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P. Gustavo Rebón es el nuevo párroco de la Catedral de San José

El Pbro. Gustavo Daniel Rebón Lescano, asumió el Domingo 4 de marzo como nuevo párroco de la Parroquia Catedral y Santuario Nacional de San José. En una celebración que fue muy acompañada por integrantes de la comunidad de la ciudad de Rodríguez, parroquia que Gustavo guió durante 10 años y fieles de la comunidad de San José, así como también familiares del P. Gustavo que vinieron de Argentina.

La celebración fue presidida por el Obispo diocesano, Mons. Arturo Fajardo y concelebrada por varios sacerdotes de la Diócesis, entre ellos los que acompañarán al P. Gustavo como vicarios en la Catedral, el P. Damián Legelén y el P. Andrés Paredes.

El P. Nelson González, vicario general de la Diócesis es quien leyó el decreto de nombramiento al comienzo de la celebración.

Continuada la celebración, en la Liturgia de la Palabra, el Obispo le entrega el Libro de los Evangelios con estas palabras: “recibe el Evangelio de Cristo, del cual fuiste constituido mensajero; anuncia su mensaje de salvación con deseo de enseñar y con toda paciencia”.

El P. Gustavo proclamó el Evangelio de este III Domingo de Cuaresma, día en el que inicia su ministerio pastoral en la Parroquia Catedral. Luego, en la homilía, el obispo reflexionó sobre el Evangelio de Juan 2, 13-25, en el que narra la reacción de Jesús al ver a los vendedores a la entrada del templo de Jerusalén: “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”.

“Escuchar, construir y renovar” son las tres palabras que desea el Obispo para Gustavo en este nuevo comienzo de ministerio. “Anuncio, celebración y servicio”, es la expresión de deseo de Mons. Arturo Fajardo para el P. Gustavo y el nuevo equipo pastoral que integran el P. Damián y el P. Andrés.

Como en cada una de las celebraciones de toma de posesión de los párrocos, el P. Gustavo frente a toda la comunidad y al Obispo hace su profesión de fe, recitando partes del Credo y adhiriendo su fidelidad al Magisterio de la Iglesia. Además realiza la renovación de sus promesas de la ordenación sacerdotal: “Delante del pueblo de quien se te ha confiado la cura pastoral, renueva las promesas que hiciste en tu ordenación…”

Mediante un diálogo el Obispo pregunta al nuevo párroco: “¿Estás dispuesto a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal como buen colaborador del orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor y dejándote guiar por el Espíritu Santo?”, a lo que el nuevo párroco responde “Si, esto dispuesto”.

El su homilía, el Obispo pidió por las vocaciones sacerdotales y religiosas, destacando la presencia del seminarista de la Diócesis Emiliano García que este año inicia sus estudios de Teología, y del sacerdote Guillermo Buzzo, uno de los integrantes del equipo de formadores del Seminario Mayor Interdiocesano, Cristo Rey.

AGRADECIMIENTO DEL P. GUSTAVO
En su acción de gracias el P. Gustavo agradeció la presencia de todos, sobre todo su familia que vino desde Argentina para acompañarlo.

“Ante todo quiero agradecer a Dios, fuente y sentido de toda mi vida”, comenzó diciendo. “Este año, en el mes de mayo, cumpliré 12 años desde que fui ordenado sacerdote. Puedo decir que han sido años de felicidad”, comentó el P. Gustavo al recordar su camino vocaciones y su ordenación sacerdotal en 2006.

El sacerdote destacó su participación del Movimiento Comunión y Liberación, del cual contó esta experiencia “una vez, en un encuentro de sacerdotes recién ordenados, le preguntaron al padre Giussani (el fundador de este movimiento) qué consejo les daba a los nuevos sacerdotes. Él respondió sencillamente: “que sean hombres””, dijo agradecido al Movimiento “que me dio, y me sigue dando, los elementos necesarios para comprender y vivir mejor mi humanidad y mi ser sacerdotal”, comentó.

Gustavo agradece a quienes lo acompañaron en sus años de sacerdote. Emocionado recuerda a la comunidad de Rodríguez que acompañó desde 2008 “allí me formé como cura y maduré como padre de esa comunidad, “pienso que el tiempo de Rodríguez ha sido como el proceso de maduración típico de un padre, cuando un padre es joven y tiene sus hijos chicos piensa en cómo los va a educar, en todo lo que tiene para enseñarles. Luego de unos años se da cuenta de que la educación ha sido mutua y que aún tiene que seguir aprendiendo mucho de sus hijos”, dijo el nuevo párroco de la Catedral.

“Amar y dejarse amar” concluyó sus palabras de agradecimiento a la comunidad de Rodríguez, “siempre los llevaré en el corazón”, concluye.

“Me comprometo a acompañarlos, a aprender con ustedes y a servirlos, en la medida que Dios me lo permita, con el Espíritu de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir”, dijo. Con un cerrado aplauso de toda la comunidad presente dan la bienvenida al P. Gustavo que inicia hoy su ministerio pastoral en la Catedral de San José.

Termina la celebración hubo un compartir en el salón del Hogar Católico.


