Home»NOTICIAS»Mons. Antúnez: “el final del camino de la Cuaresma no es la muerte en la cruz, no es la tumba vacía, es la Resurrección, es la vida en abundancia, es la vida de Dios que vino a iluminar al mundo”

Mons. Antúnez: “el final del camino de la Cuaresma no es la muerte en la cruz, no es la tumba vacía, es la Resurrección, es la vida en abundancia, es la vida de Dios que vino a iluminar al mundo”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) de este Domingo 10 de marzo de 2024 (IV Domingo de Cuaresma)

Un saludo muy grande para toda la audiencia, de momento de reflexión. Continuamos con el camino hacia la Pascua en este tiempo de Cuaresma que la Iglesia nos ofrece como instancia de cambiar el corazón, de acercarlo al Señor, de volver a Él, que viene a redimirnos, a salvarnos, a darnos la vida en abundancia.

Se nos presenta la imagen de Cristo como aquella serpiente que en el Antiguo Testamento Moisés levantaba en alto como símbolo de la sanación al pueblo de Israel, que muchas veces se alejaba del Dios Yahveh y elegía a otros dioses. Cristo es la imagen de Dios hecho hombre que viene a nosotros y que es colocado simbólicamente en la cruz. La cruz simboliza para nosotros la fuente de la vida, la fuente de la salvación. Es redimensionada la cruz de instrumento, de condena e instrumento de salvación. Dios envía a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo, sino para salvarlo y para que todos los que creamos en él tengamos una vida plena, una vida en abundancia.

El camino de Jesús ha sido siempre un camino de descenso. Siendo Dios, se hace hombre, siendo hombre, se hace un servidor de todos. Es decir, el camino es el de la ‘kenosis’, el del abajamiento. La única vez en que el Señor es puesto en alto es, en este caso, el símbolo que representa la cruz. La nueva serpiente, aquella serpiente como símbolo medicinal que Moisés colocaba en alto en el Antiguo Testamento. Hoy es Cristo la medicina de Dios, el Hijo de Dios, hecho hombre, venido en carne, que viene a redimirnos, a salvarnos, a darnos la vida en abundancia.

Quizás en este tiempo de Cuaresma nos podemos preguntar ¿Qué necesita nuestra vida de conversión? Qué áreas, que zonas? ¿Qué aspectos de nuestra vida necesitan redención? También en el Evangelio se nos dice que la luz vino al mundo y los hombres muchas veces preferimos las tinieblas a la luz. Hoy queremos decirle al Señor que también su luz venga a iluminar nuestras zonas de sombras, aquellas áreas oscuras del corazón que necesitan de conversión. Que la Luz del Señor también entre en todas las dimensiones de nuestra existencia, para que nuestra vida se vuelva luminosa, clara, diáfana, se reflejará en la claridad, en la mirada, en el corazón liberado, en las manos abiertas a la caridad y a la compasión.

¿Qué áreas también de nuestra vida necesitan ser iluminadas? ¿Necesitan de la luz de Dios? Vamos a pedir como gracia también, que la luz que vino al mundo, Cristo, luz del mundo, que lo vamos a representar en la Pascua, en el cirio pascual, no quede en nuestra vida sin iluminar las dimensiones de nuestra existencia que necesitan ser reconciliadas. Vamos a pedir también cada uno de nosotros, ser pequeñas luces, pequeños fuegos que enciendan otros fuegos, pequeños fuegos que nos recuerdan la luz de nuestro bautismo y que podamos también iluminar a otros.

Es también este IV Domingo de Cuaresma, el Domingo de Laetare, que nos habla de la alegría pascual. Un recuerdo de que el final del camino de la Cuaresma no es la muerte en la cruz, no es la tumba vacía, es la resurrección, es la vida en abundancia, es la vida de Dios que vino a iluminar al mundo. Pidamos la gracia de aprovechar este tiempo, de vivirlo con intensidad, con hondura cercano al Señor, y que Él, tocando nuestra vida, tocando nuestro corazón, nos ayude en el camino de la conversión y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.