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P. Federico Bragonzi: “El gran desafío en Delta del Tigre es la evangelización y los temas sociales que preocupan y mucho”

Al quedar vacante la sede de la Diócesis de San José de Mayo, la primera reunión del Colegio de Consultores (17 de agosto de 2020) debe ser presidida, según el Código de Derecho Canónico (c. 502 §2) por el sacerdote más antiguo del colegio por razón de su ordenación, en este caso el Pbro. Federico Bragonzi, ordenado sacerdote en 1973.

En el CICLO SACERDOTES CONSULTORES compartimos la entrevista al P. Federico en el programa Cristianos HOY que se emite los sábados de 10 a 11 horas a través de Radio María Uruguay.

Nació en Crema, Italia el 14 de junio de 1949. Ordenado sacerdote el 28 de junio de 1973 en la Catedral de Crema (Italia) dedicada a la Asunción de la Virgen María el 28 de junio de 1973 de manos de Mons. Carlo Manziana, XXVI Obispo de la Diócesis de Crema (1963-1981)

Estudios: Bachillerato en Teología. En la Diócesis de Crema (Italia) sufragánea de la Arquidiócesis de Milán perteneciente a la región eclesiástica de Lombardía fue en 1973 al 1980 vicario parroquial de una Parroquia en la zona rural de su Diócesis.

En 1980 decidió viajar a Venezuela, como misionero, “sacerdote fidei donum”, hasta el año 1985, donde se desempeñó de Vicario Parroquia en el Parroquia en la localidad de El Baúl en el estado Cojedes (Venezuela). En 1985 se instala en Guatemala hasta el año 2000. Allí estuvo como párroco en dos parroquias en dos períodos en el municipio de San Miguel Uspantán y en Lancetillo, situado en la región Quiché en Guatemala.

En la Diócesis de Crema, del año 2000 al 2012 fue el Responsable del Centro Misionero Diocesano y la Oficina de Migrantes. Además estuvo de párroco en la Parroquia Santa Ángela Merici.

En el mes de enero de 2013 se integró al Presbiterio Diocesano de la Diócesis de San José de Mayo, como sacerdote “fidei donum”(*). En la Diócesis fue párroco de la Parroquia Inmaculada Concepción y San Juan María Vianney (Estación González) y desde hace un tiempo en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes y San Eugenio en Delta del Tigre (Ciudad del Plata) y responsable de la Capilla San Juan Bautista en Ismael Cortinas (Flores).

“Yo tengo una vocación al sacerdocio que no sé bien cuándo empezó, porque fui creciendo, en un ambiente siempre de parroquia. Mi familia era muy católica y siempre con los curas de la parroquia, después adolescente y colaboraba en lo que nosotros llamamos el oratorio, que es un lugar donde se encuentran la familia, donde se hacen actividades para para pequeños y grandes en toda una estructura formativa que tienen las parroquias del norte de Italia.

Crecí así hasta que sentí que me gustaba eso del trabajo del sacerdote y fue una cosa bastante natural, que se dio. Creo que lo propio mío nació cuando empecé a crecer, a despertar en mi corazón el deseo de ser misionero y eso sí, eso de poder compartir con otra gente, ayudar a los pobres e ir donde había poco clero. Eso se fue antes de ser sacerdote, se iba instalando en mi corazón y fue creciendo hasta que después de una experiencia de cura joven de siete años, el obispo me dio el permiso de ir a Venezuela y compartir mi vocación de cura con otros”.

En 1980, el P. Federico decidió viajar a Venezuela, como misionero, “fidei donum”, hasta el año 1985, donde se desempeñó como Vicario Parroquial en la Parroquia que se encuentra en la localidad de El Baúl en el estado Cojedes (Venezuela).

“Era el tiempo después del Concilio (Vaticano II) en que la propuesta o la exigencia de alguna forma de la Iglesia era que las comunidades, las iglesias locales de tradición que tenían mucho personal, cierta fuerza de vida religiosa, de vida de fe, ayudaran a otras iglesias en dificultad. Entonces este pensamiento sí me motivó y como decía, éramos un grupo y llegamos a ser ocho en diferentes lugares de América Latina”.

