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P. Francisco Carrillo OMI: “el estilo que he aprendido, no es tanto de los libros, sino del caminar con la gente. Aprendí eso con los indígenas en Paraguay”

P. FRANCISCO CARRILLO PICCO

El P. Francisco Carrillo Picco es paraguayo, tiene 69 años, nació el 28 de junio de 1951 en Villa Elisa, departamento Central de Paraguay a unos 16 kilómetros de la ciudad de Asunción. Sus primeros votos en la Congregación de los Oblatos de María Inmaculada (OMI) el 2 de julio de 1977 y sus votos perpetuos el 1 de agosto de 1980.

Luego de su formación en Filosofía y Teología, recibió la Ordenación Sacerdotal el 19 de diciembre de 1981.

Desde el año 1982 hasta 2018 formó parte de la comunidad de Oblatos de María Inmaculada en Paraguay, los cuales tenían una Provincia propia. En esos años acompañó la tarea pastoral en una Parroquia de Paraguay, en 1989 a 1990 estuvo integrando el equipo de formadores de los futuros religiosos Oblatos en Asunción, donde muchos de los Oblatos hicieron el Seminario y profesaron allí.

En 1991 fue elegido Provincial cargo que desempeñó hasta 1997 y luego continúo su tarea pastoral en Parroquias para ser elegido nuevamente Provincial hasta que el 5 de febrero de 2018 el Superior General de los Oblatos de María Inmaculada, OMI, con el consentimiento de su Consejo: suprime las Provincias Argentina-Chile, Paraguay, la Delegación de Uruguay (de la Provincia de Mediterráneo); establece la nueva Provincia Cruz del Sur, y aprueba los estatutos de la nueva Provincia, todos ellos a hacerse efectivo el 19 de febrero de 2018, fecha que se realizó la apertura de la nueva provincia en Asunción Paraguay, ya que fue la primera misión oblata de Sudamérica. De la nueva Provincia Cruz del Sur, fue elegido primer Provincial, el P. Jorge Albergati, oriundo de Libertad. Maneja muy bien el idioma Guaraní.

Participó de algunos viajes de la Congregación y Formación Permanente, a Italia, Alemania, Francia, España, Thailandia, Japón, Argentina en varias ciudades, Brasil, Uruguay, Colombia, Bolivia, Guatemala y Panamá

Fue presidente de CIAL y vice Presidente de la CONFERPAR (Conferencia de Religiosos del Paraguay).

El 17 de junio de 2018, Mons. Arturo Fajardo dio posesión al P. Francisco como párroco de la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores y San Isidro Labrador de la ciudad de Libertad (San José). Integra el Colegio de Consultores de la Diócesis.


ENTREVISTA

PRIMEROS PASOS VOCACIONALES EN PARAGUAY

“La primera llamada, diría yo, surgió cuando estaba terminando la primaria, en sexto año de la primaria, siendo jovencito todavía 12, 13 años, cuando nuestra maestra nos preguntó a cada uno qué pensábamos seguir adelante estudiando. Entonces ahí se me ocurrió decir frente a todos, a la nuestra maestra que se llamaba Susana, la tengo bien presente y le dije que a mí me gustaría ir al seminario.

