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Mons. Antúnez: “Celebrar la Eucaristía nos interpela a vivir más hondamente la justicia”

Compartimos la reflexión de Mons. Fabián Antúnez SJ, Obispo de la Diócesis de San José de Mayo, en este Domingo 19 de junio de 2022 (Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Corpus Christi), en el programa “Momento de reflexión” de Radio 41 AM 1360.

Celebramos en este Domingo la festividad del Corpus Christi, Cuerpo y Sangre de Cristo, en la que traemos a la memoria afectiva, la memoria del corazón, de aquella noche en la que se celebró la última cena, que cambió radicalmente la historia, Aquella cena festiva en la que el pueblo de Israel celebraba la liberación de Egipto, se transforma de repente en un acto extremo de amor, en una ofrenda de quien, vaciándose a sí mismo, se donó para darnos la vida en abundancia.

Resuenan en mi interior aquellas palabras del Señor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. El cordero pascual, que simbolizaba el alimento, el pan sin levadura y las hierbas amargas, es sustituido por la carne del Señor. Y la alegría, aquella alegría del recuerdo memorioso de la liberación de los egipcios, se convierte en una liberación aún mayor del Señor. Esa cena, esa última cena, nos libera de nuestros egoísmos, de nuestros autos, entrenamientos, de tantas dinámicas de amor narcisista, amor egoísta que muchas veces nos encadena en el corazón. Este cuerpo entregado del Señor es el nuevo maná que nos abre a una dimensión trascendente en la vida. El Señor nos invita, por tanto, en actitud reverencial, a preguntarnos: ¿Cómo vivimos la dimensión de la Eucaristía? ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida el querer celebrarla? ¿Tenemos deseo celebrativo? ¿Qué nos hace vibrar? La Eucaristía nos habla de ser vínculos de comunión, de ser puentes en medio de la división.

El Señor se coloca en medio de nosotros, nos da su gracia y nos da su fortaleza necesaria para superar las fracturas internas, para unificarnos por dentro, para limpiar la mirada y encontrar allí la fortaleza del perdón. La Eucaristía nos impulsa a la empatía y a la compasión, como en el Evangelio de este Domingo el Señor, viendo las hambres, viendo la necesidad de la multitud, invita a sus discípulos y hoy también a nosotros: “Denles ustedes de comer”. Tenemos la necesidad de poner en común esos panes y peces que configuran nuestro sustento. Lo que tenemos para que el milagro sea posible. Solamente cuando somos capaces de salir de nosotros mismos. El milagro de la transformación y de la saciedad es posible allí. No solamente el Señor bendice, sino que nos utiliza como herramientas de transformación de la sociedad. El sueño de Dios de fraternidad para el mundo, de justicia en la distribución de los bienes, pasa por aquellas manos solidarias que, olvidándose un poco de sí mismos, son capaces de compartir. Las primeras comunidades unían a la fracción del pan el compartir los bienes de la tierra, los bienes tanto materiales como espirituales. ¿Cómo está entre nosotros la dimensión de la solidaridad? ¿Cómo estamos viviendo esta tensión entre Eucaristía y entre compasión? Celebrar la Eucaristía nos interpela a vivir más hondamente la justicia. La Eucaristía también nos habla de camino espiritual, de itinerario interior, en donde el Señor nos va curando las heridas y nos va devolviendo la esperanza.

Este es el proceso también de los discípulos de Emaús que encuentran en la Eucaristía el lugar de integración de los dolores y la fuente nítida de esperanza al partir el pan renovamos el sentido profundo de cada uno de nuestros dolores y sacrificios en clave de resurrección. ¿Damos lugar a la integración de los dolores?. ¿A lamentar las pérdidas?. ¿A sanar las heridas? Compartimos en el ofertorio nuestra vida para que sea transformada. La Eucaristía es fuerza para los débiles. Es alimento para los pecadores. Es la misericordia de Dios que se nos regala y nos invita a compartir su historia en clave de esperanza. Pidamos la gracia. Por lo tanto, en esta festividad de Corpus Christi de renovar la dimensión eucarística de nuestras vidas. Familias que tienen rituales en torno a la mesa. Comunidades que celebran juntos el partir el pan. Momentos de adoración en donde nos postramos ante el misterio del amor del Señor entregado en el pan.

Vamos a pedir la gracia que se renueve en cada uno de nosotros esta vivencia honda y profunda de la Eucaristía. Recuperar el sentido profundo de las mismas constituye un desafío importante para testimoniar nuestra fe cristocéntrica. Pidamos entonces la gracia de que nuestra vida se vuelva eucarística. Acción de gracias. Que nuestros gestos sean capaces de seguir construyendo la comunidad, fraternidad, la compasión, la solidaridad y la justicia. Y que el Señor nos bendiga, el que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.