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Mons. Antúnez “La cruz está llamada a adquirir conciencia de resurrección”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en “Palabra de Vida” a través de RADIO MARIA URUGUAY FM 103.3 y FM 92.7 de este Domingo 3 de setiembre de 2023 (XXII Domingo del tiempo durante el año).

Un saludo muy grande para toda la audiencia. Jesús, en el evangelio del Domingo nos pone delante, en la crisis del discipulado, el anuncio del dolor, del sufrimiento, la experiencia de la pasión que le tocará atravesar a él y aquellos que quieran continuar con el camino de su seguimiento. La experiencia que han vivido sus discípulos es la experiencia de la fecundidad, la multiplicación de los panes, la experiencia de las curaciones, de las sanaciones, de los milagros. La experiencia de la sobreabundancia. Y el Señor anuncia a los suyos que aquel que quiera venir en pos de sí tiene que negarse a sí mismo y tomar la cruz.

Pedro pretende alejar a Jesús de esa experiencia y Jesús lo interpela duramente diciéndole ‘Retírate. Tus pensamientos no son los de Dios, no vienen del Espíritu Santo’ Podemos reflexionar entonces cada uno de nosotros cómo vivimos este camino de seguimiento, este discipulado del Señor, cada uno en la propia misión que nos toca. El Evangelio nos habla de estas dos dimensiones el negarse a sí mismo y tomar la cruz, negarse a sí mismo, tiene que ver con la capacidad que vayamos desarrollando en la vida de saber decir que no todos los sí que estamos invitados a pronunciar en nuestra vida el sí del camino del seguimiento, van unido a mociones que interpretamos como venidas de Dios, de su Espíritu Santo. Pero estas también van en continuidad con la capacidad que desarrollemos en la vida de oponernos y decir que no a todo lo que se aleje del modo de proceder de Jesús. Solo el que sabe decir que no solo es el que se niega a esta cultura hedonista placentera, que coloca la exaltación de los sentidos como criterio de discernimiento, pueden definitiva permanecer siendo fiel al llamado de Jesús y su mensaje.

Decir que no es difícil es una muerte al ego, es una muerte al yo. Es una muerte a tantas dimensiones de nuestra vida que muchas veces en apariencia detrás de esos proyectos seductores se expresarán. Es un dolor pascual. La alegría que brota del negarse a sí mismo emerge en el Resucitado y regala gran paz interior al sujeto que es capaz de vivirla. Hay que saber decir que no, en esta cultura del zapping, en esta cultura omnipotente, en esta cultura a la carta, no resulta fácil esta dimensión de negarse a sí mismo. Quizás la primera pregunta que nos podamos hacer a la luz del Evangelio es ¿a qué me está invitando el Señor? ¿Qué dimensiones de mi vida estoy invitado a penitencial a renunciar, a saber decir que no en el manejo del dinero, en los manejos de los afectos, en el manejo de mi tiempo. ¿Qué se opone a mi vocación? ¿Qué se opone a mi deseo fundamental, Que se opone a mi propósito? Tener la capacidad de discernimiento, de poder renunciar a aquello que no nos plenifica, tener la capacidad también de saber, en definitiva, escudriñar e interpretar lo que viene de Dios, de lo que no es de su Espíritu Santo. Y el siguiente desafío es el cargar la cruz, cargar la propia cruz, la cruz de los límites, la cruz de la enfermedad, la cruz de las humillaciones. Llevarlo con alegría, llevarlo con el consuelo del Resucitado. La cruz está llamada a adquirir conciencia de resurrección. La herida que nos genera la cruz es un peso que estamos llamado a llevar con gozo, sabiendo de que el Señor nos lo carga. El Señor va adelante. Podemos pensar también cuántas cruces mal cargadas, cuántas experiencias de renuncias mal vividas en nuestra vida, cuántas imágenes de Dios, muchas veces mal integradas en nuestra vida, que adjudicamos al Señor experiencias que vivimos que tienen que ver con desórdenes en nuestra libertad, con malas decisiones, con malas opciones.

Pedir la gracia de llevar bien la cruz con dignidad, con serenidad, con aceptación. Cargar la cruz, enfrentar el dolor, asumirlo en el Señor, integrarlo en una experiencia redentora. La cruz finalmente nos habla del Crucificado resucitado. La cruz nos habla de la experiencia del amor de alguien que se entregó por nosotros, que se donó, que se ofreció, que se vació a sí mismo y entregándose, nos abrió la vida plena. La cruz, por lo tanto, nos revela el sentido del dolor, el sentido del sufrimiento, que para un cristiano es redentor.

La cruz, en definitiva, se transforma en la experiencia gozosa del Resucitado. A la luz de esta experiencia de negarse a sí mismo y cargar la cruz. Podemos también preguntarnos, como en el evangelista, ¿de qué nos sirve ganar el mundo si perdemos la vida? ¿De qué nos sirve los aplausos, los elogios, si no respetamos nuestra conciencia? ¿De qué nos sirve el triunfo fácil si no tenemos paz interior? ¿De qué nos sirve el dinero mal habido si no lo obtenemos fruto del trabajo honesto del esfuerzo de cada día? Pidamos la gracia al Señor, del discernimiento espiritual, de la fidelidad al Crucificado resucitado, de cargar con gozo aquellas dimensiones de negación de nuestra vida que están llamadas a planificarse en el Señor y que Él nos bendiga. Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.