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[NAVIDAD 2020] Reflexión del P. Gustavo Rebón

 

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El ángel le dijo: “Nada es imposible para Dios.
Y María contestó: «he aquí la esclava del Señor,
que se haga en mí según tu Palabra»
(Lc 1, 37-38)

Este año ha sido muy difícil para todos. A los desafíos que a cada uno le da la vida se ha sumado una pandemia que nos ha afectado, de una u otra forma, a todos. Hemos visto muchas personas angustiadas, con miedo, preocupadas, sin esperanza. Las crisis que se enfrentarían en tiempos normales se han visto intensificadas por la gran incertidumbre y los cambios drásticos de hábitos en la vida diaria. Podríamos decir que se ha puesto en evidencia toda nuestra fragilidad humana. En estos tiempos, más que nunca, nos urge responder a la pregunta esencial: ¿qué es lo que nos permite permanecer en la esperanza?

En medio de esta gran incertidumbre volvemos a contemplar el misterio del nacimiento del Señor que sigue viniendo, incansablemente, a nuestro encuentro en un humilde pesebre. Parece algo insignificante. Un bebé que nace como tantos otros. ¿Quién podría decir que este hecho tan común, que ha pasado tan desapercibido en su momento, excepto para sus padres, unos pocos pastores y unos magos de Oriente, se convertiría en la clave de la historia de la humanidad? Hay un antes y un después de este acontecimiento, no sólo para los cristianos sino para todos, independientemente de que lo reconozcan o no. Porque nadie puede negar la influencia decisiva del cristianismo en la historia del mundo entero.

Todo parte de un hecho aparentemente insignificante, algo que no parecía fuera de lo habitual. Hoy también el Señor viene a nuestro encuentro dentro de la normalidad de la vida. En cada familia, en cada hermano o hermana que encontramos en el camino, especialmente en los más débiles, y en la comunidad cristiana, tan imperfecta pero tan necesaria. No hace falta que cambien las circunstancias para tener una esperanza. Sólo hace falta una sencillez de corazón, como la de los magos de oriente, los pastores y, sobre todo como la de María, para reconocer su presencia entre nosotros. La fe nos permite ver en lo profundo de la realidad, descubrir un sentido aun donde, a primera vista, no sucede nada extraordinario.

Que María y José nos enseñen a todos, esa sencillez de corazón y esa disponibilidad para recibir el gran regalo que el Señor nos ofrece en la cotidianeidad de cada día.

¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!

Padre Gustavo
Párroco de la Catedral de San José de Mayo