ASUNCIÓN EN LA CATEDRAL
ACCIÓN DE GRACIAS

Ante todo quiero agradecer a Dios, fuente y sentido de toda mi vida, por la vocación sacerdotal y toda la belleza que de ella ha brotado desde el momento que fui llamado a vivir este ministerio. Este año, en el mes de mayo, cumpliré 12 años desde que fui ordenado sacerdote. Puedo decir que han sido años de felicidad. No exentos, por supuesto, del dolor y las dificultades propias de la vida. La cruz, vivida cristianamente, es maestra de humildad y fuente de sabiduría.

Mis primeros pasos en esta vocación sacerdotal los di en mi país de origen, Argentina. Allí conocí el movimiento de Comunión y Liberación, dentro del cual, no sólo fue madurando la semilla de mi vocación sacerdotal cuando empecé a plantearme esta posibilidad, sino sobre todo donde fue madurando mi propia humanidad. Una vez, en un encuentro de sacerdotes recién ordenados, le preguntaron al padre Giussani (el fundador de este movimiento) qué consejo les daba a los nuevos sacerdotes. Él respondió sencillamente: “que sean hombres”, es decir, que sean humanos, porque ser auténticamente humanos es lo más cristiano que hay. Por eso, agradezco a este movimiento que me dio, y me sigue dando, los elementos necesarios para comprender y vivir mejor mi humanidad y mi ser sacerdotal.

Luego vendría la etapa de Uruguay, donde llegué en el año 2001 a esta querida ciudad de San José, hace ya 17 años. La mayor parte de mi formación como seminarista, la etapa diaconal y mis primeros casi 2 años de sacerdote los viví dentro de esta parroquia catedral, primero bajo la supervisión del obispo Pablo Galimberti, luego de nuestro actual obispo Arturo y del padre Nelson, quien fuera mi párroco durante todos esos años. A ellos debo una especial gratitud por todo lo que me enseñaron y por la confianza depositada en mí. También quiero agradecer a toda la comunidad de la catedral de aquel entonces que me ayudó a dar mis primeros pasos en mi ministerio sacerdotal.

Luego vinieron los 10 años en la parroquia Ntra. Sra. del Rosario de la entonces Villa Rodríguez (actualmente ciudad de Rodríguez), de la cual me hice cargo a principios del año 2008. Es difícil hablar de lo que uno ha llegado a querer tanto, porque todo lo que logre decir siempre parecerá insuficiente. Podría decir, a modo de síntesis, que durante mi estadía en Rodríguez se forjó mi madurez sacerdotal, al menos hasta donde pude alcanzarla con la ayuda de Dios. Allí se fue moldeando mi perfil sacerdotal actual. Sin duda, aún me falta crecer mucho, pero confío en que el Señor llevará a término la obra que ha comenzado en su servidor.

Pienso que el tiempo de Rodríguez ha sido como el proceso de maduración típico de un padre. Cuando un padre es joven y tiene sus hijos chicos piensa en cómo los va a educar, en todo lo que tiene para enseñarles. Luego de unos años se da cuenta de que la educación ha sido mutua y que aún tiene que seguir aprendiendo mucho de sus hijos. Así también yo, cuando llegué a Rodríguez pensaba en todo lo que podría hacer allí, en cómo prepararme para todos los desafíos que imaginaba que tendría que enfrentar y en qué cosas podía yo transmitir a la gente. Poco a poco me fui dando cuenta que frecuentemente uno no está preparado para todos los desafíos que se le van presentando sino que hay que aprender mucho sobre la marcha, lo cual nos obliga a ser más humildes y a confiar más en Dios. También comprendí que para ser un buen maestro nunca se debe dejar de ser discípulos, y para ser un buen pastor hay que dejarse pastorear. Por eso, aprendí que es más importante escuchar que hablar, comprender que dar respuestas, acompañar más que dirigir, amar sin esperar correspondencia, pero además dejarme querer y admitir que yo también lo necesito. Todo esto y mucho más lo he ido aprendiendo de a poco, especialmente de mi querida comunidad rodriguense, a quien doy un GRACIAS enorme y prometo que siempre los llevaré en mi corazón.

Por último, quiero agradecer a nuestro obispo Arturo por su confianza para encomendarme esta tarea, así como también a esta comunidad de la catedral que hoy me recibe con tanto cariño. El afecto y el apoyo que ya me han expresado varias personas en estos días son un verdadero estímulo para emprender esta nueva misión que hoy recibo de parte del Señor.

Me comprometo a acompañarlos, a aprender con ustedes y a servirlos, en la medida que Dios me lo permita, con el Espíritu de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir. Les pido que me corrijan si me equivoco y que sepan perdonarme si alguna vez no obro como el buen pastor que todos esperan de que sea. Soy humano y pecador, como cualquiera de ustedes, y necesito del perdón para seguir mi camino.

El viernes me conmovió ver a varios de ustedes rezando por mí en la adoración eucarística. Es imprescindible rezar por los sacerdotes. Les pido rezar también por los padres Damián y Andrés, con quienes compartiremos el pastoreo de esta parroquia. Recen por nuestra fidelidad y por nuestra fraternidad, porque donde hay unión hay terreno fértil para el Evangelio, pero donde hay división crece la cizaña que ahoga el buen trigo.

Por eso, como dice nuestro Papa Francisco, les pido que no se olviden de rezar por nosotros.

Muchas gracias.

Padre Gustavo Rebón