Home»NOTICIAS»Mons. Antúnez: “¡Lázaro, sal fuera! Sal fuera de las zonas de muerte, de postración, de parálisis. Sal fuera de la oscuridad, de las tinieblas, de aquello que te angustia”

Mons. Antúnez: “¡Lázaro, sal fuera! Sal fuera de las zonas de muerte, de postración, de parálisis. Sal fuera de la oscuridad, de las tinieblas, de aquello que te angustia”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Puerto de Encuentro” (Radio María 103.3 FM) y “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) (Domingo 26 de marzo de 2023, V Domingo de Cuaresma).

Un saludo para toda la audiencia. Sabemos muy poco de la vida cotidiana de Jesús, ¿de qué hablaba en las horas en que no anunciaba el Reino de Dios? ¿Con quién comentaba los sucesos del día? Lo que sí conocemos es que uno de los rincones donde él descansaba se encontraba en la amistad en Betania con Marta, María y Lázaro. De acuerdo a los datos que nos brindan los evangelistas, era su casa un lugar de intimidad, un lugar donde compartir el alma, los sueños, los proyectos. Para cada uno de nosotros resulta importante el cultivar espacios de amistad, de gratuidad, de encuentro, donde podamos compartir a corazón abierto nuestros sueños, nuestros deseos, nuestras inquietudes. Donde podamos también integrar nuestras debilidades y flaquezas en conversaciones profundas, honestas, sinceras. Todo esto representaba Betania para Jesús, y más concretamente, aquella casa que había abierto sus puertas a la hospitalidad. Se nos detalla por el evangelista Juan que María era la misma que había derramado perfume sobre los pies de Jesús y los secó con sus cabellos, en aquella escena muy bella, llena de misericordia y de compasión.

Aquí se nos relata que envían a decir al Señor El que tú amas está enfermo. Ni siquiera especifican que él venga, se limitan a decir que está enfermo. Podemos intuir que, conscientes del grado de amistad de Jesús, intuirían que aquel se acercaría con la mayor diligencia y prontitud. Sorprende la respuesta de Jesús y mucho más su demora en acudir en visita de sus amigos. Esta enfermedad, dice, no es mortal, es para gloria de Dios. Jesús es consciente del mensaje que desea transmitir. Pero podemos comprender los sentimientos de las hermanas, su ansiedad, su sensación de orfandad, su cuestionarse ¿Dónde está el amigo en estos momentos de gran dolor? ¿Por qué no ha hecho nada? No se animan a formular en su corazón palabras más fuertes. Pero de fondo, los gestos de Jesús, su aparente negligencia, su omisión, constituyen una traición a la amistad.

Podemos pensar ¿no habían sido ellas testigos de la resurrección de la hija de Jairo? ¿Su corazón no podría atreverse a soñar esto para su hermano? Quizás esta posibilidad que ellas mismas habían vivido junto al Maestro, ahora no entra en su horizonte y se limitan a desear tan solo una compañía que alivia los dolores y el sufrimiento familiar. En el fondo de su corazón late, por tanto, una gran lucha interior, una mezcla de bronca, decepción, oscuridad.

¿Cuándo me siento decepcionado por Jesús? ¿En qué situaciones no me sentí escuchado? Necesitamos purificar la imagen de Dios una y otra vez, pasar por el tamiz del examen nuestras expectativas en la fe y en la amistad con el Señor. En este contexto comienzan a sucederse las visitas de pésame que eran sagradas en la tradición religiosa de los judíos. Conversaciones durante varios días, vigilias de día y de noche que sucedían a lo largo de la semana posterior al fallecimiento de las personas queridas. No sería extraño pensar que muchos acudirían también a Betania con la esperanza de ver allí a Jesús, el Maestro, el Rabí. Muchos fariseos, aprovechando la ocasión, habrían multiplicado las ironías respecto a la credibilidad de su mensaje y su persona. Más adelante aparece relatado por el evangelista Juan “Ha dado la vista al ciego, curado a otros. Podría haber hecho más por su amigo”. En este contexto de decepción se nos muestra la imagen de la vuelta de Jesús a la casa de sus amigos. La llegada de él no podría pasar inadvertida en el pequeño poblado. Al enterarse de esto, Marta sale a su encuentro mientras María permanece en la casa. Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Es la frase con la que recibe al Señor. ¿Qué hay detrás de estas palabras? ¿Reproche, acusación, reclamo de su ausencia? Pero aún así afirma Se, no obstante, que cuanto pidas a Dios, Él te lo concederá. Allí se da el diálogo sobre la fe de Marta, que concluye en la confesión. Creo, Señor, que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo. Una bellísima confesión de fe, un olvidarse de sí misma y de su dolor para confesar su más absoluta confianza que Jesús es el Cristo y ante él postrarse. En su camino va a buscar a su hermana, que, llorando ante Jesús, produce en él una profunda conmoción.

El suyo es el llanto de la compasión, de la solidaridad. Las suyas son las lágrimas de la fraternidad. ¡Quiten la piedra! ¡Lázaro, sal fuera! Sal fuera de las zonas de muerte, de postración, de parálisis. Sal fuera de la oscuridad y de las tinieblas. Sal fuera de aquello que te angustia. Te roba la alegría y la plenitud. Sal fuera de tus enredos y ansiedades. Sal fuera, hacia la luz, hacia la vida, hacia la gracia. ¿De qué zonas de muerte debo alejarme? ¿Dónde está la vida en abundancia? ¿Cuáles son aquellas vendas de las que me debo desatar para caminar con una mayor libertad interior? Podemos detenernos en Lázaro? ¿Qué significaron para él estos días? ¿Qué fue para él la vida posterior? En verdad no lo sabemos. En Jesús, la segunda vida después de la resurrección fue inmortal y en eterna. En Lázaro, sólo un anuncio, un milagro de la vida de Dios. El milagro nos anticipa el poder de Dios y nuestra gloria futura como resucitados. Pidamos al Señor que nos siga preparando el corazón para la Pascua y que Dios nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.