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[Ordenación Episcopal] Homilía del Cardenal Daniel Sturla

Queridos hermanos:

Cuando hace unas semanas me reuní con el P. Fabián para hablar de su vida y de su ministerio me comentó cómo le impactaba  el gesto propio de la ordenación episcopal que en unos minutos viviremos cuando, sobre la cabeza del ordenando, se colocará el libro de los santos evangelios abiertos y así permanecerá sostenido por dos diáconos durante la plegaria de la ordenación.

A mí también este gesto me parece por demás significativo y sintetiza la misión del obispo. Por un lado porque el obispo es ante todo un cristiano y todos los bautizados estamos llamados a lo largo de nuestra vida a ir asimilándonos más y más a Jesucristo, la palabra de Dios viva hecha carne de nuestra carne. El evangelio abierto sobre la persona de quien recibirá el sacramento del orden en primer grado nos indica  qué es lo verdaderamente importante para todo cristiano: vivir según el santo evangelio, hacer carne en nuestra vida la palabra de Dios y configurarnos cada vez más a Jesucristo. Hoy toda esta asamblea y todos los que nos acompañan virtualmente, desde Resistencia los padres y hermanos de Fabián, los amigos de Argentina y Uruguay,  rezamos para que el  Espíritu, a quien hemos invocado,  haga que la palabra viva de Dios acampe en él y lo configure a Jesucristo cabeza y pastor.

El evangelio abierto también nos señala lo que es la misión de todo cristiano, aquello para lo que la Iglesia existe: anunciar el evangelio, proclamar a tiempo y a destiempo que sólo en Jesucristo encontramos palabras de vida eterna,  plena, auténtica , sólo en Él está la fuente de la vida verdadera, de la justicia y de la paz que buscamos, de  la reconciliación, del perdón de nuestros pecados; Él es el camino de la verdadera felicidad que está descrita en las bienaventuranzas, es el evangelio de salvación para los que creen en Él.

Este evangelio abierto está ahora colocado sobre el altar, entró solemnemente en la iglesia y luego fue llevado en procesión al ambón, fue reverenciado, se proclamó un pasaje que todos escuchamos, luego me lo entregaron, lo besé y con él bendije a todos. Ahora allí en el altar, lugar del sacrificio de Cristo, donde se  actualiza el misterio pascual. De allí se tomará para ser posado sobre la cabeza del padre Fabián, luego le será entregado para que anuncie con paciencia el Evangelio de Cristo.

San Agustín decía: “Con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo”. Si vivir según el santo evangelio es la vida misma del cristiano, si evangelizar es la razón de ser  de la iglesia, si es para ello que el Espíritu Santo nos ha sellado con su don al hacernos testigos de Cristo el día de nuestra confirmación, el obispo, sucesor de los apóstoles, tiene una misión particular en el pueblo de Dios por su configuración del todo particular a Cristo cabeza y pastor de la Iglesia  

“Para ustedes soy obispo”. Las nueve preguntas que la Iglesia le hace al que va a ser ordenado obispo, y que  haremos a continuación a Fabián, nos dan la pauta de este ministerio eclesial. 

Fabián:

Se trata de ser el pastor de la grey que te es confiada a imagen del Buen Pastor que conoce a sus ovejas, las cuida, las lleva  a buenos pastos, las defiende del lobo e incluso está dispuesto a  dar la vida por ellas.

Se trata de anunciar el evangelio con fidelidad y constancia, de conservar íntegro el depósito de la fe, como fue recibido de los Apóstoles, de ser hombre de obediencia y comunión con el papa y tus nuevos hermanos obispos. Estás llamado a alimentar al pueblo santo de Dios y a guiarlo, siendo afable y bondadoso especialmente con los pobres y a celebrar como hombre de oración que ahora ejercerá el sumo sacerdocio de Cristo.

Cuando ya ordenado, ungido por el Espíritu Santo,  seas conducido a la cátedra episcopal, recuerda que representas también a Dios Padre y que la paternidad propia de tu ministerio es una carga que no se delega.

Todo esto es mucho para nuestros hombros frágiles pero el Señor nos da su gracia en la ordenación para amar y servir a nuestros hermanos. Por eso el evangelio nos recuerda la elección de Jesús: “a ustedes los llamo amigos”, “yo los elegí a ustedes”, y nos habla del amor, de un amor grande que da la vida pero que tiene su principio en el amor que recibimos de Él: “ámense como yo los he amado”. Todo ministerio, todo servicio en la Iglesia es una experiencia de amor.

