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Misa Crismal 2023

El Obispo de la Diócesis de San José de Mayo (San José y Flores) presidió la Santa Misa Crismal, al término del Encuentro Diocesano, en la Basílica Catedral y Santuario Nacional de San José el miércoles santo.

La celebración fue concelebrada con todos los sacerdotes de San José y Flores. En la celebración se consagró el Santo Crisma y se bendijeron los demás óleos (Catecúmenos y para los Enfermos).

En esa celebración, los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales.


Compartimos el texto de la homilía de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en la Misa Crismal (Basílica Catedral de San José, 5 de abril de 2023, Miércoles Santo)

En esta celebración los textos de la liturgia nos hablan de la cercanía compasiva de Dios, nos permiten ahondar en su lógica de entrega amorosa. Frente a los desafíos de nuestro tiempo: las desigualdades, la cultura del descarte, el individualismo, la inequidad en la distribución de los bienes de la tierra, el Señor se nos presenta como aquel que posee el espíritu y es ungido para “llevar la buena noticia a los pobres, vendar los corazones heridos, proclamar la liberación de los cautivos…y consolar a los que están de duelo” …

Los invito a entrar en su lógica amorosa, dejarnos ungir por el Señor y reavivar nuestro compromiso con su evangelio. Junto al salmista también afirmamos “su fidelidad amorosa” sostenida en el tiempo, los detalles de su amor que se han manifestado a lo largo de nuestras vidas. Nos sentimos herederos de una rica historia diocesana, de personas que nos han marcado, nos han señalado un camino. Desde la memoria agradecida, la invitación es a caminar hacia adelante dejándonos inspirar por la suave voz del Espíritu Santo que habla en nuestro interior.

En el “encuentro diocesano” nos hemos encontrado desde nuestro compromiso común del bautismo, desde sentirnos habitados en nuestro interior por la persona amor de la Trinidad, que hace morada en nuestro corazón e inspira sus mociones. Deseo invitarlos a continuar profundizando en nuestras comunidades la conversación espiritual, que podamos crecer en la intimidad compartida, sintiendo que en la tierra sagrada del corazón Dios moldea nuestros corazones.

¿Qué espacios de participación estamos invitados a crear? ¿Cuáles de los ya existentes debemos potenciar?

Sueño una iglesia diocesana con comunidades vivas, renovadas en el Espíritu, capaces de brindar espacio a nuevos relatos, historias, vivencias, aquello de hospital de campaña donde todos puedan restaurar sus heridas y continuar caminando en plenitud. Los invito a soñar caminos nuevos que nos lleven más allá de lo conocido, que nos animemos a desafiar nuestros límites con la confianza que Dios trabaja cuando vamos más allá.  

Jesús en el Evangelio proclama la buena noticia en la sinagoga donde se había criado. Allí en el ambiente que lo ha visto crecer, aporta la novedad de la relación con los demás, con el Padre, una mirada nueva sobre la religión, colocando el amor como horizonte de comprensión de toda la realidad. El Señor en su Espíritu recrea todas las cosas y el desafío es seguir pensando juntos “odres nuevos” que puedan recibir el vino nuevo que se nos ofrece.

Odres nuevos que contengan la inquietud de los adolescentes y jóvenes, odres nuevos que sepan recibir a los heridos en sus compromisos vocacionales por la separación o las pérdidas. Odres nuevos para recibir a los sencillos que no tienen voz en nuestra sociedad, odres nuevos para acompañar a nuestros ancianos, odres nuevos para renovar nuestras pastorales con la creatividad entusiasta del Espíritu Santo.  

En esta celebración realizaremos la renovación de las promesas sacerdotales y bendeciremos los oleos. Deseo que podamos reflejar en nuestros gestos sacerdotales la actitud del Señor de compasión que sale al encuentro, que seamos también “sanadores heridos”, que llevemos a las personas con las que nos encontremos la paz interior que brotan de las heridas curadas por el Señor. El desafío será el de mostrar un ministerio sacerdotal que viva gozosamente la alegría contagiante del Señor, una alegría sencilla que se refleja en el equilibrio emocional y una esperanza sin fronteras.

El Papa nos destaca la importancia de evitar el clericalismo, vivir nuestro ministerio desde el servicio, desde la actitud humilde de quien sabiéndose pecador recibió una gracia desbordante que supera nuestras capacidades humanas. Quiera Dios que reflejemos cada vez más nítidamente su compasión, la pasión por la Eucaristía y la cercanía afectiva con los más sencillos de nuestro pueblo.

Para esto los invito y me invito a cuidar la intimidad con el Señor, poder en el silencio del corazón tener una oración apostólica llena de rostros, nombres, historias. Esta integración nos llevará a ser personas consagradas que mantengan viva la fuente del consuelo. Allí en lo secreto del corazón nos develará el Espíritu Santo, las mejores respuestas para acompañar con cercanía al pueblo fiel de Dios, en tiempos de tanto relativismo y cambio.

La delicadeza en la conversación nos introducirá en el misterio de las personas a nosotros confiadas y nos ayudará a dar mejores respuestas a la misión que se nos confía. En tiempos de ansiedad ontológica, de falta de profundidad, la escucha espiritual constituye un ámbito imprescindible para hacer crecer por dentro a cada una de las personas, respetando sus procesos.

Que Jacinto Vera que será proclamado beato próximamente interceda por nuestras intenciones, que su imagen de pastor apasionado nos ayude a vivir la iglesia en salida, misionera, que con pasión va a buscar a toda persona humana porque se siente poseedora de una buena noticia que la desborda.  

Pidamos al Señor nos conceda la gracia de continuar caminando juntos como iglesia diocesana, que su Espíritu nos siga modelando para reflejar mejor en nuestros gestos el amor que está a la base de su entrega amorosa por nosotros, que crezcamos en conciencia renovada del liderazgo común compartido y nos potenciemos mutuamente en nuestros compromisos vocacionales.