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Mons. Antúnez: “Clamar a Dios libera nuestro corazón, agranda nuestros horizontes y también nos saca del yo egoísta”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en “Palabra de Vida” a través de RADIO MARIA URUGUAY FM 103.3 y FM 92.7 de este Domingo 20 de agosto de 2023 (XX Domingo del tiempo durante el año).

Un saludo muy grande para toda la audiencia. El Evangelio de este domingo nos presenta un singular ejemplo de fe en el encuentro que se da entre Jesús con una mujer cananea, una extranjera en relación a los judíos. La escena tiene lugar mientras Jesús está en camino hacia las ciudades de Tiro y de Sidón, en el norte de Galilea. Es allí donde la mujer implora a Jesús que sane a su hija, dice el Evangelio que sufre por estar atormentada por el espíritu del mal.

Podemos intuir la preocupación de esta madre en tiempos de Jesús. Numerosas enfermedades de origen psíquico estaban atribuidas al actuar de las fuerzas del mal. Podemos contemplar los tormentos de la joven, su exclusión de la sociedad, su falta de armonía interior. Entrar en el sufrimiento, contemplarlo, nos acerca a tantos que en nuestro tiempo continúan padeciendo, experimentando privaciones, sintiendo internamente dinámicas de enredos, aflicciones, dudas e inquietud que el mal espíritu siembra en el corazón humano. El Señor, en un primer momento parece no escuchar ese grito de dolor hasta el punto de suscitar la intervención de los discípulos que interceden por ella. En verdad, los discípulos no se muestran empáticos, sino que simplemente presentan al Señor su molestia por los gritos. La aparente distancia de Jesús, las quejas de los discípulos, no desanima a esta madre que insiste en su invocación.

¿Cómo resuena en nosotros esta aparente distancia de Jesús? ¿Desde donde nos vinculamos con las necesidades de los demás? ¿Intercedemos en la oración por quienes necesitan una palabra de aliento, de consuelo? ¿Hacemos de puente o levantamos barrera? La fuerza interior de esta mujer le permite superar cada obstáculo. Sigue adelante en su búsqueda, motivada por su amor de madre, unido a una secreta confianza en que Jesús va a atender su pedido. Es la tenacidad y la fortaleza de la mujer la que va a suscitar el signo. Su perseverancia, lo que permitirá que la gracia de Dios se manifieste.

Pienso y reflexiono ¡Qué importante que es la tenacidad, la insistencia en la vida espiritual! Pareciera que el Señor quisiera sondear los deseos de nuestros corazones para ver su profundidad y su hondura. En efecto, en ocasiones Dios retrasa la concesión de aquello que anhelamos, que esperamos para que nuestro deseo se purifique, para que crezca en amplitud y en horizontes. Esta actitud es contraria a nuestro tiempo, que reclama ansiosamente la obtención de los frutos y cuestiona la validez de seguir caminando en la petición. Frente a la aparente no respuesta de Dios a nuestras inquietudes y deseos. Clamar a Dios libera nuestro corazón, agranda nuestros horizontes y también nos saca del yo egoísta. El amor intenso hacia su hija le induce a gritar Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Algo en su interior la invita a no desanimarse y continúa avanzando en los gestos. Se acerca aún más a Jesús y arrodillándose, le suplica Señor, ayúdame.

Sus gestos son de grandes mesura en las confianzas. Sus palabras reconocen en ese caminante al Mesías de Dios, aquel que puede dar la vida en abundancia. Ese grito me remite a tantos gritos silenciados que somos invitados a traer a nuestra oración. Martín Descalzo pensaba en esta línea y nos decía “A veces me pregunto si Dios no debería concedernos a los humanos un don. concedérnoslo una sola vez en la vida y que durante cinco minutos que se hicieran el mundo un gran silencio y que, como por milagro pudiéramos escuchar durante esos cinco minutos todos los llantos que se lloran en el mundo. Que escucháramos los ayes de los hospitales, los gritos de las viudas, los huérfanos, experimentar el terror de los agonizantes, su angustiada respiración, experimentar el hambre de millones de millones de hambrientos ¿Quién lo soportaría? ¿Quién podría cargar sobre sus espaldas las lágrimas que se lloran en el mundo?”

Esta mujer cananea genera en Jesús una gran admiración. Mujer, qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que has deseado. Y desde ese momento quedó sana su hija. Esta humilde mujer es indicada por Jesús como un ejemplo de fe. Se nos presenta a la verdadera como un icono de confianza en el poder de Dios. Su insistencia en el invocar la intervención de Cristo es para nosotros un estímulo a no desanimarnos, a no desesperarnos, cuando muchas veces somos oprimidos por las pruebas de la vida. El Señor no deja de mirar nuestras necesidades. A veces, si se retrasa en la concesión de aquello que deseamos, es para fortalecer nuestra fe. Confiemos, por lo tanto, en el Espíritu Santo para que nos ayude a perseverar en la fe. El Espíritu es aquel que infunde audacia en los corazones de los creyentes, que da nuestra vida y nuestro testimonio cristiano, la fuerza de la convicción y de la persuasión, y nos anima a vencer la incredulidad hacia Dios y la indiferencia hacia nuestros hermanos. Que la Virgen Santísima nos conceda a todos en esta semana la gracia de una fe fuerte, llena de amor y un amor que sepa hacerse suplica, suplica valiente a Dios. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.