Home»NOTICIAS»Mons. Antúnez: “toda persona humana con la cual entremos en relación nos reflejará el rostro del Señor”

Mons. Antúnez: “toda persona humana con la cual entremos en relación nos reflejará el rostro del Señor”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) de este Domingo 3 de marzo de 2024 (III Domingo de Cuaresma)


Un saludo muy grande para toda la audiencia. De momento de reflexión en este domingo, que es el tercero de Cuaresma. En la primera lectura se nos detalla el decálogo que nos presenta un Dios que toma la iniciativa en favor de su pueblo, un Dios que elige al pueblo de Israel como el pueblo de su heredad, que lo libera de la esclavitud y que lo invita a reconocer su primacía. No tendrás otros dioses delante de mí. Un Dios que es celoso, que lucha en favor de su pueblo y que invita a la fidelidad. Los mandamientos intentan brindarnos la clave para la convivencia y la búsqueda de la felicidad en las relaciones interpersonales. Entre otras claves, se nos recuerda la importancia de la alternancia entre el trabajo y el descanso. Acuérdate del día sábado para santificarlo.

¿Cómo vivimos la gratuidad? Como vivimos el domingo como día de familia. Aquí encontramos una clave para volver a la dimensión sapiencial de la propia vida. Este es un enorme desafío para los tiempos productivos e individualistas que vivimos, donde todo se mide con la lógica del usar y del tirar. Pienso que este tiempo de Cuaresma nos interpela al descanso, la oración y la vivencia adecuada de lo religioso en nuestra existencia. En esta dimensión de adecuada vivencia es que se nos presenta el Evangelio de este domingo. Jesús acude al templo de Jerusalén que lo encuentra corrompido en sus dinámicas. Un templo que ha perdido la dimensión de sacralidad, profundidad y se ha convertido en un lugar de comercio, un lugar de búsqueda de los beneficios personales. Afuera, la explanada del mismo se presenta como un paisaje atravesado por vendedores cambistas que tratan de obtener beneficios personales. Esta imagen es inadmisible para un alma limpia y sin doblez como la del Señor. Realiza él un látigo con cuerdas y comienza a derribar las mesas de los cambistas e interpelar a los vendedores de palomas. Uno de los criterios para detectar lugares verdaderos de culto consiste en la absoluta gratuidad de los mismos. Que el centro de experiencia esté dado por la pureza de aquello que se desea transmitir y no por el beneficio económico que se espera obtener.

Este beneficio económico y su búsqueda nos lleva a la entronización del dios dinero. De no utilizar como criterio para un servicio eclesial el beneficio económico que se espera obtener, sino algunas otras variables que nos aseguren la pureza de intención en lo que hacemos. Esto, que es fácil de decir muchas veces no resulta sencillo el vivir y con mucha frecuencia nos movemos también en lo religioso por el criterio de rentabilidad. Esta imagen nos remite a un Francisco de Asís y su moción interior delante de la cruz de San Damián, de reparar a su Iglesia, que ha perdido en su tiempo el norte ante la corrupción, su riqueza, que los ha alejado del servicio al necesitado y su vinculación acrítica con el poder de turno. Más recientemente, nuestro Papa nos recuerda esta misma clave cuando nos habla de una iglesia pobre y entre los pobres, cuando él mismo condena la corrupción o el ismo dentro de la Iglesia como una tentación que le viene dada de su mundanidad espiritual.

¿Qué resonancias produce en nuestro interior esta imagen de Iglesia? Qué sentimientos despierta a nuestra sensibilidad? Jesús, caracterizado por la mansedumbre, la humildad, la búsqueda de la reconciliación y el diálogo, nos sorprende con esta imagen. La condena del Jesús es a la corrupción del corazón humano comerciar con lo sagrado se nos viene al corazón. Dimensiones a purificar en nuestro camino hacia la Pascua. Poder reconciliar las veces en que aprovechamos un lugar, un puesto, una situación de beneficio en la Iglesia para ventajas personales, para nuestro enriquecimiento individual, para la satisfacción de nuestros intereses egoístas. Considero que la religión debería propiciar que toda persona humana pueda buscar genuinamente a Dios. Un canalizar los deseos más profundos del corazón. Un brindar itinerarios para la maduración, para la unificación del corazón. Un posibilitar canales para la experiencia de la misericordia de Dios y su perdón incondicional. Algunas de estas dimensiones aparecen expresadas en la vivencia de nuestra religión.

¿Qué debemos purificar de nuestra experiencia religiosa para hacer de la misma un signo creíble del verdadero encuentro con Dios? Frente al pedido de los judíos de un signo, Jesús nos habla de otro templo como el lugar de asiento, el corazón humano. Aquel lugar profundo desde el cual tomamos las decisiones en nuestra vida. Aquel lugar sapiencial que estamos llamados a dejarnos evangelizar. La corrupción del templo de Jerusalén es oportunidad de hacer nuevas todas las cosas, de recrear la vivencia de lo religioso y hacerlo el lugar universal de salvación.

Se abre para toda la humanidad una religión que no solamente se asienta en algunos lugares sagrados, sino que desde la contemplación se nos invita a vivir todo lo creado como reflejo del Creador. En especial, toda persona humana con la cual entremos en relación nos reflejará el rostro del Señor. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.