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P. Andrés Paredes: “la Fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos son fiestas que están íntimamente unidas”

Celebraciones del 1 y 2 de noviembre

En su columna periódica en el programa Cristianos HOY que se emite todos los sábados a las 10 horas a través de Radio María Uruguay, el P. Andrés Paredes, vicario parroquial de la Parroquia Catedral de San José, habló sobre las celebraciones del Día de Todos los Santos (1 de noviembre) y la Conmemoración de los Fieles Difuntos el próximo lunes 2 de noviembre.

“Son fiestas que están íntimamente unidas. La fiesta de Todos los Santos, el 1 de noviembre y al día siguiente la de los fieles difuntos. Porque cuando celebramos a Todos los Santos no quiere decir solamente que volvemos a repasar el santoral, porque los santos están reconocidos por la Iglesia, ya tienen sus fiestas litúrgicas”, indicó.

Además se refirió a la Fiesta de Todos los Santos, “el 2 de noviembre estamos invitados a recordar y a rezar por aquellos hermanos que ya han partido, pero que todavía no han entrado al cielo”.

El P. Andrés Paredes, en su intervención en el programa radial, se refirió al Decreto de la Penitenciaría Apostólica acerca de cómo obtener la Indulgencia Plenaria.


FIESTA DE TODOS LOS SANTOS
La Fiesta de Todos los Santos, quiere detenerse especialmente en lo que el Papa Francisco ha denominado en el último tiempo ‘los santos de la puerta de al lado’, aquellos que han vivido su vida de tal manera que aunque la Iglesia no los reconozca en el santoral, en el calendario de los santos, sin embargo, ya están gozando de la alegría de los santos, de la alegría del cielo, que sin duda deben ser muchísimo, porque eso no se obtiene por propios méritos. Es un regalo de la misericordia de Dios, poder verlo cara a cara, celebrar en el banquete de bodas del cielo.

CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
El 2 de noviembre, “estamos invitados a recordar y a rezar por aquellos hermanos que ya han partido, pero que todavía no han entrado al cielo. Recordemos que en la Doctrina de la Iglesia se habla de tres estados después de la muerte, dos permanentes, el cielo y el infierno, uno es la alegría del encuentro con Dios para siempre y el otro es la ausencia de Dios para siempre.

A veces tenemos la idea muy de Dante, de la Divina Comedia, de que el infierno es el fuego, los demonios que vienen pinchando, aquello de los círculos y los castigos según los pecados. Eso es una imagen ficticia de Dante. Lo que nosotros podemos afirmar es que aquel que no quiere estar en comunión con Dios no va a ser obligado a estar con Dios para la eternidad. Eso es clarísimo, porque Dios respeta nuestra libertad. Entonces, lo que nosotros podemos decir del infierno que viene de la palabra “inferos” (lo que está abajo), de lo que está debajo, lo que está debajo de Dios, podríamos decir, es la ausencia de Dios y es la eternidad sin Dios.

Para los cristianos sería la eternidad sin sentido, de eternidad sin amor, la eternidad sin alegría, sin fiesta de encuentro entre nosotros y con Dios. Eso es el infierno. Pero hay un tercer estado que no es permanente, que es el purgatorio. Cuando hablaba el Papa Benedicto XVI del purgatorio, decía que ‘es el abrazo de amor de Cristo que nos purifica como el oro en el crisol’.

Entonces, desde ya, desde el purgatorio, es un lugar de encuentro con Jesús, no es un lugar de castigo, es un lugar de preparar el corazón para poder llegar al encuentro con Dios en el cielo.

Desde el Antiguo Testamento, especialmente desde el libro de los Macabeos, se nos habla de la importancia de la oración por los difuntos, por lo que están viviendo ese período de transición, de purificación, de preparación para entrar al cielo. Entonces, la fiesta del 2 de noviembre, la conmemoración de los difuntos es rezar por aquellos que todavía no celebramos el 1 de noviembre porque todavía no están celebrando esa alegría del cielo. Se están preparando, están viviendo ese abrazo purificador de Dios y nuestra oración. También es importante, influye, colabora en este pasaje hacia el cielo y entonces nos sentimos más que nunca unidos, iglesia unida. Por qué Iglesia seguimos siendo en la tierra, en el cielo y en el purgatorio. Es Iglesia peregrinante, Iglesia triunfante, Iglesia purgante, pero siempre Iglesia y unida.

Entonces la oración de los unos con los otros nos ayuda, nos sostiene. Por eso también pedimos la intercesión de los santos, la Iglesia triunfante, que nos cuide, que nos proteja, que interceda por nosotros y nosotros, su Iglesia peregrinante, también intercedemos por aquellos que están en la Iglesia purgante. Es así como un regalo muy lindo que la Iglesia hace es el de las indulgencias plenarias”.

