Home»NOTICIAS»Despedida de Mons. Arturo en la Catedral

Despedida de Mons. Arturo en la Catedral

En una celebración Eucarística, muy emotiva y cargada de sentimientos, la comunidad de San José y de varias comunidades de la Diócesis, despidieron a Mons. Arturo Fajardo, agradeciéndole sus 13 años de ministerio episcopal en esta Diócesis de San José de Mayo.

La Santa Misa fue presidida por última vez en la Catedral como Obispo Diocesano por Mons. Arturo Fajardo, quien desde el próximo 15 de agosto, cuando tome posesión de la Diócesis de Salto, será nuestro IV Obispo Diocesano.

La celebración estuvo llena de momentos de emoción, cargada de gratitud y de expresiones esperanza por su nueva misión como Obispo de la hermana Diócesis de Salto.

Palabras en nombre de la comunidad de la Esc. María José Arnábal

La noticia de tu nombramiento para la diócesis de Salto, a todos nos sorprendió y entristeció, pero poco a poco esos sentimientos fueron invadidos por otro: agradecimiento

Agradecimiento a Dios por habernos enviado este Pastor tan querido y tan querible.

Agradecimiento a vos Arturo, por ser como sos. Por “tantas cosas compartidas” (como lo decías en una carta)

Si pudimos compartir es porque vos lo permitías, ya sea contándonos tus alegrías, tristezas, preocupaciones, como también haciendo que nosotros te contáramos de nuestra vida.

Llegaste a nuestra diócesis de San José con un lema: “servidor de la alegría” y con el paso del tiempo fuimos viendo en tu testimonio qué significa ser servidor de la alegría.

Fuiste nuestro Pastor, nuestro Obispo, nos ibas marcando el rumbo, pero fundamentalmente haz sido el cura cercano, sencillo, humilde: “una persona de carne y hueso al igual que nosotros”.

Una persona con preocupaciones y dificultades al igual que nosotros, con una mamá con serios problemas de salud y en Aiguá, a quien atendías y cuidabas a la distancia. Cuantas veces te fuiste a tus pagos para solucionar algún problema relacionado con ella, o cuantas veces desde acá por no poder viajar dedicabas tiempo al problema que telefónicamente te comunicaban. Siempre dispuesto y atento a lo que tu familia requería.

Esa manera de ser tuya, tan humana y natural, nos animaba a acercarnos y conversar. Sabíamos que nos escuchabas y te interesabas por lo que te planteábamos, sabíamos de antemano que nos comprendías, que con vos se podía hablar, fuera lo que fuera que planteáramos. Fuéramos de la comunidad diocesana, creyentes o ateos. Tu puerta siempre estaba abierta para todos.

Cada vez que te necesitábamos ahí estabas; siempre te hacías tiempo para responder las solicitudes de quienes te llamábamos o golpeábamos a tu puerta, siempre atento a nuestras inquietudes, preocupaciones, alegrías.

A lo largo de estos años nos fuiste invitando a comprometernos más como seguidores de Cristo, nos propusiste diferentes caminos pero siempre la meta era salir, no guardarnos lo que hemos visto y oído, no tener miedo; no te cansabas de repetir: “Dios no elige capaces sino que nos va capacitando en nuestro camino.”

Promoviste e ibas semanalmente a visitar la cárcel. Tu ejemplo y preocupación por salir al encuentro del otro nos dió el empujón para sentirnos parte de esa iglesia en salida, nos dió el empujón para con otros ir al encuentro de quienes están más solos y necesitados.

En 13 años tuvimos alegrías y tristezas, situaciones complejas, dolorosas, que como comunidad parroquial y diocesana fueron difíciles de comprender, de vivir, pero siempre sentimos tu presencia enfrentando la situación, dialogando y buscando con el otro y con la comunidad una solución.

Frente a cada problema o dificultad que se presentaba o cuando algo que proponías no funcionaba siempre estuviste dispuesto a dialogar o encontrar otros caminos.

Muchas veces te escuché decir: “yo me equivoqué” “no debí hacerlo” y ahora más recientemente: “yo no pude, el nuevo obispo sabrá cómo hacerlo”

Desde que llegaste a nuestra diócesis te confiaste en nuestro patrono San José, nos fuiste trasmitiendo esa gran devoción y proponiendo diferentes caminos para día a día aumentarla en nosotros, y vaya que fue creciendo.

Hay tanto para agradecer y agradecerte!

Reitero lo que ya expresé en otra oportunidad, para mí fue una bendición haberte conocido y tenerte como Pastor y me atrevo a decir que también lo fue para toda la comunidad diocesana.

Siento que hemos crecido como persona, como creyente, como comunidad.

Vos nos decís: “me llevo muchos nombres”, nosotros te decimos tu testimonio de servicio y alegría siempre estará presente entre nosotros.

Cada vez que pases por nuestra diócesis todos esos nombres te recibiremos con esa alegría que vos nos enseñaste.

Cuando hacía estas líneas me surgía un recuerdo de mi juventud, hace ya unos cuantos años, tuve la dicha de participar en muchos campamentos y en todo campamento hay un fogón de despedida, en el que siempre cantábamos una canción que dice: No es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós, muy pronto volveremos a estar junto al fogón.

Y yo ahora digo: no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós, por siempre estaremos unidos en el Señor.

Rezaremos por ti, reza por nosotros.

