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P. Ricardo Paullier: “Este es un desafío continuo y es importante el tenerlo siempre renovado, siempre nuevo, siempre activo”

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ENTREVISTA EN ECOS REGIONALES

PADRE RICARDO PAULLIER, 25 AÑOS DE SACERDOCIO

Si bien la Misa de Acción de Gracias por las Bodas Sacerdotales del Padre Ricardo Paullier tuvo lugar el pasado martes, 6 de diciembre, en realidad el principal referente de la Institución Dalmanutá en Flores conmemoró los 25 años de cura ayer, 8 de diciembre.

El Padre Paullier confiesa a ECOS REGIONALES que muchas fueron las sensaciones que se le cruzaron por la cabeza en la Misa de Acción de Gracias concelebrada en la Capilla “Santa Teresita”, en la que estuvo presente el Obispo Diocesano Mons. Arturo Fajardo y otros sacerdotes de la Diócesis, en gesto que mucho valora este hombre consagrado a la vida religiosa desde muy joven, desde hace casi 40 años, según recuerda.

Para Ricardo Paullier aquel día 8 de diciembre de 1991, cuando Mons. Pablo Galimberti lo ordenó sacerdote en una ceremonia realizada en la Parroquia de la Santísima Trinidad, fue muy particular. La presencia en ese acontecimiento del Padre José Ferrero mucho representó para el nuevo cura, que con 45 años, se lanzaba en Flores a la “aventura” de descubrir el porqué del llamado de Dios.

Admitió que ese día, muy tormentoso y lluvioso, se le mezclaron sensaciones de miedo y de alegría, como suele sucederle –según dijo- a muchas parejas que concurren a la Parroquia a recibir el Sacramento del Matrimonio. Miedo por el desafío que significaba en ese momento enfrentar el futuro, cargando con la responsabilidad de construir –y construirse a sí mismo- una vida digna y feliz por lo que hacía, y alegría por lo que implicaba la misión que debía desarrollar, de servir a la comunidad –y especialmente a los más débiles- a través del mensaje del Evangelio… sencillo, humanista, solidario y sobre todo con la fuerza de la humildad.

Con Ricardo Paullier dialogó ECOS REGIONALES para saber lo que siente, a 25 años de aquel 8 de diciembre de 1991.

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Este sacerdote dedicado especialmente a la dirección espiritual, siguiendo una regla que distingue a la Institución Dalmanutá, está totalmente integrado en la sociedad poronguera, a la que aprendió a querer mucho antes de ser ordenado. Su vinculación con los vecinos es estrecha y si bien su labor la desarrolla con rigor en la “casona” de Fondar y 19 de Abril, a veces es difícil encontrarlo para poder entrevistarlo con tiempo suficiente.
La ausencia de una persona que debía recibir a media tarde del miércoles, posibilitó este diálogo de casi treinta minutos con ECOS REGIONALES.

-¿Qué representan para ti estas Bodas de Plata Sacerdotales?
-Representa en primer lugar una gran alegría. De hecho, a lo largo de estos 25 años de cura muchas veces he tenido la impresión de que es una cosa gratis, dándome la sensación de que no la merezco. Pero tengo la felicidad de tenerla, porque además lo busqué toda la vida, lo quise, y estoy muy agradecido de poderlo disfrutar, ejercer.
Entonces, es como decía en la Misa de Acción de Gracias del martes pasado, esto es un desafío continuo… el tenerlo siempre renovado, siempre nuevo, siempre activo.
Estos 25 años tal vez uno los mira con una perspectiva que no tenía antes. Este año en particular me ha sonado mucho eso.

