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Cuaresma, tiempo de preparar el corazón

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El sentido de la Cuaresma cristiana se puede resumir así: la Cuaresma nos introduce en la celebración del Misterio Pascual de Cristo. Aunque no tenga prácticamente resonancia social (a diferencia del Adviento y la Navidad), el tiempo de Cuaresma es un tiempo litúrgico muy arraigado en el pueblo cristiano.

No se trata de un tiempo en sí mismo, forma una unidad con el Tiempo de Pascua, ya que su sentido más profundo es preparar nuestros corazones para celebrar la Resurrección del Señor, que es vida nueva para todos. A esta unidad de la Cuaresma, la Semana Santa y el Tiempo de Pascua se le denomina Ciclo Pascual.

El proceso pascual decisivo para cada cristiano se realiza en tres tiempos: morir al pecado y al mundo; morir al egoísmo, que ya es estrenar nueva existencia; celebrar con Cristo el nacimiento a la nueva vida y así vivir con nueva energía y entusiasmo: como niños recién nacidos.

No se trata de “instruirnos” sobre la Pascua, sino de “iniciarnos” en su Misterio. La atención y las fuerzas nos deben acompañar “in crescendo” a lo largo de los noventa días: los cuarenta de preparación y los cincuenta de celebración. Con la cumbre de la Noche Pascual, meta y fuente, y la plenitud del Espíritu en Pentecostés.

Cada año el comienzo de la Cuaresma varía de acuerdo a la fecha de la Pascua, que se fija de acuerdo al calendario lunar. Pasados los días de Carnaval, se inicia la Cuaresma con la celebración del Miércoles de Ceniza.

El simbolismo de la ceniza en el contexto general del camino de la Pascua, se puede decir que es muy antiguo, pero no anticuado. Los cristianos que están iniciados en el camino de la fe lo comprenden con facilidad.

El simbolismo es claro: la ceniza, recordándonos que el hombre está hecho del polvo de la tierra y es caduco, nos hace humildes. Abrahán, al dialogar con Dios la salvación de Sodoma y Gomorra, reconoce que no tiene derecho a nada, porque es “polvo y ceniza”.

La humildad aumenta y se hace sentido penitencial cuando recordamos que además somos pecadores. No es extraño que desde el Antiguo Testamento la penitencia se expresara con la ceniza.

Al inicio de la Cuaresma ya desde hace muchos siglos la comunidad cristiana recibe en la frente el austero signo de la ceniza, una vez que la lectura de la Palabra nos ha invitado a la conversión. Como dice el Ceremonial de los Obispos, “este signo de penitencia significa la condición del hombre pecador, que confiesa públicamente su culpa delante de Dios, y así expresa su voluntad interior de conversión”.

El camino de la conversión pascual empieza con este signo de la ceniza y acaba en la Vigilia con el del fuego, el agua y la luz. Es una unidad dinámica la de la Cuaresma, que quiere comprometer a cada cristiano en su seguimiento de Cristo y comunicarle la gracia pascual: a través de la renuncia y la cruz, hasta la nueva existencia de resucitados.

El destino es la Pascua, la vida. Pero el camino pasa también por la renuncia y la humildad. El “hombre viejo” tiene que dejar paso al “hombre nuevo”. No está mal que el signo de la ceniza nos lo recuerde.

Ante la situación extraordinaria que vivimos a causa de la pandemia de COVID-19, la Congregación para el Culto Divino, publicó una Nota con fecha 12 de enero de 2021, adaptando este rito a las condiciones actuales.

Se establece allí que luego de bendecidas las cenizas, el sacerdote se dirige a los presentes, diciendo una sola vez para todos la fórmula del Misal Romano: «Conviértanse y crean en el Evangelio», o bien: «Recuerden que son polvo y en polvo se convertirán».

Después de haber dicho la fórmula una sola vez para todos, el sacerdote se desinfecta las manos, se pone el tapabocas y luego, sin decir nada, toma la ceniza y la deja caer sobre la cabeza de cada uno, sin establecer contacto físico.


En base a un artículo de José Aldazabal publicado en Cuaresma, sugerencias y materiales. Centro de Pastoral Litúrgica de Barcelona

https://www.iglesiacatolica.org.uy/departamento-de-liturgia/files/2021/02/NOTA-DE-LA-CONGREGACION-SOBRE-LA-IMPOSICION-DE-LA-CENIZA-EN-PANDEMIA.pdf