En 1985, se instala en Guatemala hasta el año 2000. Allí estuvo como párroco en dos parroquias en dos períodos en el municipio de San Miguel Uspantán y en Lancetillo, situado en la región Quiché (Diócesis de Quiché) en Guatemala.

“En Guatemala fui con otro, con P. Erminio, que algunos conocen porque estuvo acá un tiempo. Fuimos porque Guatemala estaba viviendo el período de la dictadura, un ejército muy agresivo, que incluso habían ocupado Iglesias. Había una escasez enorme de sacerdotes, ya estaban tres compañeros nuestros (de la Diócesis de Crema) en Guatemala, nosotros dos en Venezuela y pidieron que nos uniéramos. Entonces nuestro obispo decidió que nos ayudáramos en un solo lugar. Necesitaba esta unidad de manera especial en aquel tiempo y nos dividimos en dos grupos, un grupo en el área más de la costa, que es un área más de población mestiza y nosotros dos con otro que ahora es Obispo en Quiché (Mons. Rosolino Bianchetti) estuvimos en la zona indígena del del norte de Guatemala.

Ahí fue una experiencia para mí muy especial, seguramente un gran regalo de Dios, porque viví una experiencia de fe en medio de la persecución de parte de la dictadura, con el testimonio de catequistas, de algunos sacerdotes que en los años anteriores el ejército había matado. Un ambiente de Iglesia que tenía poquísimo espacio de expresión, pero un gran testimonio, sobre todo de parte de los laicos.

Además de esto, desde el punto de vista de la fe, estaba en un contexto culturalmente tan diferente de mi cultura que empezó como a atraerme y a despertar en mí el deseo de conocer, de entrar en este otro mundo. Otra manera de ver la vida, que es el mundo “maya” de los indígenas, sobre todo cuando viví más con ellos, en una zona un poco aislada, eso fue para mí una gran experiencia, un regalo de Dios”.

Luego de sus 15 años como misionero en Guatemala, el P. Federico vuelve a Crema (Italia), del año 2000 al 2012 fue el Responsable del Centro Misionero Diocesano y la Oficina de Migrantes. Además estuvo de párroco en la Parroquia Santa Ángela Merici.

“La tarea de un responsable de la del oficio misionero, es muy amplia. Crema tuvo una experiencia misionera muy fuerte, además de la del grupo de los curas “fidei donum”. Y había muchos religiosos y religiosas misioneras de las diferentes congregaciones e institutos, la tarea era de mantener el contacto con estos misioneros nuestros en muchas partes del mundo. Aprender un poco de la experiencia de cada uno de ellos.

Como la experiencia de la fe en las iglesias más pequeñas y nuevas, los nuevos lugares de la experiencia católica, podía ayudar a nuestro camino de iglesias antiguas de alguna forma y al mismo tiempo mantener una relación con los misioneros y misioneras para ayudar. El apoyo a proyectos de desarrollo, de formación, entre otros. Además de esto, una tarea también de visita, de contacto.

Lo interesante es que esta tradición misionera había ido generando espacio en casi todas las parroquias, grupos misioneros, grupos de la comunidad que vivían bastante este aspecto de la oración por los misioneros y de la ayuda económica para los proyectos de la misión.

Al mismo tiempo, aunque pues el tema era un poquito diferente, la atención a los inmigrantes que habían empezado a llegar en cantidades a Italia y también en el norte, en Crema y no tanto como asistencia a las necesidades de los emigrantes, que era una tarea de Cáritas, sino el acompañamiento religioso de los migrantes, sobre todo ellos, estaba como responsable de un grupo grande de latinoamericanos, con ellos teníamos actividades, la misa todos los Domingos y reuniones sobre el evangelio, fue también esa una experiencia bastante importante.