-¿Cuándo recibiste el llamado de Dios te hubieses imaginado este momento?
-Creo que uno mira en perspectiva lo que ha vivido. Por estos días algunas personas me decían por 25 años más. Me pongo a pensar en perspectiva ese tiempo y serán para mí 90 años de vida que tendría. En fin, no lo veo demasiado posible…
Para el ejercicio de esto uno está viviendo el presente y no tanto pensando en qué podría suceder. Sin dudas que también pasan los años y uno va pensando un poco más hacia adelante; yo cumplí 65 años e indudablemente pienso más en lo que viene. Eso lo he notado en mí y he tenido el testimonio de muchas personas; que cuando somos jóvenes nos parece que somos eternos y pensamos mucho más en el presente, y cuando uno se va volviendo mayor piensa más en lo que va a hacer mañana y hacia adelante.

-¿Recuerdas aquel día, hace 25 años?
-Lo recuerdo como si fuera hoy, de alguna manera. Ese día tuvo para mí una dimensión que en el momento no lo había pensado. Fue un día tremendo; a la vez de tener una alegría inmensa, tenía un susto grandísimo. Me acuerdo que cuando después vi por primera vez el vídeo de la celebración dije: Pah, qué cara tenía. Tenía unas ojeras y estaba pálido.
Sabía de algún a manera que no era moco de pavo como se dice vulgarmente y por eso ese día había tomado una serie de providencias. En esa jornada temprano fueron amigos a casa, que se hicieron cargo del timbre, del teléfono y de las visitas, dedicándome a mis cosas. Luego a mediodía fui a la casa de otros amigos en Trinidad, y me quedé allí leyendo, rezando, descansando. Más de tardecita llegó el Padre (Ernesto) Popelka, con quien estuve conversando un rato, preparándome para la ordenación. Ese día llovía muchísimo, había una tormenta bárbara…

-¿Y después?
-Se lo he contado a aquellas parejas que he casado; ellos también van a veces con muchos miedos, porque los pasos que se dan en la vida son importantes, fuertes.
Les contaba a ellos que el Canto de la Letanía durante la ordenación, que es el momento en que el sacerdote se postra, mientras el Obispo y los demás sacerdotes se ubican en el altar, es el momento en que se invocan a los Santos. Es un canto bastante largo y muy lindo, y cuando me paré estaba distinto; ahí se me había pasado todo el susto.
A los novios muchas veces les digo que van a ver que el Canto del Ave María, después que está hecho el consentimiento, es como un afloje. O sea, una vez que uno sabe lo que significa consagrar la vida delante de Dios –el matrimonio es una consagración, de la misma manera que lo es la consagración sacerdotal- son momentos muy parecidos.

-¿Qué pasaba alrededor?
-Recuerdo que el Padre (José) Ferrero estaba muy contento ese día; preparamos muchas cosas juntos, mientras llegaban sacerdotes y amigos de otros lados. Fue cuando la imposición de manos de Mons. (Pablo) Galimberti, siendo verdaderamente una gracia haberlo vivido aquí donde ya estaba residiendo hacía 7 años.

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Los 25 años de sacerdocio del Padre Ricardo Paullier llegan en un momento muy especial de la Iglesia Católica, por lo que significa para el mundo el pensamiento y orientación del Papa Francisco, que en su primera exhortación apostólica, “Evangelii Gaudium” (“La alegría del Evangelio”) dio una nueva señal de apertura al reclamar “una conversión del papado” para que el ejercicio de su ministerio sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de evangelización”.
Recuérdese que fue incluso más lejos, al afirmar que algunas de las tradiciones históricas de la Iglesia podrían ser dejadas de lado si ya no sirven para comunicar la fe. Citando a San Agustín y a Santo Tomás de Aquino, Francisco resaltó la necesidad de moderación en las normas “para no recargar las vidas de los fieles”. El pontífice argentino advirtió a la comunidad sobre la violencia generada por la pobreza e imploró libertad religiosa para los cristianos en Oriente Medio.
Dijo que la “conversión del papado” como la llamó, va de la mano de “una saludable descentralización” de la Iglesia y de una mayor responsabilidad de los laicos, defendiendo “la colegialidad” e invitó a religiosos y sacerdotes a no temer “romper los esquemas”, a “ser audaces y creativos” y a evitar transmitir “una multitud de doctrinas que se intentan imponer a fuerza de insistencia”.
El pontífice propuso en sustancia pasar de un modelo de iglesia burocrática y doctrinaria a una iglesia “misionera”, alegre, abierta a los laicos y a los jóvenes.
Las citas teológicas e históricas que utilizó no dejan dudas sobre sus puntos de referencia y sus prioridades: los Papas Juan XXIII y Pablo VI, que presidieron el Concilio Vaticano Segundo, que modernizó la Iglesia, son citados reiteradamente.
El documento, en el que Francisco traza la hoja de ruta del pontificado del primer jefe de la Iglesia latinoamericano, se apunta a una institución que otorgue prioridad a los pobres.
Para Francisco, el sistema económico actual es “injusto en su raíz” porque en la economía predomina “la ley del más fuerte”, una “nueva tiranía invisible, a veces virtual”, dominada por un “mercado divinizado”, en el que imperan la “especulación financiera, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta”.
Ese pensamiento renovó a la Iglesia Católica…