No le dije directamente para ser sacerdote, para ser religioso, yo quería formarme en el seminario. Entonces después la maestra conversó con nuestro cura párroco y comenzó a moverse con esa inquietud mía, habla con mis padres, habló conmigo y fui al seminario. Allí hice toda la secundaria y ahí, en el Seminario de la Arquidiócesis de Asunción, conocí a los jóvenes Oblatos de María Inmaculada, los aspirantes oblatos que eran la gran mayoría del Chaco paraguayo e incluso algunos indígenas. Entonces tenía mucha amistad con ellos y para los exámenes me iba a la casa de formación que tenían los Oblatos a unos 3 kilómetros del Seminario Metropolitano a estudiar con ellos, después a jugar fútbol de salón, teníamos mucha amistad con ellos. Hasta que uno de ellos me llevó para conocer al provincial y uno de los misioneros Oblatos de María Inmaculada en las vacaciones nos invitó para ir al Chaco a tener contacto con las misiones, con los indígenas especialmente. Y a mí me llamó muchísimo la atención la misión de los Oblatos con los indígenas, que eran los más pobres en el Paraguay y con muchas estancias, grandes extensiones de tierra y la problemática social de los indígenas del Paraguay. Me llamó la atención, me desafió hasta que llegué a hablar con el arzobispo de Asunción, que era el responsable nuestro del Seminario de la Arquidiócesis, y le manifesté mi inquietud vocacional. Él me animó mucho, me seguía aceptando como seminarista, incluso hasta el año en que fui para el noviciado. Hasta ahí él me aceptó siendo seminarista de la Arquidiócesis.

Todas las vacaciones pasaba en las misiones con los Oblatos en el Chaco paraguayo, cada vez más me entusiasmaba de la obra de los Oblatos, especialmente la evangelización en esas zonas con poblaciones nativas y originarias. Hasta hoy, que me llamó mucho la atención y me gustó mucho la evangelización integral. La problemática de salud, de educación, la tenencia de tierra, es decir, un montón de situaciones sociales en medio de la evangelización específica de anunciar a Cristo. Así que esos desafíos me llenaron muchísimo.

Después yo manifesté al arzobispo de Asunción, el recordado Mons. Ismael Rolón, que yo quería irme con los Oblatos y él me dijo muy bien, me felicitó. Incluso él presidió mi ordenación en mi pueblo, donde concelebraron otros obispos. Él siempre me acompañó, me ayudó, incluso me invitaba para compartir con los sacerdotes diocesano o en el Seminario Nacional la experiencia misionera, especialmente con los más pobres. En el caso nuestro, en el Paraguay se identificaba, identificaba perfectamente con los indígenas y también los peones de estancias, porque teníamos que recorrer también todas las estancias del Gran Chaco paraguayo, donde también había mucha esclavitud en el campo social, muchos de los empleados, alambraradores, no tenían ni un seguro social, así que era todo un desafío muy interesante para la evangelización integral”.

SACERDOTE OBLATO EN EL PARAGUAY

“Un gran desafío era el tema de los idiomas. Yo manejo muy bien el guaraní, que es un idioma también oficial del Paraguay y un poco uno de los idiomas importantes de los indígenas, el Nivaclé. Pero el tema fundamental era compartir las dos. Los dos primeros años de vida religiosa sacerdotal con un párroco especialista en misiones en pastoral especialmente.

Así que nos ordenamos tres Oblatos juntos, el mismo el mismo año. Los tres fuimos a distintas parroquias para tener una experiencia misionera de dos años. Los dos primeros años que iban a marcar nuestra inclinación pastoral y misionera. Después ya de ese tiempo, fui al centro del Vicariato Apostólico del Pilcomayo, que tiene su sede, y el obispo en Mariscal Estigarribia, donde ha sido párroco los cinco años después de los dos primeros años. Y ahí tenía contacto con muchas comunidades indígenas, no solamente que un solo grupo indígena, sino distintos pueblos, distintas etnias. Así que era un desafío grande el meternos con el equipo misionero de los Oblatos.

Éramos cinco sacerdotes ahí en la parroquia, con el obispo y todos procurando aprender idiomas. Los alemanes tenían que aprender el guaraní y otros idiomas indígenas. Yo tenía la ventaja de que ya hablaba en guaraní, así que me metí en estudiar también el idioma “Nivaclé”. Es bastante difícil, pero lo practicaba siempre con los indígenas. Además, la línea de misión que tenemos con los indígenas y en el campo paraguayo era la visita familiar, el contacto con las familias. Ahí se aprende un montón de cosas, porque cuando íbamos a visitar una comunidad indígena quedaba proponga 80, 150 o hasta 300 kilómetros de la sede de la Parroquia, teníamos que quedarnos una semana o dos semanas conviviendo con los indígenas. Así que teníamos mucha oportunidad para compartir la vida de los indígenas.

