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Mons. Antúnez: “Que demos gratuitamente lo que gratuitamente hemos recibido. Queremos ofrecer nuestras personas a la misión, queremos todos experimentar la alegría del Evangelio”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Puerto de Encuentro” (Radio María 103.3 FM) y “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) (Domingo 18 de junio de 2023, XI Domingo del Tiempo durante el año).

Un saludo muy grande para toda la audiencia. En el día de ayer celebramos la festividad del Sagrado Corazón de Jesús. Ese corazón entregado por amor a cada uno de nosotros. Ese corazón que se ofrece, que se dona, que se entrega, que se brinda para que cada uno de nosotros, mirándolo, dejándonos interpelar por su corazón, podamos amar a su estilo.

Quiero recuperar una oración que nos compartía Martín Descalzo, que nos dice así. “Quiero hablar de un corazón diminuto y enorme. Algo tiraba de él que lo hacía abrirse a todos los hombres. Un corazón hecho para el amor. Un amor sin fronteras. Los niños lo entendían porque son expertos en cuanto al corazón. Vivió 33 años, abierto por las calles, dispuesto al encuentro con toda persona humana. Un día lo llevaron ante el tribunal, acusado de un horrible delito. El haber amado desmesuradamente. Aquello era excesivo para cuantos habían nacido con el corazón muerto. Aquello no podía tolerarse, era reo de nacer con demasiado corazón. Investigaron con la lanza el misterio de ese corazón y le respondió con sangre y agua. Lo enterraron con temor porque pensaron no sea que lo suyo sea contagioso. Sabían que después de muerto seguiría creciendo, repartiéndose en el mundo resucitado”.

Me sale pedir por una parte, que a la luz del corazón de Cristo podamos cada uno de nosotros también dejar entrar más profundamente el amor de Dios en nuestros corazones. Que podamos también desde ese lugar desde el cual tomamos las decisiones crecer en empatía, crecer en compasión. Y el Evangelio del domingo nos presenta delante la imagen del Jesús que envía en misión a sus apóstoles, a sus discípulos. Y precisamente al ver la multitud, tiene compasión. Ese corazón de Cristo compasivo que viendo la multitud y podemos decir también viendo la realidad de las personas, también hoy, que estaban fatigadas y abatidas, sin norte en la vida, sin sentido para su existencia como ovejas sin pastor, envía a sus discípulos a llevarles la buena noticia del Evangelio.

También hoy nos envía a cada uno de nosotros. Estamos compartiendo en la Diócesis de San José una experiencia misionera junto a la pastoral juvenil. El Señor nos invita a llevar a otros la belleza, el gozo, la alegría del Evangelio y nos dice que la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos, necesitamos manos. Necesitamos corazones, necesitamos experiencia de personas que sean capaces de colocar sus manos en la siembra. No está en nuestras manos la posibilidad de la solución de los problemas del mundo, pero sí frente a las problemáticas de la realidad de nuestro mundo, tenemos nuestras manos para ofrecer, para abrirlas. El Señor nos envía conociendo nuestra historia.

En el Evangelio se nos relata del domingo que elige a cada uno con nombre propio. A cada uno lo fue seduciendo, conociendo, enamorando. No elige para la misión los sabios y entendidos de su tiempo. Elige lo frágil, lo pobre, lo vulnerable. Un grupo de pescadores, un grupo de hombres con corazón grande, capaces de animarse a la tarea del anuncio del Evangelio. También entre sus apóstoles está Judas, es decir, el Señor en la libertad del amor. Ofrece incluso la posibilidad de la traición. El Señor nos envía en pobreza, nos envía a dar gratuitamente aquello que hemos recibido. Nos envía con confianza en su Espíritu Santo, que es el que trabaja. Nos dice que proclamemos que el Reino de Dios está cerca, que sanemos a los enfermos, es decir, que brindemos a las demás personas. La salud, la empatía y compasión que viene del Señor. Que también expulsemos demonios, es decir, ayudemos a las personas a desenredar dinámicas internas de esclavitud que el mal espíritu va sembrando en los corazones de todos.

Que demos gratuitamente lo que gratuitamente hemos recibido. Queremos ofrecer nuestras personas a la misión. Queremos todos experimentar la alegría del Evangelio. Queremos salir mostrando esta imagen de Iglesia samaritana, iglesia, hospital de campaña, iglesia de puertas abiertas que sale a anunciar a otros la belleza del Resucitado. Pido para todos estas dos grandes gracias. Un corazón similar al corazón de Cristo y la capacidad de entusiasmarnos por el mensaje del Evangelio y salir a anunciarlo a todos quienes necesitan de nuestras palabras, de nuestros gestos, de nuestro amor. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.