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-¿Qué implica en estos 25 años de sacerdocio el mensaje del Papa Francisco?
-Es verdad que ese mensaje su removido mucho. Recuerdo que en el 2013 había ido a Buenos Aires a predicar un retiro a las Hermanas del Cristo Rey en Lanús. Había terminado el domingo el retiro y me había ido para la casa de unos compañeros en Gernica, en el Partido Presidente Perón, al sur de la capital, cuando escuchamos la noticia de la renuncia de Benedicto. Fue una cosa sorpresiva que nos interrogamos acerca de qué estaba pasando. A veces uno dice: Cómo el Espíritu Santo activa las cosas de la Iglesia. Remueve.
Yendo a la pregunta, Francisco es extraordinario, la verdad que es un hombre bien para una etapa de la Iglesia como la que estamos viviendo, del cambio de muchas expresiones, pero también con una solidez doctrinal bárbara.
Sin dudas que las expresiones con las cuales nos movemos son importantísimas, porque para llegar no es posible hacerlo hablando y vistiendo como se hacía en el 1900. Ni para dar clase en el liceo. Entonces, la readecuación de las expresiones es reimportante, y tenemos a un individuo que es fantástico para la Iglesia porque viene de América Latina, es un porteño, como podía ser un montevideano o de Santiago de Chile.

-Hasta ese momento la Iglesia Católica había tenido Papas de países europeos…
-Efectivamente. Estaba haciendo falta en la Iglesia, que había tenido siempre Papas europeos, un hombre con esta forma de vincularse, de encarar las soluciones. Y Francisco es eso.
Hemos tenido Papas extraordinarios, Juan XXIII y Juan Pablo II fueron renovadores, Pablo VI puso en marcha todo lo que fue el Concilio Vaticano, que es la etapa que estamos viviendo, y sin dudas que para continuar teniendo una adecuación en la forma de dirigirnos a la gente, era necesario seguir cambiando. Por dónde va a soplar el viento no lo sabe nadie; a Benedicto mucha gente no lo entendió y además tuvo muy mala prensa, de malos tipos, de mucha mala fe. A veces se confía mucho en los medios internacionales de prensa y creo que hay intereses enormes que son movidos para elevar o defenestrar a cualquiera.
Benedicto tuvo una gran consonancia con lo que está pasando hoy. Si ustedes escuchan a Francisco, él se refiere permanentemente a Benedicto y eso la prensa grande no lo ve. No lo quiere ver, lo ignora por gusto; entonces, lisonjean a Francisco para llevarlo al terreno que la prensa grande quiere que diga. O a veces el liberalismo antojadizo también. Pero Francisco es católico, es cristiano, y no va a adecuarse a cosas que no tenga que adecuarse. Pero sin embargo es renovador, formador y verdaderamente quiere llegar a todos. Es fantástico.

