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DIÁCONO Fernando Berrutti Pereyra, OMI

Será ordenado sacerdote el sábado 17 de agosto de 2019 en la Basílica Catedral de San José

Previo a su Oblación Perpetua (4 de noviembre de 2018) RED Diocesana le solicitó a Fernando Berrutti una breve reseña de sus 29 años de vida y el desarrollo de su camino vocacional, que tendrá una importante instancia con el Sacramento del Orden Sagrado, que recibirá de manos de nuestro Obispo diocesano, Mons. Arturo Fajardo, el próximo 17 de agosto de 2019 a las 16 horas en la Basílica Catedral y Santuario Nacional de San José.

FERNANDO BERRUTTI
Soy Fernando Daniel Berrutti Pereyra, un misionero Oblato de María Inmaculada.

Nací el 6 de marzo de 1990 en Montevideo, si bien viví hasta los 20 años en mi querido San José, y soy el mayor de cuatro hermanos. Fui bautizado en la Catedral dos meses después, el 6 de mayo, por el P. Palermo, como se lo conocía en la Diócesis.

La mayor parte de estos 20 años, el tiempo de la primaria y del liceo, estuve por Ciudad del Plata, para poder vivir cerca de las escuelas donde mi mamá iba a trabajar, ya que es maestra. Allí me formé y conocí a los OMI (Oblatos de María Inmaculada), en la parroquia San José Obrero.

VOCACIÓN RELIGIOSA
Desde niño mi abuela materna me llevaba a la Misa en la Catedral, el recuerdo más viejo que tengo, muy grabado por cierto, de estos tiempos, es una celebración en la que entraba un señor con bastón largo en la mano, un sombrero un poco raro, y una canción que se escuchaba de fondo; con los años supe que se trataba del báculo y la mitra de Mons. Galimbertti en una ordenación sacerdotal, y que aquel canto de entrada era “El Profeta” (“Antes que te formara dentro del vientre de tu madre…”). Para mí hoy son signos de una vocación y de un amor que se manifestaban desde pequeño.

Bautismo de Fernando Berrutti (Catedral de San José, 6 de mayo de 1990). Sacerdote: Luis Palermo

Con curiosidad y deseo, miraba a todos los que pasaban en aquellas misas por una fila y recibían algo del sacerdote, la Eucaristía. Lamentablemente para mí no se hacía tan fácil poder ir a catequesis porque mis fines de semanas, días en los que se realizaban los encuentros en la Capilla de mi barrio (ya en Ciudad del Plata), yo estaba en San José o recibiendo la visita de mis abuelos, primos y tíos en casa.

PRIMERA COMUNIÓN
Será recién a los 15 años que recibí por primera vez a Jesús Eucaristía, el 4 de junio de 2005. Qué emoción viví ese día, estaba toda mi familia y la comunidad que hacía poco más de un año me había acogido. Y destaco este “poco más de un año”, porque resulta ser poco tiempo, pero muy intenso y de familia.

En mayo del 2004 llegué por primera vez a la capilla de Parque Postel con mi amigo Martín. Había una catequista que era comerciante de la zona, ya nos conocíamos, y sabía mi deseo de recibir la Eucaristía, por eso me invitó a participar del encuentro de adolescentes que hacían los domingos para aquellos que se querían preparar para la primera comunión y además vivir esa realidad de grupo de adolescentes de la parroquia. De esta forma conocí a los Oblatos de María Inmaculada, a través del P. Ciro Barbato, párroco en aquel entonces.

CONFIRMACIÓN
A fines del 2007 y principios del 2008, por motivos de estudios, finalizando el liceo y comenzando el IPA (Instituto de Profesores Artigas), dejo de frecuentar la parroquia. A inicios de mayo, donde nuevamente Rita, aquella catequista que mencionaba antes, me hace la propuesta de prepararme para la Confirmación, con un grupo que comenzaría al otro día de mi reaparición (el domingo). Era claro dónde me quería el Señor. Desde ese momento la actividad en la parroquia comenzó a ser más frecuente e intenso. Participé de las primeras misiones juveniles en otros departamentos y aquello se transformaba en el cotidiano, o mejor, en un deseo de cotidiano.

LOS OBLATOS
Fui conociendo a los Oblatos más “entre casa”, en un camino profundizando la fe y la vocación junto a otros jóvenes también. En el 2009, con el p. Jorge Albergati empecé el acompañamiento vocacional, hasta que el 11 de febrero de 2011, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, con Aníbal, de San Gregorio de Polanco, y Agustín, de Punta de Valdez, iniciaba la experiencia de discernimiento vocacional en una casa de los OMI en el Cerro de Montevideo, nos acompañaban dos Oblatos: P. Marcos (Rivarola) y P. Mingo (Di Meo).

