser como estas vírgenes prudentes que guardaron el aceite, porque lo invirtieron de la mejor manera, amando”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en “Palabra de Vida” a través de RADIO MARIA URUGUAY FM 103.3 y FM 92.7 de este Domingo 12 de noviembre de 2023 (XXXII Domingo del tiempo durante el año).

Un saludo muy grande para toda la audiencia. Vivimos una cultura caracterizada por el individualismo, la cultura que exalta el placer individual narcisista, la autoimagen. La cultura que muchas veces ahoga en cada uno de nosotros las preguntas trascendentes por el sentido de la vida. Que nos invitan a detenernos frente a las decisiones a tomar, que nos invitan a la reflexión, que sugieren profundizar, ahondar, prever.

La prudencia es una virtud que está fuera de moda. Esa sana distinción que nos lleva muchas veces a detenernos en los cruces de caminos y preguntarnos cuál es el más oportuno, el más pertinente, el que nos lleva a la fidelidad honda, a la conciencia, a la búsqueda, en definitiva, de la voluntad de Dios para nuestras vidas. Y nos puede pasar como la imagen del evangelio de este Domingo, que seamos como esas jóvenes necias que frente al retraso de la venida del esposo, es decir, frente a la paciencia de Dios, frente al tiempo que el Señor nos regala de existencia para acumular tesoros en el cielo, frente a este Dios misericordioso que mira una y otra vez con detalle nuestras flaquezas, nuestras vulnerabilidades, como posibilidades de crecer, de madurar. Podemos, en definitiva, no aprovechar el tiempo oportuno.

Esto es lo que sucede con con la imagen de la necedad. La necedad tiene que ver con con la falta de previsión. Tiene que ver con la cerrazón a los aprendizajes, tiene que ver con la soberbia. O el vivir detrás de las distracciones de turno, detrás de el placer del momento. Que nos hace personas carentes de raíces firmes, sólidas y también carentes de mirada, de altura, de mirada, de trascendencia. Eso es lo que sucede con las personas que carecen del aceite necesario cuando llega el esposo. Es decir, cuando en definitiva el Señor nos invite a a dar cuenta de nuestra existencia. Cuando el Señor, en definitiva, nos invite a al examen más importante, que es aquel que debemos dar en el amor. Cuando el Señor, en definitiva, nos pregunte ¿Qué hemos hecho con los talentos, las cualidades, las capacidades, los dones que Él nos ha regalado?

Nos puede suceder como esta imagen de que el Señor arriba en el momento menos pensado. Y carecemos, carecemos de la reserva del aceite necesaria. Por lo tanto, te invito y me invito a vivir la vida con, con prudencia, a vivir la vida cuidando la lámpara encendida, la lámpara que es el símbolo de la fe, la luz que llevamos cada uno de nosotros, la luz que significa ese regalo que se nos ha confiado, que es una luz frágil, pequeña, que hay que alimentar con la oración, con la vida espiritual, con la misericordia, con los actos de compasión para con el otro. Vamos a pedir la gracia de no vivir la vida distraídos de, de ser prudentes, de invertir la existencia en el aceite de lo que no es efímero, en aquello que en definitiva ilumina nuestra existencia y la de los demás. Ese aceite es vivir la vida amando, vivir la vida enraizado en Dios y desde Dios, en la caridad, en el amor hacia los demás. Así podemos estar tranquilos y serenos. Aún con la lucha espiritual, que todo esto suponga frente a la paciencia de Dios en nuestros procesos personales.

Considero que que la vida es una gran oportunidad de aprendizaje para amar, que el Señor nos concede el tiempo para utilizarlos de manera adecuada, descubriendo la propia misión, respondiendo a las preguntas fundamentales de la existencia y en definitiva, colocando el tesoro en lo que no se pierde, es decir, aquello que entregamos, que damos, que ofrecemos para con los demás. Paradójicamente de la vida lo que queda es aquello que hemos soltado, aquello que hemos amado, aquello que hemos entregado. Y cuando queremos muchas veces ahorrar la existencia, esconder el talento. Por miedo, por parálisis, por estar distraídos, por falta de previsión. Sucede que en realidad perdemos la vida.

Vamos a pedir la gracia entonces de aprovechar la existencia. El tiempo oportuno es aquí. Es el hoy, es ahora. Es este el momento de la salvación. Pidamos la gracia de vivir la vida, no con miedo, no con parálisis, pero tampoco con distracciones y necedad. Y que el Señor nos ayude entonces a ser como estas vírgenes prudentes que guardaron el aceite porque lo invirtieron de la mejor manera, amando y de esa manera, cuando el esposo nos llame a dar cuenta de nuestra existencia, podemos abrir las manos y ellas reflejarán los rostros, los nombres, las historias de tantas personas a las que hemos intentado amar. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.