Padre Gheddo (en el centro) en Crema en 2003. Con él el obispo Angelo y Don Bragonzi. La memoria del P. Alfredo Cremonesi, hoy beato (Il Nuovo Torrazzo)

En el 2009 fallecieron el mismo año mis dos padres. Ese fue uno de los motivos por el cual es por el cual le regresé de Guatemala a Crema para estar cerca también de mis viejitos. Pero cuando se fueron al cielo, yo me sentí más libre y empecé a decirle al obispo que ese tiempo era Mons. Oscar Cantoni, que hubiera sido interesante para la Diócesis de Crema, continuar la experiencia “fidei donum” de servicio a iglesias hermanas que tienen un poco más de necesidad de de agentes de pastoral. El obispo estuvo de acuerdo, en aquella época los misioneros “fidei donum” fueron falleciendo y prácticamente ya no teníamos a nadie en misión. Entonces yo propuse que volviéramos a dar fuerza a esta experiencia y entonces aceptamos la invitación que nos hizo el obispo Arturo en aquel tiempo juntamente a la Diócesis de Lodi.

Fue una decisión también de cooperación entre dos diócesis muy cercanas a nosotros con la diócesis de Lodi, que geográficamente queda a 15 kilómetros de Crema. Tenemos ya una colaboración para el estudio, la formación de los seminaristas desde hace mucho tiempo”.

MISIONERO EN URUGUAY

En el mes de enero de 2013 se integró al Presbiterio de la Diócesis de San José de Mayo, como sacerdote “fidei donum”. En la Diócesis fue párroco de la Parroquia Inmaculada Concepción y San Juan María Vianney (Estación González) y desde hace unos años en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes y San Eugenio en Delta del Tigre (Ciudad del Plata) y responsable de la Capilla San Juan Bautista en Ismael Cortinas (Flores).

“El proyecto era que estuviéramos en la Diócesis de San José de Mayo, dos sacerdotes de Crema y dos sacerdotes de Lodi sirviendo en la Diócesis de Mercedes.

Aquí en la Diócesis de San José estaba solo, esperando a otro sacerdote. Y entonces el obispo Arturo sugirió de esperar para ir a la zona del Delta del Tigre (donde ya existía desde 2009 una Cuasi-Parroquia) porque es bastante problemática y era mejor que estuviera acompañado por otro sacerdote.

Entonces me preguntó si quería una comunidad en la ciudad o en campo, yo le dije que toda mi vida estuve en el campo, dije mejor voy al campo. Y entonces Arturo me propuso la parroquia de Estación González, porque está bastante cerca de Cardona, que es el lugar donde están los de Lodi. Nosotros acostumbramos todos los Domingos reunirnos y pasar los lunes juntos, como grupo, por lo menos para encontrarnos así y hablar entre nosotros, compartir ideas y descansar un poco.

Entonces estuve cuatro años en la Parroquia de Estación González y una pequeña parroquia de unas seis comunidades y fue una experiencia muy interesante, porque la gente, muy servicial, muy sencilla y en algunas comunidades un poquito más que en otras. También en relación con la experiencia de la misión popular que tratamos de organizar en la diócesis, se movió bastante: grupos de lectura del Evangelio, actividades misioneras y se realizó una experiencia interesante que dio bastante vida a las comunidades. Yo tengo un lindísimo recuerdo de esos cuatros años que pasé en la parroquia de Estación González. Todavía mantengo mucha, mucha amistad y mucho cariño con las personas con las cuales pues colaboramos.

Vista al Papa Francisco en Santa Marta (Ciudad del Vaticano, agosto de 2016)

Después, cuando llegó el P. Francesco, que era el otro compañero que estaba esperando para empezar en el Delta y sucedió que me enfermé yo y él tuvo que empezar en Delta solo. Creo que le metió tanta fuerza, tanto entusiasmo, tanta entrega en el trabajo, todavía aquí la gente lo recuerda con muchísimo cariño por su carisma, por su cercanía a la gente. Creo que quiso hacer mucho sin conocer el ambiente y se desgastó mucho hasta que terminó con un infarto, que al final lo obligó a regresar a Italia. Y entonces la experiencia juntos duró pocos meses, lamentablemente, pero al final decidimos con Arturo que yo empezara en el Delta del Tigre.

