Mons. Antúnez: “El amor, en definitiva, es aquello que nos mantiene vivos. Y el desafío para cada uno en la propia vocación es el re-enamorarnos”
Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en “Palabra de Vida” a través de RADIO MARIA URUGUAY FM 103.3 y FM 92.7 de este Domingo 29 de octubre de 2023 (XXX Domingo del tiempo durante el año).
Un saludo muy grande para toda la audiencia. Nos disponemos en este Domingo a hablar del amor. Amor a Dios, amor al prójimo. Palabra que se utiliza mucho pero que en verdad entendemos poco su significado y sus implicancias. Enfocamos lo fundamental. Al fin de cuentas, en la vida del hombre no existe más que una pregunta que será lo fundamental. ¿Soy yo el centro de mí mismo y vivo pensando en mis beneficios? O por el contrario, ¿tengo un espíritu volcado hacia afuera, hacia arriba, hacia los demás, hacia una mirada de autoaceptación de mi interior? Aclararnos, en definitiva, si hice de mi yo el ídolo o mi corazón ha crecido en capacidad de descentrarse. Mucho de la propuesta de nuestro mundo al hablar del amor gira en torno al auto centramiento, al deseo compulsivo de utilizar al otro para paliar nuestra soledad, a la búsqueda narcisista de la auto exaltación, lo que en el fondo esconde un engaño de egoísmo enmascarado en ropajes de amor. Allí debemos pedir la gracia de purificar nuestro amor para que el mismo nos conduzca a la alegría y la paz interior, que son los dos grandes frutos que regala el Espíritu Santo.
La pregunta por el amor refiere a lo fundamental de nuestra vida. Venimos al mundo fruto del amor de alguien que nos soñó, nos pensó. Y mucho de la felicidad depende de la capacidad que desarrollemos a lo largo de nuestra vida en dar amor y en dejarnos amar. El verdadero amor es aquel que nos saca de nosotros mismos, el que nos lanza hacia afuera, el que nos enriquece. Nada está perdido, dice Gabriel Marcel. Para un hombre que sirve a un gran amor, que vive una verdadera amistad. Pero todo está perdido, para el que optó por la soledad del egoísmo.
Amor de amistad. Amor de pareja. Amor consagrado a Dios, pero amor, en definitiva, vivir la vida enamorados. Y me viene aquella oración de El P. Arrupe, antiguo general de los jesuitas, que decía: “Enamórate. Nada puede importar más que encontrar a Dios, es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida, ¿qué es lo que te saca de la cama en la mañana? ¿Qué haces con tus atardeceres? ¿En qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, lo que te sobrecoge de alegría y gratitud? Enamórate. Permanece en el amor. San Ignacio de Loyola, en ‘Las contemplaciones de los Ejercicios Espirituales’, nos dice que el amor se ha de poner más en obras que en palabras, y que el amor consiste en una comunicación del amante al amado, de lo que tiene o puede. Amor en gestos. Amor que consiste en comunicación a todos los niveles.
¿Cómo está nuestra comunicación en el amor? ¿Cómo están reflejándose los gestos de amor que lo hacen al mismo creíble? Los detalles son aquellos que impide que el amor se quede en una fórmula aprendida, estudiada, sabida. Desde la encarnación del Hijo de Dios, el amor humano y lo divino se expresan en gestos que realizamos por los demás. ¿A quién estoy llamado a mirar para generar en ellos vida? Mi amor sabe de aguante, sabe de compañía y en eso me viene una historia que relato de Raúl Follereau que él dice: ‘Visitando una leprosa en una isla del Pacífico. Le sorprendió que entre tantos rostros muertos y apagados hubiera alguien que conservaba unos ojos claros y luminosos que se iluminaban con un gracias cuando le ofrecían algo. Cuando preguntó qué era lo que mantenía este hombre con vestigios de humanidad, alguien le dijo que observara sus conductas por las mañanas y vio que apenas amanecía, aquel hombre acudía al patio que rodeaba la lepra. Sería y aparecía el rostro de una mujer arrugada que sonreía. El hombre comulgaba con aquella sonrisa y sonreía él también. El rostro de la mujer desaparecía, pero el hombre tenía el alimento para seguir soportando una nueva jornada. Era su mujer. Al verla comentaba el leproso ‘Sé que estoy vivo’.
El amor, en definitiva, es aquello que nos mantiene vivos. Y el desafío para cada uno en la propia vocación es el re-enamorarnos. Si por extrañas circunstancias el amor se nos fue vaciando, puede ser las rutinas, las heridas de la vida, las frustraciones, la imagen de Dios. Dios no es un concepto abstracto. Finalmente no es una verdad teológica, no es una norma fría. El Dios que nos revela Jesús es compasivo, que nos ama incondicionalmente y que nos mira desde una lógica de misericordia y perdón.
Al final de nuestros días, la pregunta finalmente será ¿Has amado? ¿Qué has hecho de la fuerza amorosa que puse en tus manos? Pidamos entonces la gracia de arriesgar los talentos y cualidades de arriesgar los dones, entregarlos, ofrecerlos, ofrecerlos como fuerza transformadora en el amor y para el amor. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.