INDULGENCIAS
“La Iglesia, como es dispensadora de la gracia y de la misericordia de Dios, por pura iniciativa divina, puede regalar lo que se llama las indulgencias.

https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2020-10/decreto-de-la-penitenciaria-apostolica-para-el-mes-de-noviembre.html

¿Qué son las indulgencias? Las indulgencias, se pueden explicar de la siguiente manera: yo digo bueno, me confesé Dios me perdonó, ya está. No es así, ¿qué es lo que pasa? El pecado deja marcas, deja consecuencias. Nuestros pecados tienen consecuencias en la vida. A veces, por ejemplo, rompemos un vidrio jugando a la pelota de niños. Ese niño va y le pide al dueño de la casa de al lado que lo perdone por haber roto el vidrio. Perfecto. El Señor con todo gusto lo perdona porque sabe que son niños, pero el vidrio sigue roto. Esa es la consecuencia de ese pecado. La indulgencia va a borrar la culpa, va a borrar también, el vidrio roto, no sé si me explico la diferencia, una cosa es perdonar y otra es, además, poder subsanar, esa consecuencia del pecado.

Otro ejemplo similar nosotros clavamos un clavo en una tabla. Si sacamos el clavo, o sea, como si fuera el pecado, perdonamos, pero la tabla va a quedar marcada, va a quedar con un agujero. La indulgencia sería la que borra ese agujero, la que borra la consecuencia de ese pecado, la que borra la consecuencia de la falta realizada. O sea, la culpa objetiva, no el sentimiento de culpa, sino la culpa merecida por aquel daño que se pudo haber hecho.

INDULGENCIAS EN LA CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
La indulgencia se consigue siempre por una peregrinación, por la participación en alguna celebración particular y en especial. Hay una tradición que dice de peregrinar al cementerio entre el 1 y el 8 de noviembre, no en torno a la fiesta de los Fieles Difuntos y con las condiciones habituales: la reconciliación sacramental, la comunión eucarística y rezar por las intenciones del Papa. Eso significa que en este tiempo de pandemia implicaría acercarnos a un sacerdote, poder participar de una celebración, ir al cementerio, y entendemos también que hay gente que no puede salir.

Gente que no puede participar de todas estas cosas porque se está cuidando, en otros países mucho más fuerte que nosotros.

Es así, que, la Penitenciaría Apostólica en el Vaticano ha promulgado un decreto que habilita que no son solo estos días las visitas al cementerio, sino que pueden ser durante todo un mes para ganar esa indulgencia. Por qué ese regalo que Dios nos hace no lo aplicamos solamente por nosotros, lo podemos aplicar por un difunto.

Y es también el perdón o la remisión de la culpa para ese difunto por el que queremos rezar. Se puede ganar una vez al día la indulgencia plenaria, con esas condiciones habituales. Pero también, el decreto se une a otro decreto que había salido en marzo y decía que si no podemos salir de casa, también podemos desear de corazón recibir la indulgencia, rezando por las intenciones del Papa, haciendo comunión espiritual con la Iglesia. Y después, cuando podamos acercarnos a un sacerdote, confesarlo, pero sin un plazo establecido, porque la situación en particular, entonces, para nosotros, que no tenemos tanta tradición de las peregrinaciones al cementerio, tal vez puede ser bueno a lo largo del mes de noviembre tomarnos un momento para ir a rezar por nuestros difuntos, habernos confesado, comulgado, rezar por el Santo Padre y aplicar esa indulgencia que ganemos por el alma de algún ser querido difunto, para que el Señor ya lo tenga entonces en la gloria del cielo.

Las podemos aplicar siempre y las recibimos por nosotros mismos o por un difunto. No la podemos aplicar por otra persona viva, pero si por nosotros o por un difunto”.

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MINISTERIO DE LA ESPERANZA
“En San José hay una tradición muy fuerte de oración por los difuntos en el cementerio. En otros lugares, cuando uno cuenta esto sorprende porque no está ni tan organizado, ni la gente lo solicita tanto aquí. Por lo menos la mitad de los entierros que hay en el cementerio local piden el servicio de la oración de la Iglesia Católica, para poder cubrir este ministerio que los sacerdotes solos no podríamos. Nos repartimos junto con los diáconos, algunos religiosos y también un grupo de laicos que se preparan para este ministerio.

Tenemos reuniones mensuales donde no solamente programamos como vamos a cubrir el mes siguiente, sino que también tenemos instancias de formación, viendo diferentes materiales, trabajamos en torno a textos bíblicos por respecto a la Resurrección y profundizamos en el tema también de cómo hacer las celebraciones, de cómo acompañar a la gente, de que también uno tiene que tener cuidado en las cosas que dice porque está acompañando un momento de dolor, que puede ser muy evangelizador, porque es un momento de compartir la buena noticia de Jesús, de dar esperanza, de dar consuelo, de encender una luz en medio de la oscuridad, del dolor que a veces es tan fuerte.

Es así, que estamos a la orden del día, los 365 días del año en todo el horario del cementerio y siempre hay alguien que está de guardia, ya sea un sacerdote, un laico, y la gente lo recibe muy bien, lo necesita, necesita de una palabra. Rezamos frente a la cruz en el cementerio, luego vamos hasta el nicho y allí hacemos la bendición del nicho y la sepultura. Son momentos muy importantes para la vida de los fieles y es muy bueno que la Iglesia esté presente. La Iglesia se hace presente no solamente a través de los sacerdotes, también de los ministros, de los laicos, de aquel que quiera acompañar y rezar. Es un vivo ministerio y que muchos se han ido acostumbrando y lo piden. Además hay gente de la comunidad, aunque no es de los ministerios que sea más fácil de realizar, porque a veces hablar en público, hablar en situaciones de dificultad o dolor, no es fácil, pero el Señor regale la fuerza.”