Gracias Arturo, te queremos mucho!

8/VIII/2020


Palabras del Pbro. Nelson González en nombre de los sacerdotes

Me siento muy afortunado de conocer a alguien del que es tan difícil para mí decir adiós. Pero esto no es un adiós, esto es un “gracias”. No se trata de llorar por lo que termina sino de ser felices por lo compartido en estos 12 años y once meses. Es hora de agradecer. San Agustín dice que el que agradece se prepara para recibir nuevos dones de Dios.

Un día el Señor nos regaló un pastor, un buen pastor, ligeramente agreste, con mucho boliche y por encima de todo con un corazón enorme. Ese día nos dijo algo que ha repetido muchas veces en estos años: “Dios no elige a los capaces, sino que capacita a los elegidos”. Hoy podemos recordar con Mons. Arturo aquello que le escribe el apóstol San Pablo a Timoteo: “Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio” (1 Tim 1, 12).

Este es un momento de dar gracias en nombre de todos. Podemos decir con San Pablo: ““pues sin cesar recordamos ante Dios, nuestro Padre, la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor” (1 Tes 1, 3).

Dar gracias por tu cercanía a los sacerdotes, a los más jóvenes y a los mayores. Por tu atención a los seminaristas Por el acompañamiento de siempre especialmente en los momentos más desafiantes. Por recordarnos tantas veces “que los curas somos casi personas”, que desde nuestra fragilidad Dios nos eligió para ser sus ministros.

Gracias por las visitas pastorales a las parroquias y a nuestros pueblos. Por las visitas “formales” y por tantas que espontáneamente has sabido generar a lo largo de estos años.

Gracias por tu fidelidad y empeño apoyando a la pastoral juvenil y vocacional.

Gracias por estar siempre pendiente de todos, por tus visitas y por tu cuidado de buen pastor.

Gracias por haber promovido un clima fraterno y la participación de todos en la misión de evangelizar. Por recordarnos que “La Iglesia no tiene una Misión, sino que la Misión de Jesús tiene una Iglesia”

Gracias por tu invencible paciencia en las adversidades. Por todas los momentos dolorosos que supiste fumarte.

Gracias por tu oración por todos, puesta a los pies de San José.

Gracias por tu sabias palabras y tu buen hacer en el gobierno, por tus chispas de humor y por las frases que hacen parte para siempre de tu “magisterio ordinario”, muchas de ellas inspiradas en lo mejor de la poesía gauchesca de nuestro país.

· “La iglesia marcha porque Dios es grande”

· “Uno deja de ser propietario de su vida el día que la entrega al Señor y a su pueblo”.

· “Saber cuidar de otros como el poste de la tirada que sostiene toda la alambrada”.

· “En lo que dura la brasa se conoce la madera”.

· Y tantas otras que quedan en nuestra memoria.

Gracias en síntesis por tu persona, vida y ministerio durante estos doce años y once meses: con nosotros creyente y para nosotros obispo y fiel “Servidor de la alegría”

La diócesis de San José es exportadora de obispos para Salto: Camacho, Galimberti, Arturo…

Cuando llegó a la Catedral, recién nombrado obispo después de visitar al Santísimo, me preguntó por el lugar donde estaban los restos de los obispos anteriores. Rezamos junto a la tumba de Mons. Baccino y de Mons. Seijas. En sus planes estaba dejar la vida entre nosotros. Y hoy que vivo lo despedimos, sabemos que no nos dejará sus huesos pero sí que dejó la vida entre nosotros.

Lo sabíamos desde siempre, que el día que el Santo Padre le pidiera marchar como Abraham, Arturo no demoraría un instante en responder con generosidad bien dispuesta. Fiel a “nunca pedir nada, nunca rechazar nada” de lo que Dios le pide a través de la Iglesia.

Podemos contemplar la imagen de San José que preside el altar de esta catedral. Su figura es un modelo de la fe bíblica. Hoy merece una atención especial este personaje, que entra en escena discretamente, y es ejemplo por su enorme respeto ante el misterio de Dios operado en María; por su integridad y honradez; por su silencio y laboriosidad sin protagonismos; por su fidelidad de hombre justo; por su disponibilidad absoluta a los planes de Dios. ¡Cuánto de San José nos has mostrado en estos años!

“Cristo es el “Supremo Pastor” invisible (1 Pe, 5,4) que no abandona nunca a su rebaño , sino que lo custodia y protege mediante aquellos que, en virtud de su participación en su vida y misión desarrollando de manera eminente y visible el papel de maestros, pastores y sacerdotes, actúan en su nombre en el ejercicio de las funciones que implica el ministerio pastoral y son constituidos como vicarios y embajadores suyos” (Exhortación apostólica Pastores Gregis 6).

Así pues te comprometemos Arturo a orar e influir para que esta Diócesis tenga pronto, lo más pronto posible, un nuevo pastor según el Corazón de Dios, digno sucesor tuyo.

Quisiera culminar estas palabras de gratitud con una cita de Wenceslao Varela que hicieras el día de tu ordenación episcopal:

“Lindo es dejar de pasada

el rastro que un vuelo deja,

dejar con reja o sin reja

güena semilla sembrada

jamás la quema la helada

ni la trillan vendavales”

Gracias por no “dispararle al arado” y por toda la buena semilla sembrada.


AUDIO: Radio María Uruguay