También estaba la tarea de arreglar la casa, de arreglar un poco la capilla, mientras yo me dedicaba a estas tareas más materiales, estuve esperando que viniera otro sacerdote. Finalmente llegó, hace diez meses que está junto a nosotros en Delta, el P. Paolo Roca, que es más joven, 37 años y estamos caminando juntos ahora en el Delta del Tigre”.

DELTA DEL TIGRE

“Desde el punto de vista, digamos, religioso, como comunidad cristiana, la situación es bastante difícil porque aquí hay cinco capillas y tres están cerradas desde hace bastante tiempo y se cerraron porque ya no había comunidad cristiana, no había participación.

Las dos capillas que funcionan que es la San Eugenio y la de San Fernando, tienen una pequeña comunidad cristiana de los que participan activamente, ahora con la cuestión del virus ha bajado la participación. Pero son comunidades con pocos integrantes, muy fieles, cosas que yo admiro es la fidelidad de las personas que participan.

Aunque no hayan nunca quedado solas, porque después de los Oblatos fueron acompañados por los los padres y también los hermanos de la Institución Dalmanutá que acá se recuerdan con mucho cariño. Pero sí, de hecho la presencia fija de unos sacerdotes no la tenían”.

DESAFÍOS

“Como primer desafío para nosotros es ver si logramos fortalecer las dos comunidades que están en actividad y me parece que algo habíamos logrado antes del coronavirus, por miedo a esta situación, por prudencia o un poco por comodidad, no sé bien, pero que esta situación ha atraído como como una cierta frialdad.

Hay menos gente, menos entusiasmo, pero tratamos de acompañar para volver a animar un poco la situación.

El otro desafío se sitúa en las otras capillas que están cerradas, y nos pondremos a empezar un trabajo de misioneros para animar esas comunidades. De hecho, estamos trabajando un poco en SoFima, que es la capilla que fue más golpeada también físicamente, casi destruida, entonces estamos tratando de rehabilitarla. Hay un grupito que se reúne los jueves frente a la capilla como un signo, a rezar el rosario como para decir aquí estamos y aquí queremos empezar nuevamente.

El otro intento que estamos haciendo es con la capilla, que allí aquí se conoce como la capilla de las “monjas”, que queda un poquito hacia el norte de la parroquia, la capilla Nuestra Señora de la Misericordia, que era un centro donde vivieron las Hermanas de la Misericordia de la Madre Rosello. Estamos habilitando la capilla ahora para los bautismos, por las cuestiones de los cuidados del coronavirus, celebramos la misa en San Eugenio y los bautismos en esta otra capilla. Muy linda, por cierto. Es una pequeña señal porque la gente de alrededor está viendo y algunos han expresado el deseo de que se abriera la capilla para volver a empezar una presencia. Esos son los desafíos grandes de acá, sobre todo la evangelización.

Yo nunca estuve en mi experiencia misionera en un lugar donde hubiera tanta gente adulta sin bautizar. Como que algo que se perdió en el camino. Mucha gente que no tiene el bautismo. Entonces tenemos también pequeñas actividades de acompañamiento a adultos que quieren prepararse al bautismo.

El gran desafío acá y la preocupación nuestra es lo social, que con el coronavirus se ha hecho notar, muchas familias sin trabajo, situaciones muy complicadas. Estamos tratando de hacer unas canastas todas las semanas, tratando de apoyar las ollas populares que están ubicadas en una en el sector del vertedero, que es el asentamiento que tenemos acá en la parroquia. Todo el tema social, la droga, los niños un poco abandonados, o sea, tantos problemas sociales que nosotros sinceramente no tenemos fuerza todavía como para empezar a responder, pero en el futuro seguramente una actividad de pastoral social será necesaria acá”.

P. Paolo Rocca, P. Federico Bragonzi y Mons. Arturo Fajardo

(*) Fidei donum es una encíclica del papa Pío XII, promulgada el 21 de abril de 1957, con el fin de pedir la colaboración a los obispos diocesanos para enviar sacerdotes, diáconos y laicos a tierras de misión