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Reflexiones de Mons. Arturo Fajardo sobre la figura de San José, Patrono de la Diócesis

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San José, esposo de la Virgen María
15 de marzo de 2008

Decía Santa Teresa de Jesús y es bueno recordarlo…“querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios”.

En nuestra preparación a la Pascua nos puede ayudar este santo humilde, trabajador, fiel, un hombre “justo”, o sea un “hombre bueno”: un modelo de lo que Dios nos pide desde nuestra existencia de cada día, sin cosas extraordinarias, pero con fidelidad y docilidad a sus planes.

Con razón es San José de los santos más populares. Ya Pío IX, en 1870, lo nombró Patrono de la Iglesia Universal. Juan XXIII introdujo su nombre en la lista de los santos del canon romano en la actual Plegaria Eucarística I.

Ha sido considerado “patrono de la buena muerte”, porque, aunque no sabemos cuándo ni cómo murió, suponemos que lo hizo acompañado de la mejor compañía que se pueda pensar: Jesús y María. También lo invocamos como patrono de los trabajadores y maestro de la vida interior.

Creo que podemos reflexionar sobre la figura de San José y que podrá servirnos de mucha ayuda la sugerente Exhortación Apostólica “Redemptoris Custos”, sobre la Figura y la Misión de San José en la vida de Cristo y de la Iglesia del Papa Juan Pablo II (15 de Agosto de 1989).

Solo quisiera llamar la atención sobre algunos puntos:

El primado de la vida interior dice el Papa en el número 25: “También el trabajo en la casa de Nazaret está envuelto por el mismo clima de silencio que acompaña todo lo relacionado con la figura de José”.

Es un silencio que descubre de modo especial el perfil interior de esta figura. “Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José “hizo” sin embargo permiten descubrir en sus “acciones”-ocultas por el silencio- un clima de profunda contemplación”. Podríamos decir que el silencio de José custodia la Palabra. Cuidar el silencio en este mundo que nos entretiene “nos divertimos hasta morirnos” “nos tiene entre” es todo un desafío que nos permite descubrir el tesoro escondido en la perla preciosa que José cuidó y que nosotros debemos cuidar sin cansarnos de estos espacios de contemplación y encuentro con el Señor.

El llamado de Dios: dice Juan Pablo II en el número 8 de la citada Exhortación: “San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente “ministro de la salvación” (S. Juan Crisóstomo). Su paternidad se ha expresado concretamente “al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la encarnación y a la misión redentora que está unida a él; al haber hecho uso de su autoridad legal, que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacerle don total de sí, de su vida y de trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda su capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa”.

Podríamos decir que San José nos enseña un modo humilde y maduro de servir, sabiéndose depositario de un Misterio que lo trasciende como nos trasciende a nosotros, haciéndose don total de sí en el cuidado del misterio que crece en su casa.

Escucha atenta y obediente de la Palabra: En la exhortación que venimos citando en el número 4, Juan Pablo II dice: “En honor a la verdad, José no respondió al “anuncio” del ángel como María; pero hizo como le había ordenado el ángel del Señor y tomó consigo a su esposa. Lo que el hizo es genuina “obediencia de la fe” (Cf. Rom. 1,5)

Se puede decir que lo que hizo José le unió en modo muy particular a la fe de María. Aceptó como verdad proveniente de Dios lo que ella ya había aceptado en la anunciación. El Concilio Vaticano II dice al respecto. “Cuando Dios revela hay que prestarle “la obediencia en la fe”, por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por él”.

Una actitud fundamental de la Iglesia debe ser “la religiosa escucha de la Palabra de Dios y su proclamación con valentía”. (D:V 1) Por la escucha seremos salvados como decía Hugo de San Víctor, “Toda la Escritura Divina es un libro, y este libro es Cristo”.

Muchas veces en nuestra vida, como la de José, se entrecruzan momentos de dificultad y de duda. Junto a días de paz y alegría, hay otros de angustia y dolor. José fue obediente también cuando tuvo que emigrar y huir de la persecución, cuando tuvo que llevar una vida escondida en Nazaret, o experimentar el dolor de la pérdida de su hijo en el Templo, tratando de desempeñar siempre un papel secundario en la historia. Fue generoso en su respuesta “hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”.

Que “este servidor fiel y prudente que pusiste al frente de tu familia” nos ayude a avanzar siempre en la peregrinación de la fe, siendo servidores de la paz y de la alegría que nos viene del Señor.

+ Mons. Arturo Fajardo
Obispo de San José de Mayo
URUGUAY