Lo mismo ocurría con los misioneros que visitaban las estancias, así que ahí debemos tener mucha paciencia, mucha tranquilidad. Si una lluvia nos agarra en el Chaco tenemos que pararnos y es imposible transitar todo camino de tierra, donde hay mucho barro, entonces quedábamos necesariamente a compartir la vida con los indígenas, a comer con ellos, ir a visitar las escuelas indígenas, a los enfermos en los pequeños hospitales, que todo era obra de la iglesia. Al comenzar te decía que la evangelización englobaba hasta hacer caminos con los indígenas.

Nuestro lema de trabajar con los pobres es mucho más difícil que trabajar con gente formada, porque al pobre hay que acompañar de cerca, que te tengan confianza y además ir formando a los líderes. Acompañar a los líderes en la tenencia de tierra, con las luchas por la tierra. Yo tenía que acompañar a los líderes indígenas, recuerdo que yo me iba con ellos porque nadie les hacía caso en los Ministerios en Asunción y entonces hacen mucho caso los sacerdotes, en Paraguay hay mucho respeto de la gente del gobierno, a los obispos, los sacerdotes, entonces aprovechábamos esas oportunidades para acompañar a los indígenas, presentarlos a las autoridades y que la próxima vez puedan ir de manera independiente. Nosotros acompañamos de cerca esos acontecimientos y ellos conseguían los trámites, los títulos de tierra, etcétera.

Lo mismo ocurría en el campo de la educación, nosotros levantábamos con los indígenas la escuelita, pero teníamos que gestionar en el Ministerio de Educación la formación de los maestros indígenas, y teníamos que ir con ellos para gestionar sus sueldos, igual como los enfermeros indígenas, porque el Estado tiene asignación de un fondo para el presupuesto de los indígenas, de educación indígena, salud indígena, caminos, etcétera. Y si los indígenas no logran gestionar todo ese dinero va al robo, a la corrupción imperante hasta hoy día, lastimosamente en un país pobre como el Paraguay. Así que teníamos que hacer a través de la evangelización, una concientización y un acompañamiento muy grande para los indígenas y también para las pequeñas poblaciones de paraguayos en el Chaco”.

PROVINCIAL DE LOS OBLATOS EN EL PARAGUAY

“Yo iba a visitar a los misioneros Oblatos de las parroquias y de las misiones a estar con ellos quince días de semana, los acompañaba y como conocía todas las parroquias, las misiones, me era muy fácil relacionarme con la gente también. Así que me iba a reemplazar, decía el misionero de ese lugar o al párroco de ese lugar. Tú descansas ahora yo voy a hacer tu trabajo. Así que me gustaba mucho.

Siempre dije yo no era provincial de oficina, tenía otro sacerdote, un español formidable, el P. Olegario Domínguez, que hace poco cumplió cien años y sigue dando su aporte. Era profesor en la Universidad Católica, el confesor de muchos de los obispos del Paraguay y de mucha confianza. Así que él era mi brazo derecho como provincial y tenía también laicos, dos laicos, secretarios y un ecónomo que manejaba muy bien la economía, el ecónomo actualmente también en el sector del Paraguay. Así que con esa gente trabajaba muy bien y yo tenía mucho tiempo para visitar, tener el contacto, animar a los Oblatos y animar también las comunidades.

