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Reflexiones de Navidad

Compartimos las reflexiones de Navidad de dos párrocos de nuestra Diócesis, el Pbro. Sergio Pinto (Párroco de la Parroquia Santísima Trinidad en Flores) y del Pbro. Gustavo Rebón (Párroco de la Parroquia Catedral de San José) quienes las han compartido en sus respectivas comunidades.


UNA NUEVA NAVIDAD…

El tiempo pasa… y la vida también, cambian situaciones y circunstancias, vivimos acelerados y pocas veces “paramos la máquina” para pensar, reflexionar, estar en silencio con nosotros mismos para darnos cuenta cómo estamos viviendo, qué es lo importante para nosotros…

En este tiempo previo a la Navidad, te propongo una pausa y te regalo este relato para pensar, reflexionar y rezar sobre lo que es significativo y esencial en nuestra vida.

“Hace mucho tiempo, en un lugar lejano, un viajero llegó a una tierra que no conocía. De inmediato le llamó la atención la hermosura del lugar, de sus arroyos y sus campos. Habiendo caminado un rato, comenzó a vislumbrar las casas de un sencillo poblado. Las casas coloridas con las puertas abiertas de par en par irradiaban un aire de paz y alegría. Al viajero le resultaba difícil creerlo… ¡él venía de un lugar tan distinto!

Poco a poco se siguió acercando. Vio unos niños jugando y a sus padres que salían a su encuentro y con una enorme sonrisa le invitaron a quedarse con ellos unos días.

El viajero aprendió muchas cosas, por ejemplo a hornear el pan, a trabajar la tierra, a ordeñar las vacas… pero había una que lo llenaba de curiosidad. Cada día, a veces en varias ocasiones, los miembros de la familia se acercaban a una mesita donde habían colocado las figuras de María y José, junto a un burrito color marrón y una vaca; y muy despacito dejaban una pajita entre María y José. Con el correr de los días la cantidad de pajitas iba aumentando e iban formando un colchoncito que se iba haciendo cada vez más mullido.

Cuando le llegó al viajero el momento de partir, la familia le entregó un pan calentito y frutas para el camino, lo abrazaron y se despidieron. Ya se iba cuando, dándose vuelta, les dijo:

– “Quisiera hacerles una pregunta antes de marcharme… ¿Por qué iban dejando esas pajitas a los pies de María y José?”

Todos sonrieron, y el niño más pequeño le dijo:

– “Cada vez que hacemos algo con amor, buscamos una pajita y la llevamos al pesebre. Así vamos preparando, para que cuando llegue el niñito Jesús, María tenga un buen lugar para recostarlo. Si amamos poco, el colchón va a ser un colchón delgado y por lo mismo frío; pero si amamos mucho, Jesús va a estar más cómodo y calentito.”

Por fin el viajero pareció comprenderlo todo y sintió ganas de quedarse con esa familia hasta la Nochebuena. Pero una voz dentro suyo lo invitó a llevar por otros pueblos el maravilloso mensaje de amor que había aprendido de esta sencilla familia… aprendamos nosotros también y tengamos reservado en nuestros hogares un lugar calentito y cómodo donde María pueda recostar al Niñito Jesús el día de Navidad”.

Que podamos preparar nuestro corazón para un Nuevo Nacimiento, realizando “buenos gestos” con los que nos rodean: tenernos paciencia, respetarnos, valorarnos (y decirlo), agradecer por la presencia del otro, ayudando al que lo necesita… Siempre tenemos mucho para agradecer superando la queja y la crítica constante.

Que el Niño Jesús renazca en nosotros y renueve lo mejor que hay en nuestro corazón y en nuestra vida.

FELIZ NAVIDAD Y FELIZ AÑO NUEVO!!!

Padre Sergio Pinto

“Que nunca te falte un sueño por el que luchar, un proyecto que realizar, algo que aprender, un lugar adonde ir y alguien a quien querer”


NAVIDAD: LA FUERZA DE LO DÉBIL

“Para que lo débil pudiera devenir fuerte la fuerza se hizo debilidad”
(San Agustín, Sermón 190, 4).

La Navidad es el acontecimiento de las paradojas de Dios. El pueblo de Israel esperaba un Mesías que fuera un rey poderoso, descendiente del gran David, que extendería el reinado de Israel hasta los confines de la tierra (Miqueas 5, 3). Sin embargo, el rey que nace no es un rey según los criterios de este mundo, ni nace en un palacio, ni es reconocido, sino todo lo contrario. Nace en un pesebre –un lugar indigno para un rey– en medio de la indiferencia del mundo. Es anunciado a unos pastores que cuidaban sus rebaños.

Los pastores no sólo eran pobres sino que frecuentemente eran ladrones y, por tanto, eran más bien despreciados por mucha gente. Es decir que el Mesías se presenta en primer lugar a los pobres y pecadores. Además, nace de noche, en medio de la oscuridad, que puede entenderse como un signo de la luz que se mete en las tinieblas del mundo (Isaías 9, 2; Juan 1, 5).

Pero lo más difícil de aceptar, lo más inconcebible, es que Dios se haya hecho hombre. La Palabra eterna se hizo carne (Juan 1, 14), el cielo se metió dentro de la tierra, el Todopoderoso se hizo débil, el Creador se hizo creatura. ¿Quién podía haber creído esto si Cristo no se hubiera presentado como un hombre común ante quienes lo siguieron, que poco a poco se iría revelando como alguien extraordinario? Y es así como el Señor sigue presentándose en nuestros días, en la carne débil –incluso pecadora– de tantos hermanos y hermanas que lo reciben con un corazón sencillo. Para reconocerlo hay que hacer un camino, como lo hicieron los apóstoles y todos los que lo siguieron. El Señor se revela poco a poco a quienes no se escandalizan de la pobreza, la debilidad e incluso los pecados de quienes lo reciben con un corazón abierto.

Allí mismo, en la fragilidad de nuestra Iglesia –santa y pecadora, como la llamaban los padres de la Iglesia– seguimos encontrando al Dios hecho hombre, quien se nos revela poco a poco a medida que vamos haciendo camino en la fe.

Las paradojas de Dios siguen sucediendo. No es necesario ser perfectos para reconocerlo, basta tener un corazón sencillo como el de los pastores, los magos de oriente, los apóstoles, los enfermos y pecadores que acudían a Jesús porque reconocieron en ese hombre algo más que un hombre. Él era la luz que necesitaban para ver más profundo, Él llevaba consigo el significado de sus vidas, la paz y la salvación que esperaban. Y sigue siendo así.

¡Feliz Navidad para todos!

Padre Gustavo