“Con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo”. Sin duda tendrás que aprender mucho, recorrerás la diócesis, conocerás a su gente, te instruirás acerca de su geografía y sus caminos, pero tu oficio será el de  ser maestro.  Necesitarás santificarte en al amor siendo fiel la oración de cada día y a los mandamientos de Dios, como todo cristiano que necesita recibir la gracia del perdón, pero como sumo sacerdote de esta diócesis estás llamado a santificar. Consultarás al pueblo santo, a tus sacerdotes, a los diáconos, a la vida consagrada, a los laicos, pero en definitiva la iglesia te da la misión de guiar, de gobernar.

Ningún pueblo, ninguna organización, quiere tener líderes tibios cuyo afán sea el ser aplaudido por todos y quedar bien con todo el mundo. El pueblo de Dios también quiere y necesita guías, conductores, pastores. Pastores con el corazón de Jesús.

Este corazón de pastor late con la fuerza del amor. San Pablo en la segunda lectura nos hace una observación sobre el amor que no podemos olvidar: “El amor de Cristo nos apremia”, es decir nos urge, nos activa, nos apura, nos enciende.

¿Por qué esta urgencia? Lo dice Pablo: porque somos embajadores de Cristo y tenemos un mensaje que es la paz del mundo;  porque somos portadores de la liberación para los que están prisioneros y esclavos, porque traemos la soga con la que rescatar a los que se están hundiendo, porque todos están muertos y nosotros poseemos el remedio de la inmortalidad, somos instrumentos de la gracia de Dios, que es su misma vida, por eso nuestro apuro.

Querido Fabián que te urja, que te apremie el amor de Cristo, como a san Francisco Javier que marchó hasta la India y el Japón y la China  para anunciar a los paganos el evangelio; y se cansó su brazo de bautizar, como a los jesuitas  intrépidos, inteligentes y audaces  que fundaron los pueblos misioneros y que acá en esta tierra iniciaron las primeras escuelas, y las primeras industrias y estancias, que llevaron junto a la promoción humana, el evangelio de la gracia. Que seas  obispo misionero como don Jacinto Vera que recorrió nuestra campaña afrontando frío y calor, cruzando ríos y cañadas, llegando a los lugares más apartados porque sentía la urgencia del amor.

Llegas a esta diócesis querida de San José Flores, me unen lazos familiares con Flores. El anillo que los sacerdotes de la diócesis te regalan y que llevarás en tu mano te recordará que eres el esposo de esta iglesia que el Papa te ha encomendado y que siendo padre de todos tus fieles estás llamado a tener una relación particularmente cercana y paterna con tu clero, tus sacerdotes, diáconos y seminaristas.

Esta iglesia particular ha despedido con inmensa gratitud hace ya más de un año a su querido pastor Mons. Arturo Fajardo enviado por el Santo Padre como obispo de Salto. Ha sido un desprendimiento para la diócesis y para Mons. Arturo pero todo en la paz de quienes tienen como norte hacer  la voluntad de Dios. La ha regido anteriormente Mons. Pablo Galimberti durante 22 fecundos años. En este tiempo último la diócesis ha sido gobernada por el Administrador Diocesano P. Gabriel Rainuso que, con gran dignidad y responsabilidad, llevó adelante la tarea. Ahora con alegría te reciben P. Fabián en la confianza de que el  Papa ha elegido para gobernar la diócesis a un buen pastor. 

El episcopado llega como una sorpresa de Dios para tu vida, lo has asumido con sentido de obediencia y disponibilidad, vienes como dice tu escudo: para servir, ut serviam.  El Señor te da una viña selecta.

Llegas en el año de san José como un regalo que el santo patriarca hace a la diócesis que lo tiene como patrono. Recibes la ordenación en este día en que celebramos el día nacional de la catequesis, casi como un augurio y un compromiso al que será el primer catequista de la diócesis y hoy celebramos a María Reina. Es la reina de los apóstoles y de sus sucesores. A María y a José te encomendamos, que ellos, como pedía san Ignacio a la Virgen, te pongan siempre junto al Hijo Jesús.

Homilía del Cardenal Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo