Mons. Antúnez: “Somos dichosos porque se nos encarga la tarea de evangelizar. Pudo hacerlo el Señor directamente, pero prefiere hacerlo a través de nuestras frágiles manos”
Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en Radio María Uruguay, junto a los “Mensajes dominicales” de los Obispos del Uruguay, de este Domingo 12 de mayo de 2024 (Solemnidad de la Ascensión del Señor)
Un saludo muy grande para toda la audiencia. Celebramos este Domingo la fiesta de la Ascensión del Señor. Es una fiesta que en el corazón los discípulos tuvieron que integrar la experiencia de soltar, dejar ir al amigo, al Señor Jesús Resucitado, que durante 40 días pascuales se les había ido apareciendo en los distintos escenarios de su vida, que había ido sanando sus corazones de la experiencia de la pasión, la experiencia de la pérdida hoy retorna al Padre.
Podemos intuir que hasta la venida del Espíritu Santo, los discípulos continuaron sin comprender la experiencia que les estaba tocando atravesar. Mirando el propio corazón podemos preguntarnos ¿tenemos experiencias cada uno de nosotros de soltar, de dejar ir? Seguramente que sí. Son experiencias que nos traen dolor, que nos traen experiencias de desarraigo, de nostalgia, pero a la vez de madurez en el camino del amor. En ocasiones las ausencias nos dan la medida de la presencia. Muchas veces valoramos aquello que tenemos cuando, cuando ha partido. Los invito, por lo tanto, a preguntarnos por el valor de la experiencia de Jesús en cada uno de nosotros a la vez, también en esta experiencia de dejar ir, recibir el Espíritu, preguntarnos también por la purificación de nuestros vínculos, por la ubicación en Dios, de nuestras relaciones interpersonales, en especial aquellas centrales de nuestra vida.
También en este domingo se celebra en Uruguay el Día de la Madre, preguntarnos también por la gratitud para con ellas. Preguntarnos también por el legado que nos han dejado, si también la experiencia es de que ya han partido y están junto a Dios.
El Señor, a través de la fiesta de la Ascensión y el envío del Espíritu Santo, abre el corazón de sus discípulos y de la Iglesia primitiva al desafío de la tarea evangelizadora. Las tentaciones para ello y la tentación de siempre de la Iglesia tomara forma de mirada ensimismada, mirada entristecida o mirada hacia el cielo. Quedarse en una contemplación abstracta del Señor que parte sin reconocer que el desafío es tener una mirada de trascendencia, pero los pies muy en la tierra. El desafío de llevar la luz del Señor, el calor de su amor y la experiencia de su perdón a tantas noches oscuras que están hoy necesitadas del anuncio de la explicitación de la fe. En el Evangelio, se nos dice que el Señor confirma la predicación de la comunidad primitiva con distintos signos que tienen que ver con la experiencia del Espíritu Santo, signos que nos hablan de expulsar demonios, es decir, liberar el corazón del ser humano de toda atadura del mal. Hablarán nuevas lenguas, es decir, tendrán la capacidad de abrir nuevas puertas, nuevas culturas, nuevas realidades, agarrarán serpientes en las manos, es decir, les da el poder para afrontar conflictos, impondrán las manos y sanarán los corazones de las personas. La soledad a través de los gestos se expresará también el amor de empatía y de compasión. El desafío, por lo tanto, es este, el de salir al encuentro de las necesidades de nuestro tiempo desde la experiencia consoladora del Señor Resucitado que derrama en cada uno de nosotros su Espíritu Santo y sus dones. ¿Cómo esta la mirada nuestra, donde perdemos la ilusión, la capacidad de asombro? Y ¿qué necesitaríamos pedirle al Espíritu Santo que viene? Será, como digo, este Espíritu el que nos sacará hacia afuera. En palabras de Francisco una ‘Iglesia en salida’, una iglesia hacia las periferias existenciales. Será Él quien liberará nuestro corazón de los miedos. Quién nos impulsará a dar testimonio del Señor resucitado con la palabra y con los gestos. Será Él quien liberará nuestro corazón de las tristezas. Quien nos inspirará las palabras oportunas para consolar el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Se nos envía a ser testigos en todo el mundo. Se abre para la iglesia la universalidad de las culturas y todos los desafíos de este nuestro tiempo.
El desafío de la experiencia de Dios. El desafío de la falta de fraternidad y la paz en el mundo. El desafío que nos trae la tecnología. El desafío del cuidado de la vida y el cuidado de la casa común. Tantos desafíos que queremos hoy presentárselos al Espíritu Santo para que Él sople sobre nosotros y haga nuevas todas las cosas. Preparemos nuestro corazón para Pentecostés. Pidamos que el Espíritu Santo sople hoy en nuestra Iglesia, en nuestras diócesis, en nuestros agentes pastorales, en nuestras estructuras de evangelización, para que tengan también la capacidad creativa de llevar el Evangelio con gozo a tantas realidades necesitadas. Somos dichosos entonces, porque nos encarga a todos la tarea de evangelizar. Pudo hacerlo el Señor directamente, pero prefiere hacerlo a través de nuestras frágiles manos. Somos felices porque Él nos ha nombrado esto, testigos de su gozo, esta hermosa tarea, bendito oficio que debería llenar nuestro corazón de alegría y de consuelo.
Feliz día para todas las madres! Un experimentar en el corazón la presencia cercana del Espíritu Santo, un avivamiento de nuestro don bautismal. Y como Iglesia diocesana y la Iglesia en todas las diócesis, sintamos este envío y este impulso a evangelizar. Anunciar a todos la alegría consoladora del Señor resucitado y que Él nos bendiga. Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que tengas una buena jornada.