Mons. Antúnez: “Decir que sí al actuar de Dios y también vivir estos consuelos, estos regalos de Dios en clave de servicio”
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Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, obispo de la Diócesis de San José de Mayo, compartida en “Palabras de vida” (Puerto de Encuentro) a través de la plataforma de Visión Ciudadana, el espacio “Momento de reflexión”en Radio 41 AM 1360 y en Radio María Uruguay, junto a los “Mensajes dominicales” de los Obispos del Uruguay, de este Domingo 8 de diciembre de 2024 (Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María – II Domingo de Adviento)
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 26-38
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin.»
María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios.»
María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho.»
Y el ángel se alejó.
Palabra del Señor.
Un saludo muy grande para toda la audiencia de Puerto de Encuentro. Celebramos en este domingo como Iglesia la Inmaculada Concepción de María, nuestra Madre, preservada del pecado, elegida por Dios en la historia de la salvación, aquella que en un proceso interno, en diálogo con el Enviado de Dios, da el sí más importante de la historia. Aquel sí que cambia definitivamente la humanidad.
San Ignacio, en el libro de los Ejercicios Espirituales, nos hace contemplar en la escena de la encarnación primero, cómo la Trinidad mira al mundo, un mundo atravesado en aquel tiempo y también hoy por el problema del sentido de la vida, por el pecado estructural, por el maltrato a la vida, por la baja en la tasa de la natalidad, por la guerra, por los problemas medioambientales. Toda la historia de la humanidad. Y la Trinidad compasiva decide hacer redención del género humano. Se implica, se conmueve. La mirada de la Trinidad no es una pura mirada sociológica que analiza la realidad de modo abstracto, sino que es la mirada de un corazón sintiente de la Trinidad que decide salir al encuentro del ser humano, enviando la segunda persona para hacerse hombre y solicitando a nuestra Madre, la Virgen Santísima, en la escena de la Anunciación. El poder brindar el receptáculo, el espacio para que la vida surja, para que la vida de Dios se haga presente en medio nuestro.
¿Cómo es nuestra mirada? ¿Cómo nos implicamos en la realidad de este nuestro mundo? ¿Como también cada uno de nosotros vamos trabajando por dentro, dejando que el Espíritu Santo nos haga disponibles al actuar de Dios como cada uno de nosotros? También en aquellas situaciones concretas de nuestra vida que nos toca enfrentar, damos el sí, es decir, el hágase.
Y en esto me gustaría compartir una poesía de José María Rodríguez Olaizola que dice así “Hágase la luz en las tinieblas y la paz en la batalla. Hágase la risa en el sollozo y la cura en el desgarro. Hágase susurro el grito amargo, que brote la esperanza allí donde hay odio y los muros nos impiden tender las manos. Que tu voz, Señor, nos devuelva el paso firme donde el miedo nos hizo descuidados. Que se rompan los diques que retienen un amor que no siempre regalamos. Hágase tu verdad en nuestros ruidos. Hágase tu palabra en nuestro canto. Que tu reino, Señor, se vuelva desafío. Y aquí tus hijos, fieles esperamos un respiro. Más fe. Algún que otro abrazo. Hágase, Señor, tu sueño eterno. Hágase tu vida en nuestro barro”.
¿Abrimos sitio a la presencia del Espíritu Santo que quiere trabajar en medio nuestro? ¿Nos dejamos habitar en lo profundo del corazón por Aquel que es la Persona, amor que desea transformar nuestra existencia? María para nosotros es ese modelo de la disponibilidad, modelo de espera y modelo de disponibilidad. Modelo de mujer vaciada, de ego, vaciada del yo. Deja a un lado sus planes, sus proyectos, sus sueños para acoger la Palabra con mayúscula. El Sueño de Dios con mayúscula. Porque siempre los caminos de Dios serán sorprendentes, Serán más profundos, más compasivos, más trascendentes que los nuestros.
María, después de la escena de la Anunciación, cuando se va haciendo disponible, cuando consulta con el Enviado de Dios el cómo puede suceder aquello que se le anuncia. María se suelta al trabajo de Dios, al trabajo de la gracia e inmediatamente se pone en camino. Va a visitar a Isabel.
Los grandes anuncios en nuestra vida ¿nos han hecho más disponibles? ¿los detalles de la consolación de Dios, los regalos de Dios nos han hecho más libres por dentro. ¿Cómo vivimos? En definitiva, la dimensión de los regalos de Dios unidos al servicio María Isabel son ese encuentro. Representan ese encuentro de complicidad de entrañas donde dos mujeres, en etapas vitales están habitadas por la presencia del espíritu. Están embarazadas. María es la llena de gracia. Isabel es aquella mujer estéril que queda embarazada y alaba a Dios también por la bendición de ser madre. Vamos a pedir la gracia en esta fiesta tan linda de nuestra Madre, la Virgen Santísima. Que podamos cada uno primero mirar el mundo como la Trinidad lo mira. Segundo, hacernos disponibles al trabajo del Espíritu Santo en cada uno de nosotros. Decir que sí al actuar de Dios y también vivir estos consuelos, estos regalos de Dios en clave de servicio. Ir al encuentro de aquellos que nos necesitan. Y que nos bendiga Dios, el que es Padre, que es Hijo y que es Espíritu Santo. Amén.