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Mons. Antúnez: “Que este tiempo de Adviento nos ayude a hacernos como niños, a nacer de nuevo, a volver a Dios, a la vida en el Espíritu”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en “Palabras de vida” (Puerto de Encuentro) a través de la plataforma de Visión Ciudadana, el espacio “Momento de reflexión”en Radio 41 AM 1360 y en Radio María Uruguay, junto a los “Mensajes dominicales” de los Obispos del Uruguay, de este Domingo 1 de diciembre de 2024 (I Domingo de Adviento)

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     21, 25-28. 34-36

Jesús dijo a sus discípulos:
«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.»
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre».

Palabra del Señor.


Un saludo muy especial para Puerto de Encuentro. Comenzamos este Domingo el tiempo del Adviento. Este tiempo especial que la Iglesia nos ofrece para preparar el corazón de cara a la Navidad.

Las lecturas también nos anticipan la imagen de un Cristo glorioso que viene, que ha venido a la historia en el niño que nació en Belén y que vendrá, vendrá a juzgar. En un momento en la Parusía, donde aún no sabemos cuándo ocurrirá. El desafío para todos es el de preparar el corazón a la experiencia del encuentro con el Señor. Por eso te presento tres desafíos para este tiempo de Adviento. El primero es el del silencio en el corazón. Dios viene en el silencio. La Navidad nos recuerda que el niño Dios no viene con poder, no viene con gloria, no viene con estrépito. Nace en la pequeñez, en la vulnerabilidad y solo lo acogen, lo contemplan.

Quienes hacen silencio en el corazón los pastores, los magos que disciernen los signos de los tiempos. Nace en pequeñez. En un portal de Belén, necesitamos, por lo tanto, hacer silencio en el corazón. ¿Qué espacios, qué ámbitos de mi vida necesitan de silencio? ¿Cómo mi palabra se educa a la luz del silencio del corazón? Cómo meditamos este nuestro año? Lo evaluamos en clave de misericordia, pero desde el silencio del corazón, donde Dios nos va a hablar a lo profundo del alma y nos va a consolar. El segundo de los desafíos es el de abrir sitio, abrir espacio a Dios que viene. Para ello necesitamos de centrarnos un poco más del yo, abrir sitio, dejarlo a Dios nacer. Ofrecerles espacios de nuestra vida para que Él se pueda mover con libertad en nuestro interior. Muchas veces lo recibimos a Dios rápidamente, de manera ansiosa y sin darle espacio a que él pueda trabajar dentro nuestro. Lo recibimos en las periferias del corazón y Él desea nacer en lo más hondo, en lo más profundo en nuestra sensibilidad, en aquel lugar clave desde el cual tomamos en la vida las decisiones.

¿Qué espacio debemos abrir a Dios que viene al Emmanuel, al Dios con nosotros? Qué ámbitos de nuestra vida debemos presentárselos para que Él pueda restaurarlo, pueda sanarlo, pueda consolarnos, pueda enviarnos en misión, abrir espacio segundo de los grandes desafíos y también abrir espacio al otro. Vivimos grandes tiempos de individualismo donde no tenemos tiempo y espacio para el encuentro personal, para los vínculos, para la amistad, para la vida de familia, para la vida de comunidad. Abrir espacio al Señor que viene. Y el tercero de los desafíos es el volver a la ingenuidad. Recuperar la inocencia. Dios se hace niño. Nos habla esto de infancia espiritual, de pequeñez, de la mística, de lo sencillo, de lo pequeño. Recuperar, por lo tanto, una segunda ingenuidad es sanar en la vida aquellas dimensiones de heridas, de rencores, de venganzas, de agresividad que nos roban la paz en el corazón. Los niños son toda bondad, son toda apertura a la vida, son toda ingenuidad. Los adultos necesitamos recuperar esa segunda ingenuidad.

Que este tiempo de Adviento nos ayude a hacernos como niños, a nacer de nuevo, a volver a Dios, a la vida en el Espíritu. Que Dios nos ayude a empezar bien este tiempo, a darle tiempo a Dios que viene a nuestras vidas y ahí reconciliando en él todas las dimensiones de nuestra existencia. Y que Dios nos bendiga. El que es Padre, que es Hijo y que su Espíritu Santo.