Mons. Antúnez: “Cultivemos siempre la verdadera amistad. Amistad con Dios y amistad con aquellos que la vida nos ha entregado como un don”
Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en Radio María Uruguay, junto a los “Mensajes dominicales” de los Obispos del Uruguay, de este Domingo 5 de mayo de 2024 (VI Domingo de Pascua)
Un saludo muy grande para toda la audiencia. En la semana pasada compartíamos reflexiones acerca del amor. Hoy ahondaremos en las mismas. Decíamos que preguntarnos por el amor es atender a lo fundamental en nuestra vida. Aquella pregunta que tiene dimensiones de eternidad. Se nos reitera hoy que Dios es la fuente del amor y que Él nos amó primero, es decir, que tomó la iniciativa en el arte de amar. No esperó a mirar nuestros gestos, nuestras actitudes.
Dios, en palabras del Papa Francisco, nos ‘primerea’ en el amor. Busca la relación personal. Y este amor de Dios nos invita a todos a salir de nuestro amor propio, del ego que muchas veces ocupa el centro de nuestra existencia. Fruto de esta experiencia de dejarnos purificar por Dios en nuestras motivaciones fundamentales en el arte de amar. Decíamos también que Dios no es un concepto abstracto, no es una verdad lógica, no es una norma que se impone a nuestra libertad. El Dios que nos revela Jesús es aquel compasivo que nos ama incondicionalmente, que nos mira desde la lógica de la misericordia y del perdón.
También reflexionábamos acerca de la importancia de permanecer en el amor, ser constantes en el amor. Los mandamientos constituyen esa hoja de ruta que nos brinda las claves de lectura de la realidad y nos ilumina en el camino a transitar para educar nuestra libertad responsable y formar nuestra conciencia.
En este Domingo el Evangelio da un pasito más y nos invita a profundizar en algo que considero fundamental, que es el tema de la amistad. Podemos afirmar que nuestro mundo está menesteroso de amistad. Hemos avanzado en tantas dimensiones de la existencia. Vivimos con un desarrollo muy grande de lo científico, técnico, del dominio de la técnica, de la inteligencia artificial y en ocasiones esto trae aparejado, si no cuidamos el corazón, que nos podamos volver fríos e individualistas. El ruido, la velocidad se están comiendo el diálogo entre los seres humanos y cada vez más experimentamos aquello de que tenemos la lista inundada de contactos de me gusta, pero pocos amigos de veras con los que contamos. Todos somos conscientes de la nostalgia que tenemos de esa tierra, del encuentro donde nos podamos descalzar de corazón a corazón, en la intimidad del otro y sentirnos contenidos. ¿Quiénes son aquellos con los que finalmente contamos? Te invito hoy a poder nombrarlos, reconocerlos, poder caer en la cuenta de la riqueza de su presencia y el desafío de cuidar la gracia recibida. Considero a la amistad un gran don. Y el arte consistirá justamente en abrirnos a la experiencia de la amistad. ¿Qué hacer para cultivar este arte? Salir de nosotros mismos, abrirnos a la tierra del encuentro. Tener la capacidad de amar mucho, perdonar las heridas recibidas. Mirar con ojos de asombro nuestros vínculos. Estar siempre dispuesto “a perder tiempo” en la amistad, la delicadeza, la intimidad, la confianza, la transparencia son fundamentales.
Sócrates, uno de los famosos filósofos, aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros del mundo. Para Horacio, un amigo era la mitad de su alma. San Agustín no vacilaba en afirmar que lo único que nos puede consolar en esta sociedad es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos. La amistad es importante, es un don maravilloso, pero a la vez es algo difícil, raro y delicado. Difícil porque no es una moneda que se encuentra en la calle. Hay que buscarla con apasionamiento, como quien busca el tesoro escondido. Rara porque no abundan, se pueden tener muchos compañeros de ruta, abundantes camaradas, pero nunca pueden ser muchísimos los amigos. Y delicada porque precisa de ambientes para crecer, de espacios cuidados para ser cultivada y de atenciones para que la misma crezca y nunca se degrade. ¿Nuestra vida sabe de amistad? ¿Vamos creciendo en la capacidad de intimidad para con el otro? ¿Cultivamos la riqueza de la misma? Desde esta disposición se nos invita a dar la vida, a entregarla por los amigos, a imitación de Jesús, como nos recordaba Numa Turcatti en la película “La sociedad de la nieve”: Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos. Pidamos la capacidad de expresar el amor en los gestos, olvidándonos un poco de nosotros mismos y mostrándonos disponibles para el cultivo de la verdadera amistad. Amistad con el Dios y amistad con aquellos que la vida nos ha entregado como un don. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.