Home»NOTICIAS»Mons. Antúnez: “Que en esta festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo, volvamos a Él, al Señor presente en medio nuestro, centro de nuestras vidas, que nos invita una vez más a la contemplación, a la adoración y también a la solidaridad, a la justicia y a partirnos por los demás”

Mons. Antúnez: “Que en esta festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo, volvamos a Él, al Señor presente en medio nuestro, centro de nuestras vidas, que nos invita una vez más a la contemplación, a la adoración y también a la solidaridad, a la justicia y a partirnos por los demás”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) y en Radio María Uruguay, junto a los “Mensajes dominicales” de los Obispos del Uruguay, de este Domingo 2 de junio de 2024 (Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Corpus Christi)

Un saludo muy grande para toda la audiencia. Celebramos en este Domingo la festividad de Corpus Christi, aquella cena que definitivamente cambia la historia de la humanidad. La Cena del Señor junto a sus amigos, que recordaba el memorial de la liberación del pueblo de Israel, de los egipcios, pero que se transforma en un acto extremo de amor de Jesús. Dona, entrega la vida por amor a cada uno de nosotros. El Cordero pascual es sustituido por la carne del Señor, y la alegría memoriosa de liberación de los egipcios se convierte ahora en una liberación de nuestro corazón de dinámicas que nos centran en nosotros mismos. Este pan, este Cuerpo del Señor, es el nuevo maná que nos abre a una dimensión trascendente en la vida.

¿Cómo vivimos la dimensión de misterio de la Eucaristía? ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida? La misma? ¿Tenemos deseos celebrativo que nos hace vibrar? La Eucaristía nos habla de ser vínculos, de comunión, de ser puentes en medio de la división. El Señor se coloca en medio de nosotros, nos da su gracia y nos da su fortaleza necesaria para superar las fracturas, para unificarnos por dentro, para limpiar la mirada y encontrar en él la fortaleza del perdón. La Eucaristía nos impulsa a sí mismo a la empatía y a la compasión frente a tantas hambres de nuestro mundo. Se nos invita a dar los panes y los peces aquello de lo que tenemos nuestros talentos, cualidades y dones. La tentación hoy es similar a la de siempre, la de despedir a la gente, la de cerrar las manos a la compasión, la tentación de la indiferencia y la incapacidad de hacernos cargo del dolor que se nos fue confiado. Dar nuestros talentos y capacidades, ponerlos en juego para la transformación de la sociedad.

Solamente cuando somos capaces de salir de nosotros mismos el milagro de la transformación de la saciedad es posible. Allí no solamente el Señor nos bendice, sino que nos utiliza poderosamente como herramientas de transformación de la sociedad. El sueño de Dios, de fraternidad, de justicia en la distribución de los bienes, pasa por manos solidarias que, olvidándose un tanto de sí mismas, son capaces de compartir, ¿Cómo está entre nosotros la dimensión de la solidaridad?¿Cómo estamos viviendo esta tensión entre Eucaristía y compasión? ¿Celebrar la Eucaristía nos interpela más hondamente a la justicia? La Eucaristía nos habla a sí mismo de camino espiritual, de itinerario interior en donde el Señor nos va curando Las heridas y nos va devolviendo la esperanza. Este es el proceso de los discípulos de Emaús que encuentran en la Eucaristía el lugar de integración de sus dolores y una fuente nítida de esperanza.

En esta celebración del Corpus Christi podemos sentir que nuestro corazón vuelve a encenderse en el amor y retornamos más cálidamente a nuestras comunidades. ¿Damos lugar a integrar en la Eucaristía nuestros dolores? ¿Sanamos allí nuestras heridas, compartimos en el momento del ofertorio nuestras vidas para que sea transformada y donada por el Señor? La Eucaristía es fuerza para los débiles, es el alimento para los pecadores, es la misericordia de Dios que se nos regala y nos invita a compartir su historia en clave de esperanza. La Eucaristía nos habla, por tanto, de mesa compartida, de banquete, de fiesta, pero también de sacrificio, de entrega, de ofrenda del Señor.

Quiera Dios que esta festividad nos acerque también a vivir mejor el vínculo en familia de nuestras mesas compartidas, de nuestros diálogos donde ponemos en común aquello que vivimos, lo que tenemos, lo que somos. También en las comunidades, en la vida religiosa o en los encuentros de presbiterio. Que podamos celebrar esto. El Señor que está en medio nuestro y nos invita a partirnos, entregarnos, ofrendamos por los demás. Si vinculamos la Eucaristía con el lavatorio de los pies, nos ofrece la misma una imagen de alimento que nos impulsa a colocarnos por abajo en las relaciones interpersonales, sirviendo al otro, sanando heridas, levantando al que está caído.

Pidamos que nuestra vida se vuelva eucarística, que nuestros gestos sean capaces de generar comunión, fraternidad, compasión, solidaridad, justicia. Así, nuestro testimonio cristiano será significativo y hará al resto preguntarse por el sentido de nuestra esperanza. Que en esta festividad del Cuerpo y Sangre de Cristo, volvamos a Él, al Señor presente en medio nuestro y centro de nuestras vidas, que nos invita una vez más a la contemplación, a la adoración y también a la solidaridad, a la justicia y a partirnos por los demás. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.