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Entrevista al seminarista Andrés Paredes

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El sábado 19 de noviembre a las 17 horas en la Basílica Catedral y Santuario Nacional de San José, el seminarista Andrés Paredes será ordenado diácono.

El Servicio Diocesano de Comunicación (DECOS) de la Diócesis de San José le acercó algunas preguntas, a modo de ir conociendo el perfil del seminarista que servirá a nuestra Diócesis como diácono, en camino al sacerdocio.

En esta segunda parte conoceremos el vínculo que Andrés tiene con el mundo del Carnaval y en particular la murga. Su gusto por la historia y la Liturgia “dos actividades que desde la adolescencia me han cautivado”, expresa el seminarista. La explicación del lema que ha elegido para su Ordenación Diaconal “Es necesario que Él crezca y que yo disminuya“, una frase del evangelio de Juan. Le consultamos sobre el “desafío de ser Diácono” y los desafíos para su nueva etapa. Al final le hemos acercado algunos nombres o temas para que, en pocas palabras, podamos conocer su punto de vista sobre ciertas temáticas y personajes, entre ellos, los amigos, el Colegio Sagrada Familia donde cursó la Primaria, la Misericordia, a poco de haber concluido un Año Santo dedicado a la Misericordia en todo el mundo, los jóvenes, la murga, Benedicto XVI y el Papa Francisco, entre otros.

Segunda parte de la entrevista

El Carnaval y la murga
Desde muy pequeño el carnaval uruguayo y, especialmente el género murga, han tenido una especial resonancia en mi familia, y por ello desde chico ha sido una de mis grandes pasiones. Allí desarrollé algunas actividades artísticas de forma amateur, como el canto, la percusión y el maquillaje artístico. Todas ellas en alguna medida también me sirvieron como impulso inicial para animarme a expresarme en mi vida de fe, por ejemplo a través del canto litúrgico o al pintar cirios pascuales.

A diferencia del carnaval de otros países, se podría decir que en Uruguay es un festival de teatro popular que dura un mes y se desarrolla entre presentaciones en barrios y un importante concurso, ya sea en Montevideo, como en algunas ciudades del interior. En lo personal, las distintas artes que confluyen en el género murga (música, texto, movimiento escénico, vestuario, maquillaje, etc), me resultan cautivantes, se genera un espacio de catarsis social, de alegría y de disfrute musical. Para mí siempre será un hobby, una actividad apasionante y, a la vez, una muy importante “fábrica de amigos”. Todo esto me ha ayudado a vivirlo con corazón agradecido. Para mí es un lugar donde también he encontrado a Dios.

La liturgia y la historia
La liturgia y la historia son dos actividades que desde la adolescencia me han cautivado y, con el tiempo, he descubierto que Dios me regaló en estos campos un don para volcarlo en el servicio a los hermanos. La historia me resulta atrapante, más aun cuando siento que es mi historia. Esto me pasa con la historia uruguaya y la historia de San José. Aunque muchas veces no nos lo hayan enseñado así, es una realidad muy constatable la presencia de la Iglesia en los procesos fundacionales de nuestra patria. Por mi vocación sacerdotal también me cautiva de manera muy particular la historia de nuestra Iglesia y de algunos pastores de nuestra Diócesis.

La liturgia, con la que tengo vínculo desde mi Primera Comunión, en estos años de seminario me ha apasionado aún más, teniendo la posibilidad de formarme al respecto en la Facultad de Teología (recuerdo el aporte del Pbro. Roberto Russo), en cursos en Argentina, y también de forma autodidacta. Tuve la oportunidad de hacer aportes en nuestra Diócesis y en otras, a laicos, diáconos, seminaristas, etc. El servicio de Maestro de las Celebraciones Litúrgicas lo disfruto especialmente y lo aprendí desde chico junto al Hno. José Mario Dipacce. En mis servicios pastorales, a través de la liturgia he descubierto una herramienta sin igual para ayudar a otros a encontrarse con el Señor. Es una pastoral muchas veces descuidada o de poca formación pero que la valoramos no como algo en sí mismo, sino como un medio excelente para encontrarse con Dios.