-¿Ese mensaje del Papa te compromete especialmente, a ti que tienes la responsabilidad de llegar a la comunidad católica y a la sociedad en general?
-Sí, te digo más, compromete y tiene un valor que parece muy nuevo. Hoy (miércoles) es la Fiesta de San Ambrosio que fue un Obispo de Milán en el Siglo IV. Fue el Maestro de San Agustín, uno de los grandes Teólogos de la historia de la Iglesia, Padre de la Iglesia. Leo un texto de San Ambrosio que me parece dicho por Francisco hoy.
La pregunta responde, por lo que decía al principio de la renovación de las expresiones. Eso se imponía, porque a veces nos anquilosamos en las expresiones, y las expresiones son a veces la forma de vestirse, hablar en latín o castellano. Pero a veces son expresiones que tocan los contenidos más profundos, que son cómo se viven en determinadas épocas determinadas cosas. Eso estructura y anquilosa.
Entonces, creo que lo que el Papa Francisco nos está proponiendo es que dejemos de lado tantos formalismos, tantos prejuicios, tantas pavadas y tengamos el corazón para llegarle a aquel que sufre de distintas maneras. Y que le lleguemos a todos, no dejando de lado a nadie anticipadamente, porque para todos hay un lugar.
Eso requiere de mucha actitud de espíritu. Me parece que se trata de eso, lo cual no quiere decir para nada cambiar el mensaje de Cristo, que es intocable.

-¿Prefieres trasmitir ese mensaje en forma personal, en tu tarea de dirección espiritual, o divulgarlo en una homilía durante una misa?
-Prefiero la entrevista personal, a fondo, porque ahí sé con quién estoy hablando. Y cuando uno toca un tema sabe si es el momento. En una homilía se pueden decir cosas mejores o peores, te pueden entender más o menos. A veces sin querer se puede herir a alguien, cuando se toca la droga, el aborto o tantas otras cosas.
Todas las formas de evangelizar son necesarias, todas son favorables; algunos hacemos mejor unas que otras.
Mi trabajo ha sido éste, porque con éste pude renovar mi vida y encontré a Dios a través de la dirección espiritual con el Padre Montes y la continué con el Padre Ernesto. A mí me calzó la Institución Dalmanutá, que no existía cuando me consagré, porque hablamos de los 25 años, pero tengo 38 años de vida religiosa.
Para mí la dirección espiritual fue la expresión más adecuada para hablar de Jesús. No se ve, tiene mucho menos difusión, pero creo que es más efectiva, aunque eso depende de la efectividad de la acción del Apóstol. Yo puedo ser un mal director espiritual, también puede haber un gran predicador… hay predicadores que le han hecho mucho bien a las personas.
Son distintos caminos a los que hay que saber valorar, porque a veces uno cree que lo que hace es lo mejor y no es así. Son caminos, son formas, respeto mucho la educación católica, las Hermanas de la Caridad que trabajan con los repobres, en los hospitales desde hace 300 años. Todo es necesario.

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El Padre Ricardo Paullier dice sentirse enriquecido con esa dirección, aunque admite que hay días que termina extenuado. “A veces hay cosas que realmente me conmueven, a veces por dolores ajenos y a veces por situaciones jorobadas. Pero hay veces que uno termina muy contento, agradecido”, manifestó, destacando su vivencia de enriquecerse del otro en cada entrevista.
“Yo crezco mucho en esa experiencia de recibir, de ayudar, de contribuir a discernir, a callar. He encontrado a personas que trasmiten cosas tan buenas que me siento un pigmeo. Eso que dicen que uno recibe cuando da, es verdad. Es una experiencia enriquecedora, lo que no quiere decir que todos los días uno salga contento”, admitió el Padre Ricardo Paullier, quien, si bien ha vivido estimulando sus talentos, está convencido que puede dar mucho más de lo que ha podido dar hasta ahora… por el camino de la renovación permanente.