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Siempre presente…

Escribe: Alicia Scirgalea en recuerdo al P. Agustín Hernández (1927-1993)

Un 5 de julio, pero de 1993 partió a raíz de un accidente el P. Agustín Hernández, nuestro primer párroco. El impacto emocional fue tal vez más grande, que el del propio accidente. Pero como en todos los casos y aún de muerte sorpresiva, hay que seguir adelante… más aun siendo creyente. A medida que pasaba el tiempo, fuimos descubriendo, todo lo que nos había enseñado.

Fue además de atropellado, un trabajador incansable, atento a la comunidad, al servicio del hospital, de la cárcel, atento a las necesidades de todos, no importaba si era creyente o no, cercano o desconocido, recordar al P. Agustín, es reconocer que hubo un antes y un después en el barrio.

Con él llegó la vida, la quinchada. Primer salón comunal para fiestitas familiares. La plazoleta: de un baldío donde la gente iba de todos lados a tirar basura, a un lugar recreativo para toda la familia.

Siguieron grandes procesiones, donde una semana antes nos reuníamos a fabricar antorchas. Las visitas a los enfermos en Navidad, donde llevábamos los personajes del pesebre, algún cantor más, para mostrar nuestra alegría por el niño que nos había nacido…

¡La llegada del primer grabador!, donde grababa conversaciones, que después escuchábamos asombrados!

Las tardecitas de cuentos de terror, y que, después tenía que acompañarnos.

Grupo de jóvenes, bíblicos. Grupo de Emaús, teatro. Bailes folclóricos, coro, fútbol entre casados y solteros.

Los carnavales, corsos de agua, tablados, carrera de bicicletas…

Taller de manualidades, corte y confección, artesanías, y todo con un único fin: la parroquia, y así: kermesse, cine, venta de chorizos al vino blanco, tortas fritas, chocolate…

Todas estas cosas pueden ser comunes a otros lugares y a otros sacerdotes, pero ese empuje, ese liderazgo, esa fuerza contagiosa y esa alegría de siempre, nos marcó hasta ahora.

Eso sí, muy “democrático” no era (viéndolo hoy a la distancia) él pensaba la terea, la soñaba, elegía las personas y traía todo decidido a la reunión después decía: “¿alguien tiene algo que objetar…?”, y nadie decía nada. Bueno ustedes han resuelto, así que manos a la obra y el último apague la luz.

¡Tanta vida en nuestras vidas!

¡Tantos recuerdos… tanto cariño… ¿me estaré poniendo vieja?

Agradecida de haberlo conocido, querido escuchado y reconocerlo, mensajero.

Alicia