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Mons. Antúnez: “El liderazgo en el pastoreo supone el arte de conducir al rebaño. Asumir el caminar junto a nuestro pueblo”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en el programa “Puerto de Encuentro” (Radio María 103.3 FM) y “Momento de reflexión” (Radio 41 AM 1360) (Domingo 30 de abril de 2023, IV Domingo de Pascua).


Un saludo muy grande para toda la audiencia. Celebramos en este Domingo la fiesta de Jesús como el Buen Pastor. Este Domingo es un tiempo propicio para rezar por las vocaciones sacerdotales, religiosas de la vida consagrada. También vocaciones al matrimonio, a la vida santa. Pedimos que este Buen Pastor siga trabajando en lo hondo y en lo íntimo del corazón de cada uno de nosotros. La primera invitación es a escuchar la voz del pastor. La voz del pastor es suave y delicada. En el lenguaje de San Ignacio de Loyola entra en el alma humana como gota de agua en la esponja. La podemos escuchar a esta suave voz solamente si hacemos silencio en el propio corazón.

Hay tantas voces que nos hablan, que nos seducen, que nos distraen. Las voces que nos dicen no valemos, no somos dignos. Voces que ahogan nuestra búsqueda interior. También nos inquietan las voces de la vanidad, del triunfo fácil del consumismo. El primer desafío, por tanto, será el de silenciar otras voces para escuchar aquella voz que nos dice Tú eres mi hijo muy amado. Sumergidos como estamos en esta realidad cultural, no resulta sencillo mantener el corazón pacificado en medio de la agitación y la mirada limpia para reconocer la presencia de Dios en medio nuestro.

Jesús percibe el cansancio de sus amigos y percibe que cada uno de nosotros también necesitamos lugares donde restaurarnos para seguir adelante con la misión. Podemos preguntarnos ¿Qué voces nos vienen hablando? ¿A quiénes escucho, qué palabras, qué discurso, qué narrativas pronuncio? Se nos contrapone en el Evangelio la imagen del Buen Pastor con aquellos malos pastores que confunden al rebaño, que engañan al mismo, que manipulan la relación de pastoreo para la obtención de beneficios personales. La distinción que nos hace Jesús es entre el pastor y el asalariado. El asalariado es aquel que no le importa las personas a ellos confiadas que su corazón se ha ido acostumbrando a la obtención de beneficios personales. Allí tendremos que detectar en nuestro corazón dinámicas personales de posesión de las personas que se nos confían. Mecanismos defensivos de la compasión, individualismos narcisistas que nos cierran en el yo, frialdades que nos impiden caminar en la lógica del compromiso. Zonas en cada uno de nosotros no maduradas, que nos roban unidad interior en el propio corazón.

El desafío será el de visualizar en cada uno de nosotros y en nuestro liderazgo, áreas de nuestra vida que estamos invitadas a convertir. ¿Qué áreas? ¿Qué aspectos de nuestra vida necesitan ser integrados? ¿Qué nos está faltando? Escucha lo otro. Pasión por la solidaridad. Intimidad con el Señor. También se nos invita a detectar aspectos de nuestra vida en los que reflejamos al Buen Pastor. El Buen Pastor es el que conoce a las ovejas confiadas. Se sostiene frente a la adversidad. Sabe estar en las crisis. Camina junto al pueblo de Dios. Lidera el rebaño. Somos invitados a dejarnos unificar el corazón por el Señor para reflejar esta imagen. Sabemos que esto supone docilidad de nuestra parte para dejarnos conducir. Humildad para vivir nuestro ministerio desde el servicio. Conocer a las ovejas, a nosotros confiadas, supone tiempo compartido. Atención a la interioridad del otro. Respeto a los procesos. Manejo de los límites y zonas fuertes del otro.

El liderazgo en el pastoreo supone el arte de conducir al rebaño. Asumir el caminar junto a nuestro pueblo. Unas veces caminando delante. En otras ocasiones caminando detrás. En otros momentos, quizás, junto al pueblo de Dios. Esto supondrá abrir sitios en nuestro interior a la experiencia de un liderazgo que deberá integrar la autoridad con el servicio. El ministerio. Unido a las relaciones interpersonales profundas y estrechas. El dar la vida supondrá soportar con paciencia los procesos de las personas, atender con mansedumbre sus debilidades, las heridas del otro y a la vez confrontar con cariño para estimular procesos de crecimiento y maduración. Esta capacidad de atender a cada persona nos supondrá la delicadeza de perder tiempo en la escucha del otro, en sus deseos y en sus sueños. ¿Cómo está nuestro pastoreo, aquel que ejercitamos como sacerdote, aquel que ejercitamos como educadores, como padre de familia, como líderes en el trabajo? Pensamos los consejos conforme a las características de los sujetos que nos fueron confiados. ¿Nos implicamos en la vida del otro o los caminos de la vida nos han ido anestesiando a la empatía y a la compasión? ¿Soy antes que pastor, una oveja dócil a la voz del Señor? Pidamos la gracia de que el Señor sea nuestro pastor y que Él renueve nuestro pastoreo al estilo de Jesús, a su manera, con su mirada. Siguiendo su voz desde su escucha. Y que el Señor nos bendiga. El que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.