Fernando Berrutti con los sacerdotes Oblatos de María Inmaculada (OMI) en el Uruguay

Las cosas al parecer marchaban bien, la vida comunitaria nos enfrentaba a hermanos mayores, menores, costumbres distintas, y nuevas, el ritmo era otro, pero lo bonito era que lo vivíamos en unidad, Jesús en medio nos motivaba y animaba a ir descubriendo y dejarnos sorprender de los que podíamos hacer juntos y cuál era nuestro lugar en el mundo.

NOVICIADO
De los tres que habíamos vivido ese tiempo, yo fui el que continuó y emprendió el viaje a Paraguay hacia el noviciado. Un año en ese país con cuatro compañeros que no conocía, pero que sabíamos que queríamos vivir juntos aquel tiempo de oración, formación, misión y vida comunitaria, que eran característicos y muy particulares para la consagración.

Hice los primeros votos y dije “Si” al Señor consagrándome como un Misionero Oblato de María Inmaculada el 25 de enero de 2014, ya podía decir con todas las letras que era parte de esta familia “sirviendo al Señor con alegría” (del salmo 99), lema que había elegido para dicha consagración.

La formación la continué en Italia, en el Post-noviciado de Vermicino, de la Provincia Oblata Mediterránea (Italia-España), a las afueras de Roma. Una comunidad de unos veinte miembros entre formadores y post-novicios, de ocho nacionalidades distintas: Italia, Alemania, España, Ucrania, República Checa, Venezuela, Senegal y Uruguay. Pasé allí casi cuatro años que formaron y siguen formando el Oblato que hoy continúa diciendo SI al diseño de amor que Dios ha proyectado en mi vida. Años de formación académica, porque ahí hice la Teología, y de misión dentro y fuera de la vida comunitaria.

Junto al P. Louis Lougen OMI, Superior General de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada

AÑO PASTORAL
En agosto del 2017, dejé Italia para ir hacia mi nuevo destino, el año pastoral en Buenos Aires, precisamente en la Matanza. Viví en una comunidad con otros dos Oblatos: Sergio y Tony, que acompañaba chicos de un contexto bastante difícil desde el punto de vista social, cultural y económico, pero de una riqueza enorme en amor para dar y querer ofrecerlo en unidad. Teníamos grupos de oración, talleres (yo llevé adelante el taller de Teatro), merienda todos los días, almuerzo los sábados, entre otras cosas.

Me tocó, desde el primer momento que estuve ahí la realidad de esos gurises, la fragilidad, la vulnerabilidad, las historias que compartían, hacían que me enfrentara a mis propias miserias, y como muchas veces dije: “tener mi propia consagración frente a mí”, no un título, no una distinción, no una separación (del mundo), sino un embarrarse en esa verdad, en lo que ellos vivían diariamente. Y pensándolo bien, era muy fácil ser pastor entre ellos, acompañarlos era el pan cotidiano escuchándolos, sosteniéndolos y animándolos. Un año en que viví la Oblación de forma tan sencilla como difícil. Me costó, y me sigue costando, desprenderme de esos gurises, por la misma familiaridad que se fue creando. Un lugar de Dios sin duda alguna.

COMUNIDAD DE CIUDAD DEL PLATA
Desde setiembre de este año estoy en la comunidad “Mártires Oblatos”, en nuestra casa de Ciudad del Plata, preparándome para los votos perpetuos que profesaré el 4 de noviembre en la Parroquia de Libertad, lugar dónde los Oblatos estamos presentes y además tiene la particularidad de estar un lugar central de nuestras comunidades.

OBLACIÓN PERPETUA
Esta consagración definitiva, como suelen llamarla, bajo el título de “Votos perpetuos” u “Oblación perpetua” tiene el significado para nosotros los consagrados de la profesión de los votos religiosos de castidad, pobreza y obediencia, que son el estilo de vida de Jesús, dedicándose a todos y no ligado afectivamente a una persona (castidad), poniendo sus bienes en común (pobreza), siendo obediente a la voluntad del Padre (obediencia) en la comunidad. Éstos son parte de la vida de todo cristiano y los llamamos Consejos Evangélicos, pero para los consagrados adquieren, por la libre profesión pública, la forma de votos, un compromiso de vida siguiendo a Jesús dedicándonos a Él y a nuestros hermanos en la fe.

Fernando Berrutti junto al Provincial de los Oblatos de María Inmaculada, Provincial Cruz del Sur, P, Jorge Albergati, OMI

“QUE TODOS SEAN UNO”
He elegido la frase “que todos sean uno” del Evangelio de Juan, porque dice una forma de ser Oblato, de vivir en este carisma el don particular que Dios me ha dado en la vocación que es la comunión de vida con mis hermanos. De la misma manera en que Jesús oró al Padre pidiendo que todos sean uno (Jn 17), hoy me invita con mi vida a orar al Padre y vivir esta consagración misionera “para siempre” en la unidad.