Home»NOTICIAS»Mons. Antúnez: “Pidamos la gracia de plantear el propio punto de vista desde el respeto al otro, pero no acallando una voz que en la sociedad necesita ser escuchada, la de la compasión y la solidaridad”

Mons. Antúnez: “Pidamos la gracia de plantear el propio punto de vista desde el respeto al otro, pero no acallando una voz que en la sociedad necesita ser escuchada, la de la compasión y la solidaridad”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 7 de agosto de 2022 (XIX Domingo del tiempo durante el año), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

“Un saludo a toda la audiencia. El evangelio de este Domingo nos sorprende. El Príncipe de la Paz, aquel que vino a traer la misericordia, a sembrar en el corazón de todos los hombres. La compasión se nos presenta hoy como aquel que ha venido a traer el fuego y también como factor de división en las familias. Sorprende e interpela. Quizás podamos preguntarnos de ¿qué fuego nos habla? ¿A qué se refiere con esta expresión? A mi corazón se me viene la imagen de Ignacio de Loyola enviando a Francisco Javier a las misiones, diciéndole ve e infámalo todo. Es como decir lleva al mundo más alejado el fuego de un amor que arde, apasionadamente. Pienso también en un San Alberto Hurtado que nos habla de ser fuego que enciende otros fuegos, y entonces el sentido de la expresión de Jesús puede empezar a clarificarse. ¿Cómo lograr que nuestro corazón tenga pasión por dentro? ¿Qué nos anestesia muchas veces, la libertad de cada uno en nuestras búsquedas profundas? ¿Qué nos va entibiado? El fuego de la fe. Atravesamos una realidad cultural marcada por la indiferencia religiosa, por el individualismo, por el pasotismo frente a las necesidades de los demás.

Vivimos tiempos de inercias consumistas que nos anestesian en nuestros deseos más profundos, con lo cual lograr encender hoy el corazón constituye un desafío aún mayor. Cuidar el fuego interior, cuidar la pasión, acrecentarlo, supondrá una atención delicada al interior. Un cuidado por avivar desde la oración la llama de la fe. Una interpelación a discernir aquellas frialdades culturales que amenazan el calor interior.

Dejemos, por lo tanto, que la Palabra de Dios venga a despertarnos de nuestros sueños, de nuestros bloqueos, de nuestras parálisis, de nuestras frialdades mezquinas y nos muestre el camino personal y comunitario de crecimiento.

Para unos, cuidar el fuego será volver a la oración más profunda, para otros, será el salir de sí hacia los demás en la solidaridad, en la compasión. Para otros será un vivir con una mayor hondura. La verdad personal para todos será, sin duda, un camino de conversión del corazón.

A la luz del Evangelio podemos caer en la cuenta de algunos reduccionismos que vivimos en la imagen del Señor, un Cristo pacifista, alejado del conflicto por la verdad y la justicia. Un Cristo espiritualista con una oración que nos conduce al intimismo y una fe desencarnada. Un Cristo ‘despotenciado’ de su capacidad de influencia en la sociedad. Un Cristo puramente ritualista, doctrinal, que no interpela en nuestra vida cotidiana. Con cuál de estas imágenes parciales muchas veces pactamos, hemos ido integrando como imagen del Señor, cuando en verdad le faltan un montón de dimensiones.

Se nos invita a una paz que emerge del conflicto espiritual, una paz que brota en el corazón cuando vencimos el buen combate de la fe, como nos dice las otras lecturas que acompañan a este Domingo al Evangelio. Estamos rodeados de una inmensa nube de testigos, nos dice la segunda lectura. Testigos que han sido capaces de vivir en su tiempo la radicalidad del Evangelio y el desafío de amar hasta el extremo. Testigos que hoy continúan inspirando el desafío de donar la vida. Santos de nuestro tiempo que nos inspiran a darnos hasta el final. Seguir al Señor supondrá tener la capacidad de caminar hacia delante cargando con la propia cruz, renunciando al gozo inmediato que se nos ofrece. Tantas formas adictivas de placer que anestesian nuestros sentidos, que nos roban lucidez interior sobre la propia misión. Luchar contra las malas inclinaciones del pecado en cada uno de nosotros tomara la forma de conocernos por dentro y detectar las dinámicas de tentación que, mirando nuestras debilidades, buscan entrar en el centro mismo de nuestra interioridad. Mantener el corazón despierto supondrá el examen diario y la libertad interior frente a todo lo creado.

El Señor nos invita a vivir una vida espiritual luchando contra las afecciones desordenadas, contra las dinámicas de mediocridad y sensualidad que nos roban el fuego de la fe, el calor interior de la pasión y de la entrega. En el Evangelio se nos habla a sí mismo de que el Señor ha venido a traer división en la vida familiar. Es una conflictividad que tiene su razón de ser cuando alguno de los integrantes desea vivir con hondura el llamado personal y la misión es la conflictividad que desprende del que emerge del desprendimiento interior y de la actitud de generosidad frente a una sociedad que acalla las búsquedas más radicales. Es una conflictividad que emerge de la búsqueda sincera de la felicidad en la línea de las bienaventuranzas.

Pidamos la gracia de eventual, de vivir los conflictos familiares que emergen del Evangelio con apertura y libertad. Pidamos la gracia de plantear el propio punto de vista desde el respeto al otro, pero no acallando una voz que en la sociedad necesita ser escuchada. La voz de la compasión y la solidaridad que nos invitan a dar la vida por los demás. Que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo”.