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Mons. Antúnez: “Pidamos la gracia, como Pedro, de poder reconocerlo como Mesías, como nuestro Salvador, como aquel que da sentido profundo a nuestros pasos”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en “Palabra de Vida” a través de RADIO MARIA URUGUAY FM 103.3 y FM 92.7 de este Domingo 27 de agosto de 2023 (XXI Domingo del tiempo durante el año).

Un saludo muy grande para toda la audiencia. Hace 2000 años, un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿Quién dicen ustedes que soy? La historia no termina aún de responderse y frente a esta pregunta surgen muchas imágenes dependiendo del interlocutor. El que lo preguntaba era simplemente un aldeano que hablaba a un grupo de pescadores. Nada hacía sospechar que se tratara de alguien importante. Vestía pobremente él y los que lo rodeaban, era gente sin cultura, no poseían títulos ni apoyos, no contaban con armas ni poder alguno. Eran odiados por los poderosos, pero tampoco los pobres terminaban de entenderlos. Los violentos lo consideraban a él débil y manso, y los custodios del orden lo juzgaban, en cambio, violento y peligroso. Los hombres del culto lo despreciaban y le temían. Había dedicado su vida a alabar a Dios. Pero los ministros oficiales de la religión de su pueblo lo veían como un blasfemo y un enemigo del cielo. Eran ciertamente muchos los que lo seguían, pero a la mayoría les interesaba más los gestos asombrosos que hacía o el pan que repartía que las palabras que salían de sus labios. A lo largo de su vida. La incomprensión fue uno de los signos que acompañó su vida. En ocasiones encontraba consuelo alejándose de las multitudes y buscando su identidad en la oración junto al Padre.

La tarde de aquel Viernes Santo, cuando la losa del sepulcro se cerró, nada hacía sospechar que su recuerdo perduraría en algún sitio fuera del corazón de aquella mujer que estaba junto a la cruz y de algunas mujeres más. Y sin embargo, 20 siglos después, la historia sigue girando en torno a aquel hombre media humanidad cuando se pregunta por sus creencias. Sigue usando su nombre para denominarse. Su historia ha servido como inspiración para al menos la mitad del arte que se ha producido en el mundo. Y cada año, decenas de miles de hombres y mujeres dejan todo su patria, su familia, su costumbre, su tierra para seguirle.

¿Quién es este hombre por quien tantos han muerto, en cuyo nombre se han hecho también tantos gestos de entrega? ¿Quién es este personaje que parece llamar a la entrega total o al odio? ¿Quién es y qué hemos hecho de él y su mensaje? ¿Cómo hemos usado o traicionado su voz? ¿Su palabra es bálsamo que cura o es morfina que duerme? ¿Quién es? Te invito a que te lo preguntes al fondo del corazón. Conocerlo no es una curiosidad, es mucho más que un fenómeno de la cultura. Es algo que pone en juego nuestra existencia. Él asegura que creyendo en él, el hombre salva su vida e ignorándole la pierde. Se presenta como camino, verdad y vida. Por lo tanto, si esto es verdad, nuestro camino, nuestra vida, cambian según sea nuestra respuesta.

¿Qué pasos damos para conocerlo a Él por dentro? Bajamos ante él también las barreras y dejamos que conozca nuestra intimidad. Jesús, el Cristo es un prisma con demasiadas caras para ser abarcado en una sola vida. Y como los hombres somos cortos y contemplamos la realidad por el microscopio de nuestra experiencia, es así como cada generación ha ido descubriendo tales o cuales facetas de la vida de Cristo. El de los primeros cristianos era alguien que no se terminaba de entender que algunos hablaban de su resurrección, que vivían en el gozo de la nostalgia de haberlo perdido. El Cristo de las grandes disputas teológicas de los primeros siglos es aquel cuyo misterio se trata de penetrar con la inteligencia humana.

En el Medioevo, por ejemplo, el Cristo es el caballero ideal, a quien cantan las grandes epopeyas avanzando en busca de justicia y junto a esta imagen poderosa, el Cristo más humano, más tierno, más amigo de los pobres y pequeños, el Cristo de Francisco de Asís. En los finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, surgirá la llamada razón crítica y se hablará de su persona como un sueño que no ha existido, creado por el inconsciente humano necesitado de liberación. Hacia los ’70 surgirán teorías reveladoras de Cristo, las que ven en el aspecto puramente interior y lo consideran un reformador social. A la luz de las diversas imágenes de Cristo, podemos asumir que es un misterio que no lo podemos abarcar con nuestros esquemas humanos. El gran desafío es hacer un camino interior de encuentro con el Resucitado.

Pidamos la gracia, como Pedro, de poder reconocerlo como Mesías, como nuestro Salvador, como aquel que da sentido profundo a nuestros pasos. Y recemos también por el Papa y la Iglesia, por aquellos que continúan con la misión de sembrar las semillas del Evangelio, la Buena Noticia del Resucitado, liberando el corazón de las ataduras del pecado y de todo aquello que oprime la persona humana. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.