“Es necesario que Él crezca y que yo disminuya”
Esta cita del Evangelio de Juan (Jn 3, 30) son palabras de Juan el Bautista, más aún, están entre las últimas palabras dichas por él en el Evangelio. Hace mucho que siento que el Señor me llama a un ministerio con el estilo del Bautista, preparando caminos que propicien el encuentro con Jesús y anunciándolo a Él y nunca a mí mismo. En la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, que viví a principios de este año, resonó este versículo con mucha fuerza, no es solo un buen deseo o un buen propósito, es algo “necesario”, mi ministerio no puede ser autorreferencial, y aunque sea un desafío que me lleve la vida entera, debo hacer presente al Señor Jesús allí donde me toque servir.

En la invitación a la ordenación hay un sencillo dibujo realizado por el seminarista Santiago Scheeffer, de la Diócesis de Salto, he tratado de expresar allí este plan de ruta al que me siento llamado. La Cruz está en el centro, es central para mi vida y ministerio, es el lugar del amor de Cristo entregado hasta el extremo, amor en su forma más radical. El sol y la luna expresan el crecer y el disminuir, ya que los términos griegos que usa el evangelista son los que se usaban para el crecimiento y decrecimiento de la luz de los astros. El sol y la luna están personificados porque representan a Cristo y a la Iglesia. Cristo es sol, la Iglesia la luna, que no tiene luz propia, tiene que reflejar la luz del sol, la luz de Cristo. Y el lirio florecido que rodea la Cruz representa a San José, santo por el que siempre me he sentido especialmente cuidado.

El desafío de ser Diácono
Hoy, al pensar en el ministerio diaconal, siento gran alegría y el corazón tremendamente agradecido, me siento dichoso de llegar a este punto del camino, sabiendo que toca comenzar una etapa nueva y distinta de mi vida. También me siento llamado a vivir mi entrega total al Señor en un doble desafío, el de la escucha y la presencia. Primero la escucha del Señor y el estar con Él, y desde ahí la escucha de los demás y estar donde debo estar, junto a todos (como decía el lema de Mons. Seijas: “Me debo a todos”), donde me toque servir. Creo que esto es fundamental para vivir realmente que el Señor crezca y que yo disminuya.

BREVES

La fe: inicio y motor de todo en mi vida

La Eucaristía: el centro de mi vida y vocación

Los amigos: una maravillosa necesidad

El Colegio Sagrada Familia: una segunda casa

Las personas de las comunidades: testigos, hermanos y amigos

El Seminario “Cristo Rey”: el camino vocacional compartido con hermanos, esperanza de nuestra Iglesia

Los Ejercicios Espirituales: una de mis experiencias más hermosas de encuentro con Dios

La Palabra de Dios: el lugar del encuentro más íntimo con Dios

La Iglesia: mi familia

Nuestro Patrono, San José: Padre y Protector, de su mano hacia Jesús

San Juan XXIII: testimonio y ejemplo sacerdotal

La Misericordia: Dios me ha “Misericordiado”, me ha amado, perdonado y llamado, y lo sigue haciendo

Los jóvenes: esperanza, alegría y amistad

La historia: una pasión por conocer nuestras raíces, especialmente de la Iglesia y el Uruguay

La liturgia: lugar privilegiado de encuentro con el Señor

El Uruguay: un rincón al sur del sur, muy particular pero muy querido

La murga: arte popular, mi hobby

Benedicto XVI: maestro de la fe y de la liturgia, luchador por la verdad y ejemplo de humildad

El Papa Francisco: Pastor de todos, un hombre en salida

Andrés Paredes: un eterno y alegre buscador


LA IMAGEN ELEGIDA PARA LA INVITACIÓN

Por Andrés Paredes

14963206_10210220518656935_8443613363748438256_n“Quiero compartir con ustedes el significado de la sencilla imagen que acompaña la invitación. Fue realizada por el seminarista Santiago Scheeffer, de la Diócesis de Salto.

La Cruz: está en el centro, es central para mi vida y ministerio, es el lugar del amor de Cristo entregado hasta el extremo, amor en su forma más radical.

El sol y la luna: expresan el crecer y el disminuir, ya que los términos griegos que usa el evangelista (“Es necesario que Él crezca y que yo disminuya” – Jn 3, 30) son los que se usaban para el crecimiento y decrecimiento de la luz de los astros. Están personificados porque representan a Cristo y a la Iglesia. Cristo es sol, la Iglesia la luna, que no tiene luz propia, tiene que reflejar la luz del sol, la luz de Cristo.

El lirio florecido que rodea la Cruz representa a San José, patrono de nuestra ciudad, nuestra Iglesia Catedral y nuestra Diócesis, santo por el que siempre me he sentido especialmente cuidado.