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Mons. Antúnez: “Pidamos al Señor que podamos redescubrir el don inestimable del bautismo y que el Señor nos quiera seguir liberando la mirada y el corazón”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Puerto de Encuentro” (Radio María 103.3 FM) y “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) (Domingo 19 de marzo de 2023, IV Domingo de Cuaresma)

Un saludo muy grande para toda la audiencia. En la primera lectura de este Domingo se nos relata la elección de David como rey, en donde se ve claramente que Dios no mira como mira al hombre, Dios ve el corazón. Creo que esto constituye una gracia a seguir pidiendo en este tiempo de Cuaresma, que nuestra mirada gane en profundidad, en hondura, en sabiduría. Sólo desde allí podremos crecer en la capacidad de profundizar que quiere Dios de nosotros y de la realidad que se nos confía. Esta mirada de Dios, en verdad, mira el corazón humano y aparecerá también reflejada en el Evangelio, en cómo Jesús mira la realidad del dolor, la postración como Jesús descubre en cada persona humana un hijo de Dios necesitado del encuentro y como fruto del encuentro con Jesús, se genera en la persona una vida en abundancia.

En el Domingo anterior se nos presentaba la imagen del agua viva, aquella que calma la sed. En este domingo aparece el Señor como luz del mundo que viene a iluminar a todas las realidades necesitadas de su presencia. En el centro del Evangelio se encuentra el encuentro entre Jesús y este ciego de nacimiento, al que Jesús le restituye la vista y lo realiza a dicho milagro con el barro, con el símbolo del barro, que nos remonta a la primera creación, donde Dios toma el barro, crea al hombre y le regala su Espíritu Santo. El Señor, por tanto, remite a una nueva creación. Se presenta como el nuevo Adán que viene a redimirnos y viene a darnos la vida en abundancia. En la piscina de Siloé, el ciego de nacimiento se lava y comienza a ver, y en la figura de este ciego de nacimiento podemos sentirnos todos simbolizados. Hemos sido creados para la experiencia del encuentro con Dios, pero muchas veces las cegueras oscurecen nuestra mirada y nos nubla la percepción. La recuperación de la vista desde el punto de vista simbólico, quiere reflejar el abrirse a la fe, el adquirir conciencia del amor original de Dios que ilumina nuestras vidas. ¿Cuáles son las cegueras que oscurecen nuestra mirada y que embotan nuestro corazón? ¿Que luces, por el contrario, nos encandilan y contribuyen a nuestra ceguera personal? Muchas veces vivimos la vida detrás de luces. Encandilan hombres que son espejismos que no conducen a nada. El éxito a cualquier precio. La vanidad, la superficialidad que seduce nuestros sentidos, el poder vivido como imposición sobre el otro y la mentira disfrazada que busca algún beneficio personal. Son encandilante antes porque ciegan la mirada al encuentro con el Señor y con el servicio a los demás, dejando a un lado el mandamiento del amor. Cada uno en su examen personal. En este tiempo de Cuaresma puede poner nombre a dichas cegueras, a dichas cegueras que constituyen el pecado y pedir la gracia de la conversión, el salto de fe para confesar a Jesús como luz del mundo, para poder reconocer los aspectos que necesitamos convertirnos.

Todos tenemos necesidad de la luz de Dios que viene a iluminar nuestras tinieblas, nuestras zonas de sombras que se ocultan por vergüenza en nosotros, por incoherencias consentidas, por debilidades no trabajadas. Quizás, por tanto, la gracia a pedirle a este Señor que vea, que vea tu mirada con ojos nuevos, que vea la realidad desde tu prisma, que vea a los ver a los demás con tu mirada de compasión y de compromiso. Animarnos, en definitiva, a asumir este camino interior de conversión del corazón y madurar en el proceso de crecimiento humano y espiritual.

El ciego de nacimiento realiza un proceso profundo de conversión, un itinerario en su relación personal con Jesús. Al principio habla de Jesús como aquel hombre que se llama Jesús, después se refiere a él como un profeta y finalmente afirma que cree en el Hijo del Hombre y se postra ante él. Este proceso pedagógico del ciego de nacimiento también nos coloca a nosotros en nuestro propio proceso sacramental, como el bautismo nos hace venir hacia la luz mediante el renacer del agua y del Espíritu Santo. El evangelista también contrapone la imagen del ciego de nacimiento que se encuentra con Jesús, con los fariseos, con los judíos religiosos de su tiempo, que, sintiéndose en la verdad, se cierran a la luz y se enceguecen en sus prácticas religiosas. Una vez más, el sábado es presentado como el centro de discusión, y la absolutización del mismo conduce a la condena de Jesús por saltarse esta prerrogativa. Podemos hablar, por tanto, de una ceguera inicial que se abre a la fe. En el caso del ciego de nacimiento y de una soberbia poseedora de la verdad, en el caso de los fariseos, que viendo los signos, se cierran a la visita de Dios. Cuando nos sentimos orgullosamente poseedores de la verdad, cuando nos cerramos al diálogo, cuando no reconocemos el encuentro con el otro como fuente de revelación de Dios. Cuando olvidamos que el camino de Dios es la humildad, en verdad nos alejamos del camino del Señor y de reconocer a Él como luz del mundo.

Pidamos al Señor entonces que podamos redescubrir el don inestimable del bautismo y que el Señor nos quiera seguir liberando la mirada y el corazón. En este sábado, que también son las vísperas de San José, nos confiamos a él como nuestro patrono. Y también pedimos para Emiliano Emiliano García, que recibe el diaconado, toda la gracia del Señor, que se derrame en él en abundancia, que le conceda un corazón de buen Pastor, cercano a Dios y cercano a su pueblo. Y que el Señor nos bendiga el que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.