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Mons. Antúnez: “Adviento es un tiempo en el que Dios golpea las puertas de nuestro corazón y pide permiso para entrar”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 27 de noviembre de 2022 (I Domingo de Adviento), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

Un saludo para toda la audiencia. Comenzamos en este Domingo el tiempo de Adviento, tiempo que nos prepara el corazón para la venida del Señor en la Navidad. Y lo propio a pedir en este tiempo es la esperanza. Hace unos años atrás, en sus libros Razones para la esperanza, Martín Descalzo nos decía algo así ‘Dicen que la gran enfermedad de este mundo es la falta de fe o la crisis moral que atraviesa. No lo creo’, dice él. ‘Me temo que en nuestro mundo lo que está agonizante es la esperanza, las ganas de vivir y luchar, el redescubrimiento de las infinitas zonas luminosas que hay en las personas y en las cosas que nos rodean’.

¿Qué cosas puede creer un ser humano que abre los periódicos y sólo encuentra en los mismos violencia, polémicas? ¿Y cuando la noche se coloca frente al televisor y vuelve a recibir una ración de ambiciones, sexo y narcisismo? ¿Qué necesidad tenemos de alguien que nos limpie la mirada, que nos ayude a recuperar la confianza en nosotros mismos, en la realidad y en Dios presente en la misma?

Quizás como nunca vivimos esta ausencia de esperanza y necesitamos ser limpiados en nuestra mirada. Un cambio de mirada, una mística de ojos abiertos para, sin negar la dureza de lo cotidiano, descubrir la novedad que el Espíritu está haciendo en medio nuestro. Te invito a preguntarte ¿qué aprendizajes Dios nos está regalando? ¿Cómo esta realidad nos poda y nos hace más humildes como personas, como familia, como comunidad, como Iglesia?

La mirada liberada de prejuicios de las oscuridades inspiradas por la desolación, es capaz de intuir aún en la noche, en medio de los signos que nos anuncia incluso la Palabra de Dios. Al Señor que viene. Al Señor que quiere volver a nacer en nuestras vidas. San Ignacio, en el Libro de los Ejercicios Espirituales, nos invita a considerar cómo la Trinidad mira al mundo. Es una mirada compasiva que frente a redimir a esta humanidad desde nuestra colaboración, desde nuestro sí concreto. La razón de nuestra esperanza, se nos juega en un Dios encarnado, en una mujer dócil a su misión. ¿Cómo se juega nuestra vida, la capacidad de tener una mirada amplia de la realidad en su complejidad y el detalle concreto en los gestos para descubrir el paso de Dios, para tener la mirada limpia en medio de los claroscuros, para detectar las visitas de Dios? Necesitamos la actitud de la vigilancia, estar atentos, no vivir la vida distraídos. En este tiempo de Adviento, escuchar al interior, a un Dios que habla en los silencio. A una voz que se percibe con suavidad y dulzura. Cuando hacemos silencio interior es clave para recuperar la unidad interior con nosotros mismos, para vivir la vida más conectados por dentro. Adviento será tiempo, por lo tanto, de silenciar ruidos, de escuchar más al propio corazón para vivir una vida más integrados. Las personas significativas, aquellas que pronunciarán palabras que den frutos, serán, en definitiva, aquellas que han meditado en el corazón las mejores respuestas a los interrogantes de nuestro tiempo.

Tenemos que liberar el corazón de aquellos ruidos que nos impiden escuchar la suave brisa del Espíritu que viene a recrear nuestras vidas y dejarnos consolar por quien renueva en nosotros la esperanza. Adviento es un tiempo en el que Dios golpea las puertas de nuestro corazón y pide permiso para entrar. Busca que le abramos sitio para nacer, para manifestarse, para poner en orden nuestras prioridades, para regalarnos la paz que nos unifica por dentro. Por lo tanto, el gran desafío es el del silencio del corazón. El de abrirle sitio al Señor que viene y el de volver al pesebre donde surge nuestra fe. Aquella gruta en que la en la que llegamos a bajar monos de nuestros pedestales, de nuestros orgullos, de nuestras soberbias. Te invito a que tu corazón sea ese lugar de nacimiento. Que dejes visitar a Dios, tu interior para que transforme tu vida por dentro.

Volver al pesebre a descansar de los agobios que pesan sobre nuestros hombros y en el corazón. A limpiar allí la mirada. Abrir de nuevo las manos cerradas a la solidaridad. Volver al pesebre para soñar cosas grandes que dilaten nuestros horizontes mezquinos y que nos ayuden a ser personas de grandes deseos. Volver al pesebre, rescatar al niño que tenemos dentro, a ese niño que quiere nacer y recuperar la segunda ingenuidad. Dejar, en definitiva, que nuestros sentidos se impregnen de asombro a este Dios que viene a llenar nuestras vidas. Volver al pesebre a tocar la debilidad de Dios para así comprometernos en el cuidado de los más frágiles los enfermos, los niños de la calle, los ancianos, los que han perdido su trabajo, los que han dejado sus países en búsqueda de nuevos horizontes.

Que el Señor nos bendiga en este tiempo, nos ayude a preparar el corazón para la Navidad, Él que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.