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Mons. Antúnez: En el Padre Nuestro “se pone el acento en el pan cotidiano y en la dinámica del perdón. Un Padre que es incondicional en el amor, que es misericordia”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 24 de julio de 2022 (XVII Domingo del tiempo durante el año), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

“Un saludo muy grande a toda la audiencia. El Domingo pasado reflexionábamos sobre la necesidad de encontrar una síntesis entre la contemplación y la acción. Nos preguntábamos cómo hacer esta síntesis creativa que nos ayude a integrar la dimensión de la praxis, la dimensión de la justicia social, de la equidad en la distribución de los bienes de la tierra Y también la mística, la oración, el silencio, la interioridad. Deseábamos ser como María que, sentada a los pies del Señor, escucha su Palabra.

En este Domingo el Evangelio nos pone delante una catequesis de Jesús sobre la oración. La misma brota del pedido de uno de sus discípulos Maestro, enséñanos a orar. Enséñanos los secretos para entrar en la intimidad del corazón de Dios. Para dejarnos atrapar por su misterio de amor, para captar algo de su lógica de la misericordia. Continuamos, por lo tanto, en esa actitud reverencial de María y nos sentamos a los pies del Señor para escuchar qué nos dice Él sobre el corazón del Padre.

Jesús empieza detallando el Padre Nuestro en la traducción de Lucas, que pone el acento en el pan cotidiano y en la dinámica del perdón. Un Padre que es incondicional en el amor, que es misericordia, que es bondad entrañable, que nos mueve a buscar el nosotros de la convivencia y la fraternidad, que impulsa al perdón y a la reconciliación.

Cuando pienso en Dios, ¿qué imagen se me viene al corazón? ¿Brota en mi interior un sentimiento básico de confianza, de seguridad, de ser mirados y sostenidos?. O ¿nos florece una extraña sensación de angustia y autoexigencia? Esto nos ayuda a ir integrando la adecuada imagen de Dios. Continúa Jesús su catequesis con la visita del amigo inoportuno, que nos remite a la necesidad de la insistencia en la petición y la actitud orante. Nos habla de pedir, buscar, encontrar.

Me gustaría, por lo tanto, profundizar en la importancia del deseo, el deseo que late en nuestros corazones. La oración nace en cada uno de nosotros, de nuestra situación de filiación, de nuestras vulnerabilidades que se abren a Dios para pedir y para agradecer. Ser hombres y mujeres de grandes deseos nos remite a la necesidad de tener búsquedas espirituales profundas, hacernos preguntas y buscar junto a Dios, educar la libertad en la experiencia del encuentro. El deseo en cada uno de nosotros brota de una insatisfacción existencial, aquella de sentirnos que hemos sido creados para la experiencia del encuentro con Dios y que tenemos un fondo trascendente.

Algunas de las tentaciones que dificultan la vida de oración son el racionalismo, aquel que prescinde del lado oscuro y latente de la realidad, pretendiendo dominarlo todo desde la razón. El psicologismo que sospecha de los deseos como escapatorias evasivas y reduce al ser humano al mero psiquismo. El individualismo conformista que, cegado por el consumo, anestesia nuestras búsquedas, el activismo compulsivo que nos hace creer que no necesitamos de nadie y que podemos solucionarlo todo con nuestro esfuerzo voluntarista.

¿Con cuál de estas tentaciones u otras nos sentimos identificados? ¿Qué pasos podemos dar para abrirnos al misterio de Dios en la oración? Insistir, permanecer, clamar, esperar, son verbos edificados sobre la roca de una convicción que también para lo gratuito tenemos que disponernos. Aprender a orar es una gracia, pero también es un proceso que requiere de nuestra parte esfuerzo, disciplina, perseverancia, trabajo por unificar en nosotros las energías que están dispersas. Conectar, por tanto, la oración con la vida constituye un desafío en el camino de la integración. Si vamos cultivando pacientemente una atención descentrada de nuestro yo, si vamos creciendo en la capacidad de escucha y en el respeto ante el misterio de los otros, iremos siendo cada vez más capaces de acoger a Dios en el fondo del corazón. Dejarlo entrar en nuestras vidas sin condiciones y de poder permanecer ante él cuando nos parece que en verdad está ausente y que solamente está suscitando nuestra perseverancia.

La fe y la vida brotan por lo tanto, de esa conexión interna en el fondo de nuestro corazón. La oración, por lo tanto, no debe conducirnos a un aislarnos de la realidad, sino a mirar la realidad con los ojos y el corazón compasivo de Cristo.

¿Qué miedos se nos despiertan al ponernos en oración? ¿Qué resistencias tenemos a dejarnos moldear por su Espíritu? En esa actitud de descalzarnos ante el misterio surge la posibilidad para todos del llamado y la misión. De allí brota la intimidad y el encuentro. La configuración de nuestro corazón con el modo de sentir del Señor.

Pidamos la gracia para esta semana de nacer de nuevo, nacer del Espíritu. Crecer en los grandes deseos y tener la capacidad de insistir. Permanecer, perseverar en la oración y en la vida espiritual y que el Señor nos bendiga, el que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.