Y después de terminar los seis años de provincial volví a las parroquias, a las misiones, hasta que de nuevo, después del 2011, me volvieron a elegir. Yo ya no quería ser, ya no quería ser porque hay gente mucho más capaz y jóvenes ya oblatos paraguayos también, que podían hacer la tarea de provincia, la animación provincial. Pero como era la votación muy grande, yo consulté en el cuarto intermedio. Yo dije incluso que podía ser fulano. Yo ya, ya di todo lo que tenía que hacer, pero me dijeron, que hay que aceptar para seguir, para acompañar por el estilo de acompañamiento, de cercanía, porque siempre tenía yo algunas leyes para mi función, decía siempre para animar a los misioneros, para comenzar una obra misionera en una parroquia, todo lo que tenemos que valorar y reforzar y acompañar para que seamos cada vez mejores. Por ejemplo, un coro en la parroquia o los catequistas de una parroquia, yo suelo decir es feo lo que tenemos, pero es más feo no tener. Pensaba yo en mis adentros con lo que tengo que comenzar a formar, a acompañar y hacer que estos catequistas que tengo ahora o que tenemos ahora, que sean cada vez mejores.

Una ley que me ayudó mucho. Otra ley que tenía siempre y que llevo también aquí en libertad en la práctica, es tratar bien a todos, tratar bien a toda la gente y mejor a los pobres. Entonces esa ley también me sirvió mucho. Este tipo de leyes que yo tenía así a nivel personal, me ayudaron a planificar, a hacer nunca solo, sino con los misioneros y también con la gente. Trabajar, caminar con los laicos, especialmente jóvenes y los catequistas.

El coro en una parroquia tiene que hacer el que anima los cantos, porque la participación del pueblo es muy importante y no solamente que estén cantando cuatro o cinco personas, por ejemplo, dentro de la iglesia. Así que hasta el coro tiene una función, una misión dentro de la comunidad.

Cada bautizado, cuando yo me voy a una parroquia nueva donde me da esa responsabilidad, lo primero que hago es dejar un cuaderno y un lápiz sobre el altar y digo a toda la gente hoy animando a la gente. Un mes este cuaderno va a quedar sobre el altar y cada uno quiero que pase a anotar qué capacidad tiene, que don le ha dado Dios para poner al servicio de la comunidad. Y ahí entonces voy a encontrar que no quiero ser catequista. Otro quiere ser uno que es maestro del de la comunidad, otro que es economista, que quiere trabajar así en la parroquia. Otro que es electricista, otro carpintero, otro que es albañil. Es decir, distintas formas, distintos dones que el Espíritu Santo ha dado a cada bautizado y que todo bautizado tiene que poner eso al servicio de la comunidad y no ser un inútil en la comunidad.

Entonces la gente se anima, y al fin de mes yo voy y voy a descubrir un montón de gente con esa capacidad”.

PARROQUIA DE LIBERTAD

“Aquí en Libertad, ya llevo dos años y medio. Trabajamos muy bien con Pepe (Giuseppe Calderone), animando a los laicos, hay muchos cursillistas que no se animan todavía a venir. Yo no digo que vengan, yo quiero ir a ellos, que se organicen en los barrios y yo voy a ir a acompañarlos y a escucharlos. Pepe lleva muy bien la catequesis, también el resto de la pastoral en forma conjunta. Llevamos también el Consejo Económico, el Consejo Pastoral, entre otros. Ese es el estilo que he aprendido, no tanto de los libros, sino del caminar con la gente. Aprendí eso con los indígenas y con los campesinos. He sido más sacerdote de indígenas y campesinos.

Para ir cerrando, decirles que me gustó mucho encontrarme con Pepe, con un joven sacerdote muy dinámico, muy entusiasta y trabajar juntos, en equipo, aquí en Libertad la gente no se da cuenta quien es el párroco, porque lo trabajamos en el mismo nivel de responsabilidad.

También estoy muy contento y animado en la Diócesis, porque encontré un grupo formidable de sacerdotes, donde compartimos la vida, compartimos todo lo que somos y creo que Mons. Fajardo nos ayudó mucho en este sentido. Yo añoro mucho a monseñor Fajardo, pero tengo la confianza en que vamos a tener otro obispo de la misma calidad, o quizá, como solemos decir, cuando vamos a cambiar a un sacerdote, a la gente no se preocupe, al que viene va a ser mejor que el que se fue y el que se va. Así que esa confianza también tenemos”.