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[VOCACIONES NUESTRAS PARA EL MUNDO] Hna. Margarita Desalvo

| Margarita Desalvo
(Religiosa del Instituto de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José)

La Hna. Margarita Desalvo, es oriunda de la ciudad de Trinidad (Flores). Tiene 46 años de vida religiosa en el Instituto de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José y maestra de profesión. Conoció el Colegio siendo una de las alumnas fundadoras del Colegio San José de la ciudad de Trinidad, que hoy día, hace 123 años, mantienen las Hermanas junto a un grupo de laicos. Actualmente está destinada en Buenos Aires, en el barrio de la Recoleta, donde integra el equipo de trabajo de un pensionado de mujeres y atención de personas en situación de calle, pero estuvo como misionera estuvo en Rumania, Madagascar, y fue directora del Colegio de Trinidad cuando la Secundaria cumplió 50 años.

Compartimos en este MES VOCACIONAL el testimonio de la Hna. Margarita.


“En mis 46 años de consagración en el Instituto Hermanas Pobres Bonaerenses de San José he vivido siempre con la alegría de poder decirle cada día al Señor: “Gracias por el llamado”.

Soy la Hna. Margarita Desalvo de Trinidad, en el departamento de Flores. Nací el 23 de junio de 1948, fácil sacar la cuenta de mis 70. Del grupo de las fundadoras del liceo de las Hermanas en Trinidad y para recordar las palabras que la Hna. María de los Ángeles, directora fundadora del liceo, nos decía: “una de ustedes tiene que ocupar mi lugar en el futuro… nunca en el liceo me lo creí, pero…los caminos del Señor.

Me tocó celebrar en el 2010 los 50 años del liceo siendo la directora… la docencia fue mi pasión toda la vida, fue mi último año en la docencia, y luego me tocó jubilarme.

SU EXPERIENCIA EN RUMANIA
De allí me mandaron a Rumania, una experiencia hermosa. Europa del este es preciosa, es una tierra de misión verdaderamente. ¡Mucha tarea especial, ni me acordaba me había jubilado! Mucho contacto con Italia, por lo tanto, para entenderse, mucho italiano y el rumano, no es fácil, pero de raíz latina, se iba entendiendo.

MADAGASCAR
Dos años y luego otra misión diferente: Madagascar, estuve 4 años, un trabajo que siempre dije: “dolía el corazón” la pobreza de la ” isla roja” como la llaman es impresionante. Allí se habla el idioma nativo, “malgache” de raíz asiática, muy difícil, pero como fue colonia francesa se habla mucho el francés y nos podíamos entender bien. No solo trabajamos con el comedor para los niños dónde comen 200 todos los días, sino con las jóvenes en formación y la asistencia sanitaria con médico, dentista, asistente social, entre otros servicios. Allí se vive del arroz, plantado en forma totalmente primitiva, se siembra a mano, se cosecha con la hoz, no existen las máquinas, todo a mano y transportado en carretas con bueyes.

Un sacerdote argentino es muy famoso en la isla: P. Pedro Opeka, “mi mellizo” nació en Buenos Aires en junio de 1948, nos conocimos allá. Sacó más de 50000 familias de la basura, los enseñó a trabajar, hicieron un pueblo: Akamasua, limpio, prolijo, dónde cada uno con su trabajo construyó su casa. Escuelas primarias, secundarias y hasta una universidad. Al Hospital de ese lugar van médicos y profesionales de todas partes a hacer experiencias.

Este año pasado estuvo recorriendo por Argentina y lo invitó la Universidad de Montevideo dónde dio unas charlas y tuvo una fuerte presencia en los medios de comunicación. 40 años lleva en la misión, nosotras hace 20 estamos en Madagascar, cuando fuimos nos ayudó mucho. Siempre las Hermanas han sido cercanas de esta obra.

Actualmente estoy en Buenos Aires, Capital Federal (CABA Ciudad Autónoma de Buenos Aires) en el barrio de la Recoleta. Aquí hay dos obras de esta casa (Residencia Josefina): un pensionado para mujeres, y atención (desayuno, almuerzo, higiene personal, entre otras) a personas en situación de calle. Unos 80 asisten todos los días. Vivimos la paradoja de “atender los pobres de la Recoleta”, como en Montevideo serían “los pobres de Carrasco”. Cada vez más gente se “adapta” a la “situación de calle”, es muy triste oír sus historias.

REFLEXIÓN
Cuando se vive la alegría de la entrega al Señor no importa el lugar que toque estar, allí donde la obediencia nos manda, allí se debe florecer para que muchas almas se encuentren con la gracia del don de la Fe. Así se vive en una paz y gozo que vienen de lo alto, que no hay palabras humanas para explicarlo.

Dios sigue llamando… sólo abrir los oídos y el corazón para que Él pueda entrar”.


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